Me subí a un autobús doble dinosaurio por la estepa castellana y de verme encerrado y atrapado en su hermeticidad y aire acondiconado, enganchando la atención, salté de él y me metí en otras de mis mascotas: el 9, 14, 72, 73...que cogen todos los baches y se abren con la mano sus ventanillas (si uno tiene arte, lástima sus tubos de escape Pegaso), y arremetí contra el museo de cera de Colón, que era un dragón o una arañita, no sé, que ya es mucha la fantasía spielbergiana.
(Cartas a EL PAÍS, octubre 1993)
May 21, 2010
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