October 17, 2012

EL SANTO NO ES UN DEMONIO DE CIORAN

¿POR QUÉ NO TENDREMOS EL ORGULLO DE LOS SANTOS?

Si velan y rezan es para sonsacarle a Dios el secreto de su poder. 
Súplicas pérfidas las de estos rebeldes en torno a los cuales el demonio gusta de rondar.
Hábiles, a él también le sonsacan su secreto y le fuerzan a trabajar para ellos. Saben aprovechar el principio malo que les habita para elevarse. 
Los que se derrumban de entre ellos ponen en su caída cierta complacencia: caen no como víctimas, sino como asociados del diablo.
Salvados o condenados, todos llevan una marca de no humanidad, todos rechazan asignar un límite a sus empresas.
¿Qué renuncian? Su renuncia es completa.
Pero en lugar de verse disminuidos o debilitados por ella, se encuentran más poderosos que nosotros, que conservamos los bienes abandonados por ellos.
Estos gigantes con el alma y el cuerpo fulminados nos aterran.
Al contemplarlos, nos sentimos avergonzados de ser simplemente hombres.
Y si ellos nos miran a su vez, desciframos las palabras que nuestra mediocridad inspira a su misericordia:
"¡Pobres criaturas, que no tenéis el coraje de llegar a ser únicas, de convertiros en monstruos!"
Decididamente, el diablo trabaja para ellos y no es del todo ajeno a su aureola.
¡Qué humillación para nosotros haber pactado con él sin ninguna ganancia!

Destructor al servicio de la vida, DEMONIO VUELTO HACIA EL BIEN, EL SANTO ES EL GRAN MAESTRO DEL ESFUERZO CONTRA UNO MISMO.

Para vencer sus inclinaciones, tanto como por miedo de sí mismo, se constriñe a la bondad, e imaginándose tener semejantes y deberes para con ellos, se impone el agotador trabajo de la piedad.
Sufre y le gusta sufrir, pero al término de sus sufrimientos hace de los seres sus juguetes, recorre el futuro, lee en los pensamientos de los otros, cura a los incurables, infringe impunemente las leyes de la naturaleza.
Es para adquirir esta libertad y este poder por lo que ha rezado y resistido a las tentaciones.
El placer es consciente de ello, relaja, embota: si recurriese a él, no podría alcanzar, ni siquiera pretender lo extraordinario, su fuerza y sus facultades disminuirían: carecería de energía en sus deseos y de ímpetu en sus ambiciones.
Lo que desea son satisfacciones de otro orden y cierto placer ejemplar: el de igualar a Dios.
Su horror de los sentidos es calculado, interesado.
Los zahiere y los rechaza, sabiendo que volverá a encontrarlos, transfigurados, en el más allá.

Desde el momento en que aspira a sustituir a la divinidad, acepta pagar el precio debido: un fin tan grande justifica todos los medios.
Persuadido de que la eternidad es privilegio de un cuerpo lacerado, buscará todo tipo de dolamas y conspirará contra su bienestar, de la ruina del cual espera su salvación y su triunfo.
Si se dejase ir a su aire, perecería; pero como utiliza su vitalidad maltratada, se yergue de nuevo.
Contenida durante demasiado tiempo, termina por explotar.
Y se convierte en un lisiado temible que se vuelve contra el cielo para desalojar de él al usurpador.
Tal favor, caído en suerte a los que, por medio del dolor, han penetrado el secreto de la Creación, no se da más que en las épocas en las que la salud se considera una desgracia.

Todo estado inspirado procede de una iniciación cultivada, querida.
LA SANTIDAD, INSPIRACIÓN ININTERRUMPIDA, ES UN ARTE de dejarse morir de hambre sin... morirse, un desafío a las entrañas y una especie de demostración de la incompatibilidad del éxtasis y la digestión.
Una humanidad ahíta produce escépticos, nunca santos.
¿El absoluto? Cuestión de régimen.
No hay ningún "fuego interior", ninguna "llama" sin la supresión casi total de los alimentos.
Contrariemos a nuestros apetitos y nuestro órganos arderán, nuestra materia se incendiará.
Quien come todo lo que le apetece está espiritualmente condenado.


Movidos por impulsos salvajes, los santos habían conseguido dominarlos... (que la caridad toma su fuerza de nuestros dramas fisiológicos)...Y ellos supieron odiarse hasta el límite; pero, una vez agotado este odio de sí mismos, estaban libres, desprendidos de toda traba: (la ascética les había revelado el sentido, la utilidad de la destrucción, preludio de la pureza y la liberación). A su vez, nos revelaron por qué tormentos... si queremos, también nosotros...ser libres.

(¿Qué hay de más fecundo que lo peor para bien desearlo? Pues no es el sufrimiento lo que libera, sino el deseo de sufrir).

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Nota de Jorge: No se ha enterado de nada.
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ADIÓS A LA FILOSOFÍA Y OTROS TEXTOS, E.M. Cioran Año 1949





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