February 01, 2012

LA IGLESIA DEL CIELO DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA CONCEPCIÓN

Bien es, pueblo cristiano, pues el rostro de tu república son los religiosos, que usen de mudas de vida y costumbres a la que en el principio de sus religiones usaron y hicieron sus santos padres y fundadores; que se renueven y remocen y por lo menos cada día se laven con lágrimas y penitencia y que anden siempre limpios y no admitan una pequeña legaña, que son también los ojos que lloran los pecados del pueblo. Son sacrificio que se ofrece para aplacar a Dios, y han de ser corderos sin mancilla. Son sal, y no ha de ser vana, [...]

Porque ésta es traza de Dios: dilatar y disimular las cosas y obras de que él mucho gusta hasta que los hombres, en la manera que podemos, lo obliguemos a que las haga ya con deseos, con oraciones, ayunos y otras obras. Y esto por comunicar esta nobleza al hombre, que, queriéndolo el mismo Dios, el hombre lo pidió y lo obligó, como a este propósito se pudieran traer hartos lugares de la Escritura [...]

[...] donde anda Dios haciendo bultos, musarañas y figuras de trapos viejos con que representa frailes descalzos de la Santísima Trinidad, sin haber más que un poco de sayal, ya envuelto en maletas ya desenvuelto, sólo todo esto para librar de la fiereza de satanás al pobrecito religioso que lo había de traer y que, cuando se enojase y quisiese ejecutar su ira no hallase en quién sino solo trapos viejos y sayales [...]

El panar, cuando está sellado, se puede comer con su cera y todo, pero, cuando no, es señal tiene pollos y sarro, ni se puede comer ni presentar, y las abejas aguardan a sellarlo cuando están selladas casillas llenas. Así son las obras de los hombres: que, si están selladas de Dios, son de sumo valor, puédense presentar a Dios, y Dios y los hombres comerlas, honrarlas y alabarlas. Y ese sello de Dios nunca se echa hasta que esas obras están llenas, porque no sella Dios obras menguadas, faltas y defectuosas. Y si no están selladas, es señal que, teniendo esa falta, están empolladas, con su querer y voluntad, que se buscó a sí propio en ellas, y no se pueden comer. Y esto es lo que pedía el esposo a su esposa: obras limpias, obras llenas, cuando las pedía selladas. [...] Así Dios nunca firma blancos vacíos ni corrales por enllenar. Échase el sello piscatorio, que llaman, del papa cuando la bula está llena y escrita y mirada. [...] Un alma, cuando es santa y sellada con el sello de Dios, como red echada en hondo, pesca a Dios y a los hombres, alzándose con premios y alabanzas, etc. [...]

Y así pagó Jesucristo al demonio en esta tentación: que, si el demonio les tapaba los principios del cielo que tuvo Francisco descubriendo los de la tierra llamándolo hijo de Fulano, Cristo encubrió los de la tierra descubriendo los del cielo, haciéndolo no hijo de Fulano, sino otro Cristo, para que, mirando a Francisco y viendo en él retratado a Cristo, puedan decirse hijos de Francisco Cristo, pues Francisco no vivía sino Cristo en Francisco. Tú encubres la limpieza y hidalguía que esta Religión tiene del cielo y descubres la de la tierra, que todo es tierra, -dice Cristo-; pues yo estamparé en Francisco mis armas, que fueron mis llagas, para que, viendo en su linaje las armas de Cristo, conozcan y entiendan que son hijos de Cristo, y no de Francisco según la carne, y así honrado hagan los hechos de sus antepasados Francisco y Cristo. [...]

Debe de ser así el alma que interiormente recibe de Dios: que, sin saber ella cómo, le pone Dios el pecho en la boca; chupa y mama, recibe sustento y goza y entiende muchas cosas, sin que de nada y en nada tenga advertencia, porque el gusto y fuerza interior la hace perder el acuerdo para que ella piense y discurra qué es aquello [...]

