December 30, 2013

EL CASARSE Y EL ABORTO DE LOPE DE VEGA

SERAFINA Calla, que no eres mujer,
que así deshonras las famas.
Los hombres, que ángeles llamas,
ángeles de Lucifer.
Hallóte moderna en cerro,
que a esas tables bobillas
echan sus frenos y sillas
y las marcan de su hierro.
A la fe, la que es discreta
la coz le sabe tirar
que suele a un hombre arrojar
más alto que una veleta.
Si por lindezas y talles
ángeles llamas los hombres,
no sólo al tuyo le nombres,
que hay muchos por esas calles.
Y pues ya una vez erraste
y no te quieres vengar,
con el hierro has de arar
lo que con yerro pecaste.
Pues no verás al honor
cura alguna, busca al justo
otro que te dé más gusto,
que te hallarás mil de mejor.
Entreténte y no te mueras,
que tanto llorar te acaba.
CLARA ¿Cómo puede un alma esclava
tener dos dueños de veras?
Y cuando por consolarme
pusiera en otro hombre el gusto,
parida una vez, ¿es justo
engañarle y deshonrarme?
SERAFINA Eso del parto me agrada.
Ese temor y decoro
sería en la Edad de Oro,
pero no en la edad dorada.
Allá en aquella vejez,
más necia que religiosa,
allá se casaría medrosa
la que pariese una vez.
Mas ahora, que a su punto
la habilidad ha llegado,
no hay lugar tan apartado
que no venga a quedar junto.
CLARA Yo pienso morir primero
que ser de otro hombre ninguno.
SERAFINA Siempre el número uno
dio poco valor al cero.
¿Qué vales un solo vestido,
un lugar solo en que estar,
un amigo en quien fiar,
solo un señor conocido?
Sola una gloria es perdida,
que por eso, en lo que toco,
vale la vida tan poco,
porque no es más de una vida.

MAURICIO No sean del amor nuestro
rompimiento estas porfías.
Que el hijo que me obligara,
si algún amor le tuviera,
aborrezco de manera
que en ella se le matara.
Por bajo me despreciaron
sus padres; pues si lo soy,
ya con propósito estoy
de olvidar lo que negaron
¿Queréis vos que tal linaje
ofenda en juntarle al mío?
HORACIO Ése es claro desvarío
y hacerse, a quien sois, ultraje.
Cuanto y más que si eso es,
Clara no lo ha de pagar,
pues tanto os sabe estimar
que se humilla a vuestros pies.
Habladla, que veisla allí.

SERAFINA ¿Qué, lloras?
CLARA ¿Puedo miraros, mi bien?
¿Daisme licencia que os vea?
¿Podrán mis indignos ojos
mirar en vuestros enojos?
¿Qué, tanto os parezco fea?
¿Podré, como el tornasol,
con lágrimas infinitas
del alba abrir las marchitas
hojas al rayo del sol?
¿Podré abrasarme en el fuego
como mariposa ciega
pues menos perdida llega
que yo a vuestros ojos llego?
¿Dais ventura al triste fruto
desta sin ventura madre,
que se alegre en ver su padre,
en sus tinieblas y luto
destas entrañas serán
el ataúd sin ventura
que lleve a la sepultura
las prendas que en él están?

MAURICIO Si ella, señora, lo siente,
ella lo merece todo,
porque sus locos hermanos
y su padre, no muy cuerdo,
han mostrado en este acuerdo
sus pensamientos villanos.
¿Qué más he podido hacer?
¿Por mujer no la pedí?

MAURICIO Parir puede, y darme el hijo.
y entrarse en un monasterio.
CLARA Para tanto vituperio,
que me des la muerte elijo.
Desnuda, traidor, la espada,
que es menos inconveniente,
y mata un hijo inocente
con una mujer culpada.
Culpada en tenerle tuyo,
que no en más, y esto no es poco,
pues no hay animal tan loco
que no reconozca el suyo.
Tu espada a los dos iguale,
que también él es culpado
en acogerse a sagrado
de madre que  no le vale.
No pido yo que te cases
conmigo, fiero enemigo;
pero que al tratar conmigo
con menos silencio pases.
Que me escribas, que me veas
sola una vez en un mes,
y si aquesto mucho es,
en los años que deseas.
¡Ay, que nunca me verás!
¡Que nunca tendrás deseo!

CLARA Venganza debe de ser,
que es honra, en una mujer,
hacer pedazos la lanza.
¿En qué te resuelves, di,
tirano, destas dos vidas?
MAURICIO En que de hoy más no me pidas
lo que otra espera de mí.
Yo concierto de casarme.

