October 16, 2012

LOS RUMANOS SON DEMASIADOS TIBIOS Y SOÑADORES ESCÉPTICOS Y NO SABEN NI VALORAR A LOS SUYOS

En la máxima del cronista se escondería, si creemos a Cioran, "la llave de nuestro destino". Tengo la impresión de que está en lo cierto: ya que no se trata tan solo de la cordura de la resignación, sino también de la de la mediocridad. Al interiorizar, cómodos y satisfechos, el adagio del cronista (¡puesto que lo justifica!) los rumanos se han habituado a dos costumbres sintomáticas: en primer lugar, son "demasiados tibios" ( el sintagma cioraniano es una evidente referencia a los "tibios" del Apocalipsis, condenados a ser vomitados, con asco, de la boca divina); además, tienen la manía de rodear las cosas en vez de enfrentarse a ellas.

"Los rumanos han sido desde siempre demasiado tibios. Como odian los extremos y las soluciones drásticas, no presentan ante el devenir de las cosas la reacción característica de un individuo, sino que rodean los acontecimientos, de modo que la historia les ha pasado por encima. Nuestro equilibrio no es la expresión de una armonía, sino de una deficiencia. Ni siquiera logra cubrir las contradicciones internas latentes, sino apenas la triste calma de un espíritu fracasado". Extraordinaria caracterización en unas pocas palabras en la que, probablemente sin darse cuenta de ello, el joven Cioran vuelve a darse la mano con el Apocalipsis como con el ethos occidental.

Los rumanos son los tibios, o en términos bíblicos, ni fríos ni calientes, y no acaban de decidirse por tomar la vía del bien o del mal, simplemente esperan, en continua transición, a mitad de camino entre cielo y paraíso, en una familiaridad sospechosa y simpática tanto con Pedro Botero como con el Altísimo. Pues, en palabras de Cioran, no les gustan los extremos (el bien o el mal absolutos, la culpabilidad o la inocencia puras) ni las soluciones drásticas, ya sean frías o calientes, prefiriendo en todo caso las tibias. Los rumanos "siempre demasiado tibios" son "rumanitos" (como a ellos mismos les gusta interpelarse mediante un diminutivo amable, insustancial y, por supuesto, carente de autocrítica; aunque mi cultura no dé para tanto, me atrevería a afirmar que en ningún otro pueblo europeo encontramos una tendencia a la aplicación de un diminutivo cariñoso de este tipo).

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(NOTA de Jorge: Porque lo de "españolito" suena a rebeldía, reconquista, golpismo, gamberrismo y nobleza de guardia civil o de la Naval Tinerfeña).

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"Nos falta la pasión destructiva por el ideal", observa el mismo Cioran; normal, pues para algo así habrían de ser calientes o fríos: en cambio, optan en su tibieza por el ideal mediocre, inofensivo para su ser moral, demasiado endeble. En la Rumanía aún por transfigurar, los individuos no son ni buenos ni malos; dicho de otro modo, son buenos y malos, pero en ningún caso buenos o malos, pues las "soluciones drásticas" los horrorizan. No es casualidad que la famosa alternativa de Farfuridi -"de las dos una, con su permiso: o... pero; o... pero"- se anule a sí misma, transformada en una paradoja inválida desde el punto de vista de la lógica, pero en tanto en cuanto define al al pueblo rumano, válida y emblemática desde una perspectiva ética.

El universo rumano, imperturbable, es un cúmulo de conjunciones (tanto... como...) que no conoce una disyunción clara (o... o...). Lo confirma Mircea Vulcanescu en Dimensiunea româneasca a existentei (La dimensión rumana de la existencia) al concluir que, debido al modo particular que tienen los rumanos de entender la relación entre existencia y posiblidad, no conciben la alternativa (o... o...). Pero mientras que Vulcanescu se limita a constatar con una transparencia especulativa amoral la ausencia de alternativa, Cioran considera dicha carencia una deficiencia fundamental que ilustra el "destino valaco", a la vez que entiende la preferencia por la forma linguística del diminutico como símbolo, en el plano moral, de una cierta armonización de contrarios y de cesiones: "Los otros hombres son o no son. ¡Pero ninguno es tan poco como nosotros!¡Tan poquito! El diminutivo es nuestra divinidad. Incluso la muerte es de segunda mano en la infinita pequeñez de nuestro terruño". La eterna indecisión que impide tomar una dirección pero tampoco la contraria da lugar a "la irremediable evidencia de nuestro no-ser" (véase el párrafo 32 de Breviario de los vencidos).


CIORAN INGENUO Y SENTIMENTAL, Ion Vartic
Premio Mejor Ensayo Unión Rumana de Escritores Año 2000







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