Decíanme era clara y manifiesta tentación, que el demonio me pretendía quitar la vida para que el negocio no se acabase y que yo no aprovechase a las almas. Y que lo propio le había sucedido a un padre francisco descalzo, gran predicador, que, viniendo a Roma el año antes, luego murió. Pero, como no era yo el que debiera de hacer aquello, sino Dios, dióme ánimo para quitar todos aquellos miedos y temores.
Y determino de volverme a Roma por Santiago, fin de julio el año 1599. Fue Dios servido no me muriese, porque Dios no me tenía a eso. En Roma todos me tenían por loco en ver tal atrevimiento que pusiese mi vida tan al tablero y la jugase con tanta facilidad. [...]

Así nadie se asombre, cuando vea obras grandes, que consiente Dios las bestias del infierno las trillen y pisen, que, aunque parece que se desprecian, entonces se apuran y quiebra la paja y aparta el trigo. Cuando parece que Dios la desfavorece, aparta de sí y arroja al aire, entonces la ahecha, apura y hace libre de polvo y paja. [...] Pues, viendo esto, nuestro sapientísimo Dios da tiempo y lugar para que la tierra se vaya al suelo, que, en fin, como estas cosas de satanás son pesadas, ellas irán a lo fondo; y quedará el agua cristalina y la obra de Dios apurada, donde, como en agua clara y espejo cristalino, el sol de justicia hiera con sus rayos y sea bebida agradable al gusto de Dios. [...] Son vestidos de poca dura las raposerías del demonio; y dios siempre se está de una manera, los años de Dios no se menoscaban; y el tiempo, el que el demonio persigue, se acaba y fenece. [...]

Testigos nuestros hermanos: que, para escribir siete u ocho pliegos de papel, lo hago en menos de un día, acudiendo a las demás ocupaciones. Y no me atreviera a leerlos en un día entendiéndolos. Porque, aunque me parece lo entiendo cuando lo escribo, apenas lo entiendo cuando lo leo, aunque lo lea dos y tres veces. [...]

¡Oh Dios de mi alma, y quién acertará a decir estos estados de un alma! [...] Que es lo que dice la esposa: Amore langueo; hasta que la tal persona queda hecha unas poquitas de ceniza, una criatura humilde y a sus ojos desechada, aunque mirada y remirada de aquel que la encendió y convirtió en fuego para que, así hecha fuego y amor, se vaya a su esfera y a su centro, donde el tal fuego se conserva, sin tener necesidad de buscar combustibles para se conservar. [...] Antes de que venga Dios a un alma, digo, cuando un alma le aguarda por algún modo particular, todo se le va en prevenciones, confesiones, lecciones, disposiciones y preparaciones, pero, cuando se quieren empezar las fiestas y se oye un silbo o ruido amoroso, suave, todo es silencio, gozar, atención, ver y mirar. [...] Cuando Dios pida silencio, sólo habrá un entriego de los buenos a los gozos eternos, [...]

Llamábanme loco, desatinado, ambicioso y otras cosas. Que, si viendo lo que veía y estando libre no lo dejara, creo dijeran bien. Pero no podía, por tenerme Dios atado y como ayunque de herrero o blanco para que diesen en mí. [...]

[...] cuando el santo obra en obras de virtud, es Dios el que le debe y el obligado, pero, cuando Dios obra por medio del santo obras señaladas, es el hombre el que debe a Dios porque recibió aquella tal obra de su mano. [...] Que el que obra es como el que entre semana trabaja y gana, se cansa y fatiga, todo lo da por bien empleado. Pero el que hace el milagro es como el que el día de fiesta se viste el vestido que entre semana ganó, y se huelga con el jornal que le dieron por haber trabajado. [...] La razón por qué pienso yo que, en estos principios, quiere Dios santos de obras y no de milagros exteriores, [...] muchos más y mayores eran los milagros espirituales que hacía Su Majestad espiritualmente con los pecadores. [...]

[...] en los principios los siervos de Dios obren sin que vean la fertilidad de sus obras en los frutos que, por medio de ellas, hace Dios haciendo milagros, para que no los detengan, paren y quieran apacentar allí sus sentidos y potencias, no guardando el entriego de ellas para cuando suba a ver y gozar de aquel que obra y hace tales y tan grandes maravillas por medio de sus siervos. [...] Ahora es tiempo de derramar piedras, que son las buenas obras; [...] Y así, tengo yo por mejor el obrar y sembrar guardando el coger para la otra vida, que no el coger en ésta. [...] No quiero yo decir que no sea obra de grande consideración en los santos los milagros; [...] Y los fingidos no saben ser verdaderamente humildes, penitentes, despreciados. Y así, dale Dios a nuestra sagrada Religión hombres y niños que sean humildes y desasidos de las cosas del mundo, que es lo que no saben hacer los fingidos. [...] que es sólo cumplir con Dios con penitencia y humildad, y no con los hombres con exteriores demostraciones. [...]