MAURICIO que de hoy más cobrar no espere,
porque el hijo que pariere
no será mejor que yo.
CLARA Antes otro tú será,
que si le aguardo a nacer
es porque en él he de hacer
lo que después se verá.
¡Oh, traidor!¡Qué de tormentos
a tu sangre pienso dar!
Medea no ha de igualar
mis celosos pensamientos.
Que cuanto aventaja al mirto
la hermosa palma en alteza,
he de vencer su firmeza
y hacerle segundo Abcirto.
Y ojalá que te parezca,
porque, siendo tu retrato,
pueda pensar que te mato
y más tormentos padezca.
Con la boca he de comelle
aquel falso corazón
pequeño. Veo hombre y razón
que he tenido en ofendelle.

MAURICIO Que esto del llanto es costumbre;
hijo es de mujer el llanto,
y las lágrimas son hembras
muy fáciles de sacar.

MAURICIO Alguna vez he querido;
que a esta mujer quise un poco;
pero estoy, de un padre loco
y de un hermano, ofendido.
Yo me caso a mi contento.
Necio es el hombre que casa
con quien le ha de poner tasa
en su sangre y nacimiento.
El que cada desigual
como esclavo está sujeto,
y el casamiento, en efeto,
rogado, sale muy mal.
Adoro a Laura, y me adora,
y hoy firmo las escrituras.
HORACIO Yo creo que vas a oscuras
en lo que tratas ahora,
que si palabra le diste
a Clara, y debajo della
la gozaste, a Dios, y a ella,
en rompiéndola, ofendiste.
Y no me parece justo
el matrimonio que tratas.
MAURICIO Por mi fe, bien lo desatas
gobernado por tu gusto.
Yo tengo ya información
del letrado, en que puedo
quedar libre, como quedo,
con cierta satisfacción.

HORACIO Si tienes determinado
que ese matrimonio es justo,
si es tu provecho y tu gusto,
yo estoy contento y pagado;
pero no sé cómo puedes
dejar esa dama así.

LAURA Silencio eterno os prometo:
todo el cielo me maldiga,
hágame la envidia guerra,
fálteme el agua y la tierra,
aire y fuego me persiga;
rabiar me veas si acaso
yo dijere que sois vos
el que puso entre los dos
la noticia deste caso.
HORACIO Pues, como no deis autor,
muy bien le podéis decir,
que Dios no quiere encubrir
la malicia de un traidor;
y mirad si en esto sigo
muy errado fundamento,
pues toma por instrumento
la voz de su propio amigo.
Sabed que en Milán reside
una dama hermosa y rara,
cuyo claro nombre es Clara,
que el cielo en belleza mide.
Sirvióla este hombre y pidióla,
y aunque con tanta riqueza,
fue del padre la nobleza
de más valor, y nególa.
Negada, le dio a entender
que si gozarla quería
la necesidad haría
lo que no se pudo hacer.
Creyó la triste doncella
este triste fingimiento
y aceptando el juramento
y palabra, gozó della.
Pero en viéndola preñada
y su voluntad cumplida,
más la tiene aborrecida
que tuvo primero amada.
Está cerca de parir
y hoy le escribió para hablalle,
porque, si no es en la calle,
no la quiere ver ni oír.
A todo me hallé presente,
donde, en fin, se ha declarado
que por pobre la ha dejado,
bien infame y bajamente.
No es mujer que por justicia
que os caséis estorbará;
pero líbreos Dios si da
a sus hermanos noticia,
que aunque sea en vuestros brazos,
siendo el deshonor notorio,
la noche del desposorio
le harán menudos pedazos.
De modo que si el concierto
no se pone ahora en duda
os desposaréis viuda
con un vivo que ya es muerto.
LAURA Si la mano me tocare,
aunque la mano le di,
yo quede sin lengua allí,
y muerta si me gozare.
Ni mi padre, ni su honor,
deudos, amigos, ni el mundo,
del intento en que me fundo
dividirán mi valor
que, como un Hércules firme,
a mi firmeza abrazada,
no podrá su fuerza airada
de mi intento dividirme.
Cuanto y más que en una causa
tan justa me ayudarán
y si lo saben pondrán
a las escrituras pausa.
¡Oh, traidor ingrato!¡Ah cielo!
¿Y habrá mujer desdichada
en las palabras fundada
del hombre más vil del suelo?
¿Pensáis, Horacio, que es poco
lo que estoy enternecida
desa mujer ofendida?
Casi a llorar me provoco.
¿No le obliga a aquese ingrato
la prenda que en ella tiene,
que, de obligado, no viene
siquiera a fingir buen trato?
No quiera Dios que yo sea
contra una mujer, cruel,
ni que un hombre como aquél
mi cuerpo y alma desea,
que mañana hará de mí
lo que contado me habéis.
HORACIO Pues ¿qué remedio tendréis
para deshacer el sí?
LAURA ¿Qué remedio? Darles cuenta
a mis padres del suceso.
HORACIO Vos os remediáis con eso,
mas hacéis a Clara ofensa;
porque se ha de descubrir
su preñado en la ciudad.
LAURA ¿No es peor, que en tal maldad,
contra razón consentir?
¿No es peor que el cielo airado
me castigue ese delito?
HORACIO Pues yo mejor facilito
remedio a vuestro cuidado.
LAURA ¿De qué suerte?
HORACIO Vos haréis
lo que yo ahora os dijere.
LAURA Como remedio se espere,
Horacio, no lo dudéis;
que no hay hoy dificultad
que, por escapar de aquésta,
me pareciese molesta.
HORACIO ¿Cierto?
LAURA Sin duda.
HORACIO Escuchad.

