Desconfiaba la Cierva
de aquella hoja seca
que ahora se viene a morir,
la última en regarse,
que con sus paletas
(y ojos grandes)
oxidizaba en el tiempo
la candelabrada del Panóptico.
Suplicaba, perdón, ahora la cierva,
por haber cambiado de sexo,
(que aquella hoja seca ya no era una trampa)
un nuevo tálamo, donde esconderse
del Drago reflectador del mal.
May 27, 2010
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