September 09, 2012

LAS VOCES QUE ME LLAMAN

No cojo el teléfono en mi casa, tengo apagado el móvil, desconecto todo lo que puedo la radio, apenas me detengo a escuchar a los otros porque no hay nada nuevo bajo el sol, nadie puede darme lecciones de ética y moral aunque me gustan las que vienen del Vaticano que son como frutos secos que luego son dulces, me encandila el tono melodioso y claro de mi niño de seis años aunque no esté para jugar con él, no quiero escuchar a mis cansinos suegros ni a las impertinentes cuñadas ni a mis hermanos y lo de mi padre me rebota en un saco sin fondo, y si mi mujer me agobia con sus feminidades la mando callar y no estoy para nadie solo para Dios.

Necesito escuchar unas voces determinadas para sentirme a gusto, las de la radio y las de la tele, la de algún político como Aznar y Aguirre para establecer la contraverdad, la de algún deportista como Mourinho y Ronaldo para divertirme con sus locuras, la de algún dictador iberoamericano y presidente norteamericano para ver en qué andan distraídos los del otro continente o las de algún exaltado islámico para saber a qué atenerme pero no me gusta los que hablan con la boquita chica de los centroeuropeos ni los que guardan silencio y dan un empellón como los vascos ni los que dicen memeces presuntuosas como los catalanes así que buenas voces y no solo ruidos quiero escuchar.

A lo largo de mi vida ha ido disminuyendo el sonido de los patios de colegio cosa de lo que me alegro, aunque con el trasiego de los argentinos deberíamos de llevar tapones de cera, me desconcierta la risa de una bruja y el taconeo de una pirata por la pasarela del metro, el eco del coño de una secretaria es silencioso pero está lleno de sonido, el sonido tensionado de las salas de espera que no me recuerdan el carrete de mi caña de pescar de Canencia, como si las voces del velatorio de la iglesia no fueran páginas de un libro que se pasa, el sonido de la corriente de la puerta principal de la oficina, Chesterton no me hacía gracia si me pillaba en la época del torno del dentista en los jueves y no se oyen a las belugas sino a las molestas barracudas en las profundidades de los túneles.



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