September 24, 2010

EL ESPÍRITU DE LA NATURALEZA: RALPH WALDO EMERSON

La naturaleza dice: He aquí mi criatura, y a pesar de sus impertinentes aflicciones, conmigo estará contenta. No sólo el sol y el verano, sino cada hora y cada estación del año rinden su tributo de goce; pues cada hora y cada cambio, desde el sofocante mediodía hasta la noche tenebrosa, corresponden a un distinto estado mental y lo avalan. La naturaleza es un escenario que se adapta igualmente bien para una pieza cómica o trágica. Cuando uno está sano el aire es un licor de increíbles virtudes.

En los bosques está la perpetua juventud...Allí siento que nada habrá de acontecerme en la vida –ninguna desgracia, ninguna calamidad (que no dañe mi vista)– sin que la naturaleza pueda subsanarlo. De pie sobre la tierra desnuda, bañada mi frente por el aire leve y erguido hacia el espacio infinito, todo mezquino egoísmo se diluye. Me convierto en un globo ocular transparente, nada soy: lo veo todo; las corrientes del Ser Universal me circulan; soy una porción de Dios.

En los lugares silvestres, encuentro algo más caro y próximo a mí que en las calles o poblaciones. En el paisaje tranquilo y, especialmente, en la lejana línea del horizonte, el hombre contempla algo tan hermoso como su propia naturaleza.

El mayor deleite que los campos y los bosques comunican es la sugerencia de una oculta relación entre el hombre y los vegetales. No estoy solo ni ignorado. Me hacen señales y yo les contesto. El balanceo de las ramas en medio de la tormenta es para mí nuevo y antiguo. Me toma por sorpresa y, sin embargo, no me es desconocido. Su efecto es semejante al del alto pensamiento o la emoción sublime que me invaden cuando juzgo que estoy razonando con acierto o que estoy obrando rectamente.

La naturaleza tiene siempre los colores del espíritu.

...la naturaleza no es sólo el material sino también el proceso y el resultado.

El viento arroja la semilla; el sol evapora el agua del mar; el viento lleva el vapor a los campos; el hielo, en el otro confín del planeta;...y así la circulación interminable de la caridad divina alimenta al hombre.

¿Quién puede atrapar la temblorosa belleza de las tardes gualdas de octubre?

En la vida privada, un acto verdadero o heroico realizado en medio de sórdidos objetos parece atraer hacia sí, de inmediato, como templo al cielo y como cirio al sol. La naturaleza extiende sus brazos para acoger al hombre, con sólo que los pensamientos de éste tengan su misma grandeza. De buen grado le sigue ella los pasos con la rosa y la violeta, y cede sus majestuosas y graciosas líneas para adornar a su hijo bienamado. Basta que los pensamientos de éste tengan su misma vastedad, y el marco se amoldará a la tela.

...quienquiera que haya visto a una persona de férrea voluntad y feliz talante habrá advertido qué prontamente arrastra consigo todas las cosas –los seres humanos, las opiniones, la época– y la naturaleza pasa a estarle subordinada.

El mundo existe, por lo tanto, para el alma, con el fin de satisfacer el anhelo de belleza. A este elemento lo llamo un fin último.

...la belleza es una de las expresiones del universo. Dios es la suma justicia; la verdad, la bondad y la belleza son diferentes rostros de esa misma totalidad. Pero la belleza de la naturaleza no es un fin último. Es el heraldo de una belleza interior y eterna, y en sí misma no constituye un bien sólido y saciante. Debe entendérsela como una parte de la naturaleza, pero no como la expresión última o suprema de la causa final.

Luz y tinieblas son nuestra forma habitual de referirnos al saber y a la ignorancia; el ardor nuestra expresión usual de la pasión amorosa. La distancia que divisamos detrás de nosotros y la que divisamos delante son, respectivamente, las imágenes de nuestro recuerdo y de nuestra esperanza.

No comments:

Post a Comment