July 20, 2013

LA TEORÍA DE LA REALIDAD DEL SUJETO Y EL OBJETO

O ERES SUJETO DE TI MISMO O ACABAS SIENDO OBJETO DE OTRO SUJETO/ O DE OTRO OBJETO QUE SE POSTULA Y HACE LAS FUNCIONES DE SUJETO.

¿PUEDE EL AMOR CRISTIANO COMPLEMENTAR Y CORRESPONDER ESTA RELACIÓN SUJETO/OBJETO? (NOTA Jorge)

En conclusión, la interacción sujeto/objeto es conflictiva, tiende a su resolución mediante una respuesta/propuesta que devenga en éxito y finalmente apuesta por categorizar como éxito lo que de ninguna manera puede ser contrastado como tal en su totalidad. Lo mismo pero a la inversa, ocurre en la relación sujeto/objeto cuyo conflicto deviene en fracaso.

"La sensación de ridículo que hice fue tanto mayor cuanto que en ningún momento pensé en el fracaso. Yo había dispuesto todo para que V me correspondiera, había hecho lo que se dice méritos, y la verdad es que pensé que ya la tenía en mis manos, y hasta me confié demasiado. Es cierto que siempre fue V quien tuvo lo que se dice la sartén por el mango, me tenía a mí en sus manos, pero yo creía que la había lo que se dice conquistado. Por eso al final ha sido para mi trágico, y la verdad es que no me he repuesto todavía. De manera que cuando yo imaginaba que tenía a V metida en el bote resultó que no, que había hecho todo de la peor manera posible". (Nota Jorge: Puede el principio de la castidad católica y del amor a Dios por encima de todas las cosas superar este lance).

Respecto de nosotros mismos, sabemos hasta cierto punto cuáles son los tipos de sentimientos que se nos disparan en las relaciones con los varios objetos de la realidad, definimos los géneros de sentimientos y hasta hablamos de su intensidad y cuantía. Con toda suerte de imprecisiones y discrepancias, describimos la arquitectura sentimental de aquellos con quienes nos relacionamos. Los retratos literarios ofrecen ejemplos preciosos e ilustrativos, que aluden a los sentimientos del personaje, a expresiones corporales consolidadas, esto es, todo lo inherente a una arquitectura sentimental precisa.

Podemos abordar este problema desde varios ángulos:
a) Por los tipos de interacciones más relevantes en cada cual (eróticas, morales, intelectuales...)
b) Por los tipos de conflictos que se generan en nuestras relaciones con la realidad.
c) Por los tipos de conflicto que el sujeto tiene consigo mismo (eróticos, éticos, intelectuales, de la corporeidad...) inherentes a la inaceptación de una determinada faceta de su identidad.

PROBLEMAS

La pedantería, la cursilería, el tono chulesco, el recato, la mesura.... constituyen yoes públicos que el sujeto juzga idóneos para el éxito en la interacción. Para la escena pública la imagen ha de maquillarse a tenor de lo impresentable de la imagen íntima. Ése es el dinamismo de la impostura.

EL YO SUJETO

A) El módulo erótico.
Un tono de voz, determinadas locuciones, la manera de andar, de mirar, determinados gustos... se interpretan como señales de diferenciación sexual.

B) El módulo actitudinal. 
Tres grupos de actitudes (submódulos) que corresponden a los parámetros del contacto inmediato que tienen lugar en LA INTERACCIÓN:
A) El pático, referido a la cualidad mayor o menor para la provocación de recepción o rechazo (simpatía/antipatía).
b) el ético, concerniente a la mayor o menor fiabilidad que inspira.
c) el estético, tocante al gusto (bueno/malo, delicado o tosco, elegante o rudo, distinción/indistinción) que transparenta.

C) El módulo de la corporeidad.
Casi como ocurre con el sexo al que se pertenece el cuerpo es el vehículo desde donde los demás han de configurar nuestra identidad.
(comprende también tres submódulos)
a) el fisiológico, referido a los bipolos saludable/enfermizo
b) el energético (fuerte/débil;  Nota Jg: voluntad/abulia)
c) el estético (bello/feo; Nota Jg: la belleza es expresividad)

D) El módulo intelectual, que gira en torno a los bipolos inteligente/torpe.

