January 18, 2014

LA JUERGA DEL REY FERNANDO III EL SANTO

Como un rayo de la guerra, suscitado por Dios para rescatar España del dominio mahometano, descendió de Norte a Sur el rey don Fernando III de Castilla y León, desde el castillo de San Servando, de Toledo, ribera del Tajo, hasta las vegas del Guadalquivir, conquistando villas, ciudades y reinos.

Llegado que hubo frente a la ciudad de Sevilla, estableció sus campamentos en torno a la ciudad, con ánimo de tenerla sitiada hasta conseguir su conquista.

Durante el tiempo que duró el asedio ocurrieron en el real, o campamento principal, situado en el campo de Tablada, y en los lugares de mayor combate, muchos y muy interesantes episodios, los unos heroicos, los otros piadosos, que la tradición oral, y la curiosidad de los cronistas nos han conservado.

Por relatos de cronistas de su tiempo sabemos que Fernando III el Santo, fue hombre de valor increíble, rayano en la temeridad. Cierto día mientras sitiaba a Sevilla, viendo que no era fácil tomar la ciudad por asalto a causa de sus poderosas murallas y la gran cantidad de gente que la guarnecían, pensó buscar algún punto flaco en las defensas sevillanas, para atacar por allí más reciamente, y, no teniendo posibilidad de adquirir datos del interior de la plaza pensó ser él mismo quien personalmente los obtuviese.

Sin comunicar la idea a sus capitanes, que no le hubiesen dejado realizarla, se disfrazó de moro, y durante la noche se arrimó a un portillo de la muralla que estaba junto a la Puerta de Córdoba (hoy Ronda de Capuchinos) y permaneció allí escondido al socaire del arco del portillo todo el resto de la noche, oyendo hablar los centinelas enemigos: Se enteró de que la Puerta de Córdoba la abrían a cierta hora de la madrugada para que entrasen por ella algunas gentes que cultivaban huertas por aquella parte y que traían a la ciudad vituallas con que la abastecían, aunque precariamente. Se dirigió entonces san Fernando a la Puerta de Córdoba, y aprovechando el momento en que la abrían, se entró en Sevilla mezclado con los hortelanos, y una vez dentro de la ciudad recorrió las murallas por su interior para observar su sistema defensivo.

Desde la Puerta de Córdoba llegó san Fernando hasta la Puerta del Alcázar, reconociendo igualmente la muralla del mismo, en lo que hoy es la Puerta de la Montería.

Mientras tanto los caballeros del real habían echado de menos al rey, y como conocían su atrevimiento y audacia, y sabían que estaba preocupado por conocer las defensas de Sevilla, pensaron inmediatamente enn que el rey había cometido la temeridad de entrar en la ciudad. Don Rodrigo González de Girón, los hermanos Fernán Yáñez, don Juan de Mendoza y otros caballeros decidieron ir a buscarle, así que se presentaron ante la Puerta de Jérez, echaron un garfio con una cuerda, treparon a la muralla y se descolgaron dentro de Sevilla, caminando espada en mano hasta la Mezquita Mayor, ante cuya torre (hoy la Giralda), fueron descubiertos por los moros. Nunca había ocurrido caso semejante, y la ciudad se despertó sobresaltada en un tumulto de gritos que decían:
- Los cristianos están entrando en Sevilla.

Gran número de soldados y de caballeros musulmanes salieron de sus casas armándose a toda prisa, para contener a lo que ellos creían que era todo el ejército cristiano, cuando en realidad eran cinco o seis caballeros. Ante la Mezquita, en lo que hoy es calle Alemanes, tuvieron un terrible choque, pero por fortuna para ellos pudieron salir con bien, y durante el encuentro se les unió el rey san Fernando que al oír el tumulto comprendió que habían entrado los suyos para ayudarle a salir.

Defendiéndose bizarramente se retiraron otra vez hacia la Puerta de Jerez, sin tener bajas, y cuando consiguieron salir al campo el rey san Fernando comenzó a amonestar a sus caballeros por haber entrado en la ciudad metiéndose literalmente en la boca del lobo, pero don Rodrigo González de Girón le contestó entre atrevido y burlón:
- En paz estamos señor, que también vos os metisteis en Sevilla sin pedirnos consejo.

Y todos juntos, satisfechos de tan buen lance, regresaron al real de Tablada. Parece increíble, pero es un suceso completamente autentico del que existen testimonios fehacientes, quedando así probado el valor de aquel rey, quizás el único monarca que yendo al frente de su ejército, se atrevió a entrar solo y disfrazado en una plaza enemiga.


CONVIENE AÑADIR EN ESTE CAPÍTULO SOBRE TRADICIONES DE LA ÉPOCA DEL REY SAN FERNANDO, QUE SEGÚN ALGUNOS ESCRITORES, EL MOTIVO DE LA ENTRADA DEL REY, DISFRAZADO DE MORO, EN LA CIUDAD DURANTE EL TIEMPO DEL CERCO DE SEVILLA, NO FUE PARA EXAMINAR SUS DEFENSAS, SINO PORQUE HABÍA OÍDO DECIR QUE EN LA MEZQUITA MAYOR, TRAS UN MURO, ESTABA OCULTA LA IMAGEN, PINTADA, DE NUESTRA SEÑORA DE LA ANTIGUA, DE ÉPOCA VISIGÓTICA, Y QUISO VISITARLA Y ORAR ANTE ELLA. ESTE MOTIVO PIADOSO SERÁ EL QUE LE IMPULSÓ A LA TEMERIDAD DE PENETRAR EN UNA CIUDAD ENEMIGA. OFRECEMOS A NUESTROS LECTORES ESTA VARIANTE, POR CONSIDERARLO DE INTERÉS, YA QUE FIGURA EN ALGUNOS RELATOS ANTIGUOS. CONCRETAMENTE LO HEMOS VISTO ASÍ EN UN CURIOSO LIBRO TITULADO RECUERDOS DE UN VIAJE POR ESPAÑA, PUBLICADO EN MADRID EN ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE MELLADO, EN 1851.



Tradiciones y leyendas sevillanas
José María de Mena

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