Tenía los ojos azules, llorosos...ojeras profundas. Debió de ser rubia, hermosa en su juventud. Se había quedado viuda. La reina de Inglaterra podría ser su hermana.
Se encuentra mal; la he preguntado si quería algo. Nada. Su habitación está llena de vírgenes y reliquias, tiene un olor característico. Los ovillos y carretes están abandonados, dejó esa costumbre. Días atrás montaba en bicicleta, era prodigioso verla; cada pedaleo suponía el empuje giratorio de todo un cuerpo, ya viejo, ya cansado, ya requerido por la muerte; un empuje o el destino de la vida humana...¡avanzar! Ayer llegó triste, rígida, con el pavor en los ojos, le habían robado la bicicleta, su tesoro. Desde aquel preciso instante gustaba ir conmigo de compras; me había sustituido por un sillín y dos ruedas...¡me daba igual! Compra lo imprescindible. El irlandés es, por lo general, tacaño. Guardaba la calderilla en una hucha, un recuerdo de Londres. Después de comer, pasa las horas leyendo un mismo periódico, oculta tras él, te observa. Su vida se ha reducido a un jardín. Duerme al sol; piensas que está muerta. Se quemó un brazo, un recuerdo de Benidorm. Trabajó mucho, le sobresale un bulto en el costado. Su sombra es amorfa. Es amable y te ríes con sus cosas. Su hijo, un canalla, se casará cuando ella se muera, una forma de decirla que "se vaya". Su nombre, Margaret, lo acorta en Rita; siempre lo invocaba por casa, sonaba como a un insulto, pero a ella le gustaba. Un cura y varias señoras vienen todas las tardes. Disfrutan del té y no saben fumar, discuten y juegan a la canasta. En esta tierra los hombres duran poco. Ella sabe cocinar al horno con un arte de antaño ya conocido, de generación en generación, el mismo recorrido de la casa..., de su abuela a su madre, y de su madre a ella. Apenas come; cuando lo hace se asemeja a una ardilla. No tiene dientes.
Todas las puertas se cierran por la noche..., incluso las interiores. La principal tiene cinco cerrojos y la del huerto se bloquea con una pala. Todo queda a oscuras, excepto una placa roja que ilumina la cruz del pasillo y un retrato de cuando ella era niña. Sus ojos y su sonrisa perdurarían en mi memoria.
Por una postal supe que estaba internada en un hospital. Su hijo se ha casado.
(Terenure-Dublín, august 1977)
Se encuentra mal; la he preguntado si quería algo. Nada. Su habitación está llena de vírgenes y reliquias, tiene un olor característico. Los ovillos y carretes están abandonados, dejó esa costumbre. Días atrás montaba en bicicleta, era prodigioso verla; cada pedaleo suponía el empuje giratorio de todo un cuerpo, ya viejo, ya cansado, ya requerido por la muerte; un empuje o el destino de la vida humana...¡avanzar! Ayer llegó triste, rígida, con el pavor en los ojos, le habían robado la bicicleta, su tesoro. Desde aquel preciso instante gustaba ir conmigo de compras; me había sustituido por un sillín y dos ruedas...¡me daba igual! Compra lo imprescindible. El irlandés es, por lo general, tacaño. Guardaba la calderilla en una hucha, un recuerdo de Londres. Después de comer, pasa las horas leyendo un mismo periódico, oculta tras él, te observa. Su vida se ha reducido a un jardín. Duerme al sol; piensas que está muerta. Se quemó un brazo, un recuerdo de Benidorm. Trabajó mucho, le sobresale un bulto en el costado. Su sombra es amorfa. Es amable y te ríes con sus cosas. Su hijo, un canalla, se casará cuando ella se muera, una forma de decirla que "se vaya". Su nombre, Margaret, lo acorta en Rita; siempre lo invocaba por casa, sonaba como a un insulto, pero a ella le gustaba. Un cura y varias señoras vienen todas las tardes. Disfrutan del té y no saben fumar, discuten y juegan a la canasta. En esta tierra los hombres duran poco. Ella sabe cocinar al horno con un arte de antaño ya conocido, de generación en generación, el mismo recorrido de la casa..., de su abuela a su madre, y de su madre a ella. Apenas come; cuando lo hace se asemeja a una ardilla. No tiene dientes.
Todas las puertas se cierran por la noche..., incluso las interiores. La principal tiene cinco cerrojos y la del huerto se bloquea con una pala. Todo queda a oscuras, excepto una placa roja que ilumina la cruz del pasillo y un retrato de cuando ella era niña. Sus ojos y su sonrisa perdurarían en mi memoria.
Por una postal supe que estaba internada en un hospital. Su hijo se ha casado.
(Terenure-Dublín, august 1977)
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