LAURA ¿Hay ventura como aquésta?
¿Que por Rosardo me abrase
y que éste a Rosardo hallase
para el engaño que apresta?
Quiérome entrar a escribir
para enviar el papel,
porque a Mauricio cruel
ni le pienso ver ni oír.
Ya del todo se rompió
el vano sí que le di.
Por una que dije sí,
diré mil veces que no.

Váse, y sale Clara con un niño en brazos.

CLARA Hijo, por mi mal nacido
y no para vuestro bien;
hijo de gusto  y desdén;
centauro de amor y olvido,
no sé cómo en la belleza
tuviste tal igualdad,
que el medio sois de fiereza.
Pues el cuerpo es tan hermoso,
sospecho que el alma dél
será la parte cruel
de mi enemigo amoroso.
Que si en todo el cuerpo entero
no hay falta alguna que os dé,
el alma, que no se ve,
tendrá la parte de fiero.
No lo habéis para mí sido,
pues con tan poco dolor
me habéis pagado el amor
que a vuestro padre he tenido.
Y pues dolor no me distes,
duda podía tener,
si fuera posible ser,
que de Mauricio no fuistes.
Al padre no os parecéis,
mi hijo, que os engendró,
porque él siempre me dolió
y vos poco me doléis.
Mas mucho diré mejor,
pues aquí os vengo a dejar,
porque poderos criar
lo contradice mi honor.
Mataros han como a mí
cuanto supiesen de vos,
y no es bien que paguen dos
lo que yo sola ofendí.
Aquí, orillas de este río
que por este jardín pasa,
tendréis ama, tendréis casa
de hierba, ama de rocío.
¡Mirad qué madre soy yo,
o lo permite mi mal,
pues trata como animal
solo un hijo que parió!
Aquí hierba os doy no más
y os dejo libre en naciendo.
¡Hijo, a Dios os encomiendo,
que no he de veros jamás!
Si las entrañas pudiera
sacarme, en que habéis estado,
en ellas, mi niño amado,
os dejara y os las diera,
que quien os ha dado en ellas
nueve meses el sustento,
os tuviera un año, y ciento,
para no apartaros dellas.
Adión, hijo; adiós, mi bien;
Dios os haga venturoso. [Oyó una voz que dijo:
"Amén"]
¡Ay, Dios, qué caso donoso!
¿Quién ha respondido "¡Amén!"?
Unos pastores parecen 
que entre sí vienen hablando.
¿Qué he de hacer, que estoy temblando?
Las plantas se me entorpecen.
Otra vez os digo adiós,
hijo, esposo, y dulce amigo.
El cuerpo llevo conmigo,
que el alma dejo con vos.

Vase, y salen Belardo y Celio, pastores.

BELARDO ¿No suena por aquí un niño?
CELIO No hay alma por este prado.
BELARDO Par Dios, que suena a los pies
y que el vello dificulto.
CELIO ¿No hay en esa orilla un bulto?
BELARDO Mantillas son. Paso, él es.
CELIO Desvía dese junquera.
BELARDO Celio, ya el niño levanto.
¡Qué blancura y tierno llanto!
Parece cristal y cera.
CELIO Mostrad a ver. ¡Oh, que lindeza!
¡Ay, triste!¿Si le han perdido?
BELARDO¿Estáis falto de sentido
que decís tal rustiqueza?
Este aquí vino a traerse,
o aquí adrede se dejó,
que el niño que se perdió
pies tuvo para perderse.
Alguna señora honrada,
que haría algún mal recado,
por aquí lo habrá dejado
con cuidado, descuidada.
No hay para qué pregonalle,
que yo sé, Celio, muy bien
que poco hallazgo nos den
y que alguna lo oiga y calle.
Creed pues que ya estará
mi Belisa parida,
que aunque más celos me pida
le pienso llevar allá.
Cuanto y más que vos seréis
testigo desta verdad.
CELIO Páguenos tan alta piedad,
Belardo, por quien lo hacéis.
Aunque otra cosa segura
tenía yo imaginada.
BELARDO ¿Qué? Veamos si me agrada.
CELIO Echalle a puertas de Laura.
BELARDO ¿Estáis en vos, mentecato?
CELIO ¿No lo pudiera criar?
BELARDO ¿Y era muy bueno dejar
con esa fama su trato?
CELIO Esto era mi consejo;
haced vuestra voluntad.
BELARDO ¡He! los pollinos juntad,
mientras la carga aparejo.
CELIO Eso no es dificultoso.
Ojo el chico, que se duerme.
BELARDO ¿No ves que se ríe en verme?
Dios te haga venturoso.



El hijo venturoso, Lope de Vega

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