July 26, 2013

EL TEÍSMO DEL TÉ

El teísmo, tal como lo presenta Okakura Kakuzo se convirtió en Japón desde el siglo XV en una religión, en una forma de vida.

El mismo bien que se consumió, y se sigue consumiendo, como medicina, o como una forma de igualar en un rito común a aristócratas y plebeyos en un momento del día, cobra el valor simbólico de una forma de vida en su conjunto, caracterizada por la adoración de lo bello, el culto a la pureza, la armonía, lo imperfecto, la práctica del desinterés y el sentimiento de un romántico orden social. Muestra que el bienestar reside más en la simplicidad que en la complejidad y el despilfarro.

Antes de convertirse en una bebida el té fue una medicina. Hasta el siglo VIII no hizo su entrada en China, en el reino de la poesía, como una de las distracciones elegantes de la época. En el siglo XV Japón lo ennobleció e hizo de él una religión estética: el teísmo.

El teísmo es un culto basado en la adoración de lo bello entre las vulgaridades de la existencia cotidiana. Inspira a sus fieles la pureza y la armonía, el misterio de la mutua caridad, el sentimiento del romanticismo del orden social. Es, esencialmente, el culto de lo Imperfecto, por cuanto es un esfuerzo por llevar a cabo algo posible dentro de este imposible que sabemos que es la vida.

La filosofía del té no es una simple estética en la acepción corriente de este término, puesto que nos ayuda a expresar, conjuntamente con la ética y la religión, nuestra concepción integral del hombre y de la naturaleza. Es una higiene, en cuanto obliga a la limpieza; es una economía, puesto que demuestra que el bienestar reside mucho más en la simplicidad que en la complejidad y el despilfarro; es una geometría moral, por definir el sentido de nuestra proporción en relación con el universo. Y, en fin, representa el verdadero espíritu democrático del Extremo Oriente, en cuanto hace de todos sus adeptos los aristócratas del buen gusto.



Por una ética del consumo
Adela Cortina

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