Y mientras la cruz está más desnuda, está más asemejada y conforme a la que Cristo trujo en sus espaldas. [...] Porque en esta cruz llana pide Dios mucha llaneza en el religioso; cruz pobre, pobreza; cruz desnuda de curiosidad y gallardía, desnudez y simplicidad en el religioso. [...] Que, pues nuestra cruz bajó del cielo, no podía él entender que de allá bajase con garabatos. [...] Puede esta cruz significar cuán desnuda se ha de llevar en la tierra para gozar de aquélla en el cielo. [...] Y si a alguno acaso no le ha parecido, habrá sido al diablo, que de ninguna manera guisada le está bien, sino siempre y de cualquier manera la aborrece. [...]

Muchas veces suele un capitán echar fuera y enviar algunos de los soldados mejores y más queridos que él tiene al ejército contrario, para que le ayuden al asalto que él ha de hacer con su gente. Lo propio suele hacer Dios muchas veces: que, tiniendo a uno en la religión y para verdadero religioso, lo echa fuera para que, cuando los religiosos den tras el mundo, hallen en el mismo mundo quien los ayude a asolar y acabar y argüir el mundo de pecado y de justicia. [...] ¿por qué, por haber pasado la vida de un seglar por una religión áspera, donde tiene echadas raíces la cruz de Cristo por mortificación y penitencia, no será vida de salud y saludable y le quedarán impresos admirables efectos? [...] ¿Quién no ve que los propios grandes del mundo gustan de enajenar sus hijos para que sirvan en casa de los reyes, y los caballeros para que sirven en casa de los titulares y grandes, éstos sin tener necesidad, solo para que aprendan y se desenvuelvan?¿Por qué, cuando uno ha traído algún hábito y se salió, no hemos de entender hacer lo propio Dios con él? [...]

[...] digo que los traía Dios niños para hacerlos a su condición y que en ellos no hallase cosa que desdijese de su querer. Y David dice que “de la boca de los niños infantes perficiona Dios su alabanza”. Y como quería alabanzas perfectas en esta sagrada Religión, traíalos niños que las perficionan. [...] Así lo dice él: Mirad, no me menospreciéis estos pequeñitos, que los quiero como las niñas de los ojos; y os digo de verdad que sus ángeles están delante del rostro de mi Padre haciendo sus causas. [...] más decirle a un grande que haga lo que hace un pequeño, [...] trai primero los pequeños, para preguntar, decir y persuadir a los grandes [...] También digo que es una grande misericordia de Dios, que usa con un hombre, ecelerarle el uso de razón para que abrace cosas grandes. [...] Si el otro estima el canto del jilguero y yel del ruiseñor porque, siendo pájaro pequeño, tiene grande silbo y canto –y esta estima es propia de los animales: que, siendo pequeños, tienen gran fuerza, gran vuelo, gran virtud-, ¿por qué no se ha de estimar que Dios envíe en estos principios niños que, siendo pequeños de cuerpo, tengan grande canto y den grande vuelo? [...]

[...] sino parecerme que los rincones de aquella casa estaban llenos de Dios [...] y que, cuando nada tuviéramos, con nada nos sustentara Dios. [...]

[...] que lo que recebimos de Dios, según lo que nos desea dar si nos dispusiésemos, es todo poco. Y cuando te haya dado grande sabiduría, entendimiento y hecho profeta y santo, es todo poco, porque, si tú alargases más el paso y ensanchases más la vasija, sin comparación está Dios aparejado a darte mucho más; y si él se estrecha, es por tu cortedad y poquedad en el recebir.
También, si se refiere a tus ganancias, son todas ellas pocas, porque después que en tu cabeza hubiera puesto todas las penitencias de los ermitaños y confesores, y sangre derramada de los mártires y limpieza de las vírgenes, etc., todo eso junto no llegaba a lo que es y vale una gota de la gloria que gozan los bienaventurados. [...]

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