(NOTA jorge: E) El módulo religioso, caridad/ egoísmo, sanar/enfermar, santidad-milagros/siniestro)

El sujeto ha de saberse capaz o incapaz a la hora de construir yoes que resuelvan el conflicto surgido en una específica interacción.

Para la comprensión de la dinámica interna del sujeto hay que contar con el reajuste de la arquitectura del self/ (nota Jg: ser propio) a tenor de los éxitos o fracasos habidos en las interacciones.

Muchos de los desarrollos afortunados del sujeto en un área, pongamos por caso la intelectual, derivan de deficiencias en otra, por ejemplo, la erótica (nota Jg: o del desarrollo de la erótica deriva en desenvolvimiento de la creatividad y perjuicio de la conductual religiosa/anomia para las obras donde la sabiduría y el ornato artístico en su pereza y contemplación cómoda y pasiva y estática no tienen que ver con la afectividad de la santidad).
(EL TALENTO O LA MONEDA QUE LLEVAMOS DENTRO: sabiduría artística por manía y placer o científica por esfuerzo de mejorar el destino de los demás)

Puesto que los seres humanos se mueven en una doble vida, la íntima y la pública, es lógico que para esta última se trate de construir yoes públicamente aceptables y a ser posible reconocidamente valiosos.

Éstas son las estrategias del sujeto en la construcción del Yo adecuado a las reglas del contexto. En un funeral mostramos el Yo grave que se requiere; en un salón, el tono de voz, unos temas de conversación y unas formas de habla ad hoc. la mentira social -en tanto que consensuada deja de ser mentira- es una estrategia destinada a no ir más allá de adonde se debe llegar: cada cual adopta en el contexto las formas que se requieren para el éxito. La educación no es solo identificable con la cortesía, sino con la adecuación (ambos términos pertenecen a la misma familia semántica y etimológica). Una torpeza e inhabilidad, un fracaso del Yo inadecuadamente propuesto, comporta una auténtica catástrofe en el sujeto.

Distinta a la estrategia de adecuación es el maquillaje del Yo, la sobreactuación. El maquillaje, en el amplio sentido del término, es una sobreactuación en la estrategia para la consecución del éxito en la que se trasgreden las reglas de la cooperación mediante el recurso a la mendacidad. La coquetería, la oficiosidad, la adulación son yoes maquillados con miras a la obtención de un éxito que el sujeto no cree posible lograr de otra forma. Así por ejemplo, los maquillajes de yoes eróticos, como la coquetería o el donjuanismo, persiguen la seducción y la conquista del objeto eróticamente deseado. No hay seducción sin engaño, y en este sentido todo maquillaje erótico (en general, todo maquillaje) es mendaz. Los de actitudes páticas son, por ejemplo, la oficiosidad, la zalamería; los de la ética, la proclamación de la decencia, de la autoveracidad, de la rectitud moral; los de la estética, la sensibilidad, la cursilería. Los maquillajes de la corporeidad que afectan a la faceta energética adoptan o bien el incremento del vigor (vigorexia), muy frecuente en el sexo masculino, o la fragilidad y delicadeza, más propia del sexo femenino.

En la PSICOSIS ESQUIZOFRÉNICA AVANZADA, con notorios síntomas negativos de deterioro, el paciente, ajeno a los objetos del mundo exterior, y consagrado, en su retirada autista, a las relaciones con objetos de solo su mundo interno, se refiere a los objetos del entorno sin la menor vinculación afectiva. ¿En qué consiste su discurso? En la pura descripción. Así, en los test proyectivos del tipo del TAT, el paciente carece de la capacidad de proyectarse y se limita a la simple enumeración de los objetos que la componen. No sugiere un posible nexo afectivo entre ellos, ni siquiera el de la simple relación de unos con otros. El discurso esquizofrénico es un discurso a expensas de juicios fácticos, de datos, no de situaciones.

Lo que al ESQUIZOFRÉNICO le falta es justamente lo que representa la vinculación afectiva: la capacidad del sujeto para identificarse, cuando menos en algún aspecto, con el objeto, hacerlo suyo empírica o virtualmente. En la vinculación afectiva el sujeto atrae hacia sí al objeto, forma con él una unidad, una estructura. Esta vinculación es tanto más ostensible cuanto más intenso es el deseo.

La conjución que ahora nos importa es del tipo de las que calificamos de interesada, desiderativa, pues el deseo del objeto está en la base de hacerlo propio o de rechazarlo, aunque sea de manera virtual, ilusoria, imaginaria.

Nos interesamos por el objeto, nos sentimos afectados por él, tanto para su aceptación como para su rechazo, pero en cualquier caso el objeto por el que el sujeto siente algo deja de ser indiferente.

Freud hablaba de la catectización del objeto cuando el sujeto lo impregnaba de sus afectos y emociones.

La vinculación afectiva no se establece directamente con los objetos sino con las imágenes de los mismos construidas por el sujeto. El objeto parece ser condición necesaria para dotar de significado, y en casos patológicos esta tesis parece confirmarse.

Pese a todos los esfuerzos por considerarlo no-mío, el objeto odiado forma parte de mí. El problema del odio estriba precisamente en esto: el sujeto se encuentra poseído por el objeto odiado. Mientras la vinculación con el objeto amado depara un placer duradero, con el objeto odiado es una pesadilla: está dentro del sujeto, y como la destrucción no es posible, el deseo de la misma persiste y el odio se hace eterno.

El sujeto requiere adaptar su organismo al agente que lo desequilibra y requiere del objeto que le satisfaga su demanda. Estos síntomas, expresivos del sentimiento de que se está afectado, son percibidos, a veces subliminalmente, por los demás. A alguien se le nota que le pasa algo sin que podamos precisar a qué tipo de sentimiento remite su expresión.

Los síntomas son también objetos para el sujeto; por eso podemos conocerlos, describirlos y actuar sobre ellos. La literatura ha sido una fuente inagotable de descripciones de estados sentimentales, agudos o persistentes, y de individuos que dominaban sus sentimientos de forma que no se constituyeran en obstáculos para sus proyectos en la vida social. No tiene nada de excepcional que la expresión mímica de las emociones, componentes del yo ejecutor, pueda ser controlada desde el sujeto. Más difícil parece el control de las manifestaciones vegetativas, viscerales, aunque algunos puedan lograrlo mediante ejercicios y entrenamiento.

Pueden describirse sentimientos que no se tienen, pero es difícil -se requiere tanto la habilidad del actor como la torpeza o la buena voluntad del receptor- mostrar un sentimiento inexistente. Estas sofisticadas manipulaciones sobre los diferentes momentos del proceso emocional no parecen posibles en otras especies animales distintas a las del Homo sapiens. En la especie humana se puede representar un sentimiento que no se tiene y controlar el que se experimenta, algo inverosímil en las restantes especies animales, que expresan lo que sienten y les es imposible mentir.

El conflicto de la relación sujeto/objeto se soluciona si la doble vinculación se logra. Esto obliga a una estrategia eficaz: P no puede aspirar a que B le corresponda si A no sabe, no puede o inhibe la expresión del sentimiento. El fracaso de la función bivinculativa provoca toda una serie de metasentimientos, bien sobre uno mismo (depreciación, depresión), bien sobre el objeto con el cual se fracasó (resentimiento, incluso odio). Casi siempre, la vinculación que se pretende lograr del objeto es la misma que la que le ofrecemos a él: ser amado por aquel a quien se ama.

Además, las relaciones sujeto/objeto que verdaderamente importan tratan de hacerse duraderas (Nota Jorge: el cristiano servir a todos los demás y perdonar); o lo son a fortiori por la sencilla razón de que el contacto es obligado, como ocurre con el jefe o con colegas del lugar de trabajo.


ANÁLISIS de:
Teoría de los sentimientos
Carlos Castilla del Pino







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