January 08, 2011

EL LENGUAJE DEL AMOR: MEGAN TRESIDDER

En el siglo XVIII el matrimonio era considerado primordialmente, un mero contrato financiero. Los matrimonios, por norma general, eran arreglados por los padres, de modo que los emparejamientos por amor resultaban bastante raros.

El sentimiento de admiración que suele sentir por lo que a uno le rodea cuando está enamorado.

Ninguna anatomía verdadera del amor puede ignorar la fuerza primaria del deseo o la capacidad única de la humanidad por el placer estético.

Petrarca describió a Laura, su inspiración, en términos de adoración religiosa: ella era la fuente de aquella gracia edificante que nos guía hacia el cielo por el camino correcto.

El amor se trata, parcialmente, de un anhelo por escapar a las propias limitaciones.

Es posible tener una aventura sexual exenta de amor.

El enamoramiento supone una mezcla, a menudo contradictoria, de deseo sexual, emociones y valores. Las paradojas del amor se hacen aparentes rápidamente.

La belleza humana siempre ha dado pie al enamoramiento, pues golpea con la velocidad y fuerza de una flecha.

Las ideas sobre la belleza son especialmente subjetivas, pues responden a cualidades expresivas de la personalidad y del carácter, así como de la moda y, por supuesto, gusto de la época.

Si el amor moderno es duradero o no, no es tanto un motivo de leyes o religiones, como de amor y respeto mutuo y continuado, lo que ahora depende, quizás más que nunca, de las virtudes personales de cada uno de los miembros de la pareja.

Los íntimos momentos de la amistad en el amor. Sigmund Freud creía que siempre existía un impulso sexual latente detrás de una amistad intensa.

La historia del amor ha mostrado de forma repetida que el deseo se incrementa positivamente en función de los obstáculos y las demoras, las separaciones y las reglas del cortejo.

El amor apasionado, por otra parte, parece no ofrecer elección alguna. Simplemente es algo arrollador que brota como una fuerza inconsciente o instintiva que no es posible resistir. Eros es la personificación griega de esta fuerza.

En Europa, a finales de la época medieval, la Iglesia dirigió su atención hacia las enseñanzas de san Pablo, que se basaban en una distinción entre la unión espiritual y la física. Como consecuencia de este punto de vista antierótico la virginidad y la castidad fueron ensalzadas por encima del matrimonio.

Ah, el amor es esa cosa tortuosa,
nadie es lo suficientemente sabio
para conocer todo aquello que contiene
(W.B.Yeats)

El amor es la más compleja e importante de todas las emociones humanas. Desafía a cualquier definición, pero dada su grandeza y su poder imaginativo sobre la vida puede ser a la vez creativo y destructor, hermoso y aterrador. Tiene muchos misterios y adopta muchas formas.

En cierto modo, todas las formas de amor verdadero son eróticas si implican algún tipo de deseo. La palabra griega eros o amor-pasional, descubre el deseo inconfundiblemente sexual de fusionarse con aquello que parece que nos falta.

El amor infeliz, el amor frustrado, el amor maldito o el amor perdido son temas dominantes en las novelas, los dramas, el ballet clásico, la ópera y el cine.

Ver o tocar al otro embriaga y la idea de volver solo al mundo ordinario es casi intolerable.

Y, por encima de todo, es un elogio al amor erótico, apasionado y romántico, como si en éste radicara una transformación mágica.

Si se desvanece el deseo físico, o si otros valores comienzan a influir en la relación, la frialdad o el desdén pueden aparecer a una velocidad desconcertante.

En el hinduismo, incluso el amor duradero se considera un aspecto del maya, o ilusión.

A menudo, una persona se enamora bajo el hechizo de una visión creada por ella misma.

El espejo es un símbolo de amor y belleza. Cómo las imágenes que uno tiene de sí mismo y del mundo que le rodea pueden transformarse cuando se enamora.

El amor constituye una lucha entre el deseo de fundirse con el otro y el miedo a perder la propia identidad y la libertad en el transcurso de ese proceso. Si no se entiende la naturaleza de este conflicto, los sentimientos normales de duda pueden interpretarse como evidencia de que no se está realmente enamorado.

Las muestras de indiferencia, duda, desgana u hostilidad directa también forman parte, por supuesto, del antiquísimo juego del amor.

Los escritos modernos sobre el amor reflejan de forma consciente la dinámica del poder en una relación.

La necesidad de amor puede ser asfixiante si se convierte en una adicción. Algunos amantes se vuelven tan exigentes emocionalmente que resulta imposible satisfacerles.

En una relación ideal, ambos miembros de la pareja necesitan y protegen, dan y reciben, y así lo admiten.

Algunas personas eligen deliberadamente amar a una persona inaccesible porque este hecho elimina cualquier posibilidad tanto de ser rechazado como de sufrir una desilusión.

Los intensos celos constituyen el primer signo de que se está enamorado. Si una persona no se ha percatado de otras señales de su enamoramiento, la aparición de un rival tiende a constituir un maravilloso catalizador para la mente.

“Del amor, la primera parte es la broma y la última la auténtica sinceridad”, escribió el influyente Ibn Hazm en el siglo XI.

El maestro del amor y la comedia fue Shakespeare, escritor para quien el cortejo constituía, en esencia, una cuestión de ingenio y humor.

El hecho de bromear constituye la manera esencial en la que un individuo prueba la fuerza de una nueva relación, al mismo tiempo que mantiene cierta distancia con la otra persona hasta que adquiere la absoluta convicción de conocer sus sentimientos.

Pocas cosas unen tanto como las risas compartidas, y nada distancia tanto como el hecho de darse cuenta de que la persona que uno cree amar tiene un sentido del humor diferente, o lo que es peor, que carece de él.

El humor debe formar parte de cualquier relación duradera, aunque sea única y exclusivamente como instrumento para finalizar las riñas en las que se han asumido posiciones que únicamente pueden abandonarse con una broma compartida.

Únicamente los amantes entienden la carga emocional que se esconde detrás de un libro o una pieza de música que se ha recibido del otro, o bien un recuerdo, un anillo o una flor.

Los escritores medievales creían que el proceso de enamoramiento comenzaba con el encuentro visual, motivo por el cual consideraban a los ojos las ventanas del alma.

Las letras de innumerables canciones de amor de todos los tiempos, desde las arias operísticas o los delicados Lieder de Schuber, hasta la extrema simplicidad del “Love, love me do!” de los Beatles, constituyen infinitas variantes del tema del amor. Las canciones han proporcionado, durante muchos siglos, un lenguaje muy elocuente y flexible para el amor.

Las mujeres ponían a prueba las profesiones de amor de los hombres interponiendo un obstáculo tras otro en su camino. Este proceso de evaluación emocional, presagiado por Jane Austen en sus novelas, estableció las reglas modernas del cortejo. En las relaciones modernas la base resulta más igualitaria.

El impacto de la belleza en la imaginación humana es enorme, de tal modo que confiere a su poseedor gran poder emocional. Una gran hermosura puede inspirar deseo, celos o traición; asimismo, es posible que provoque rivalidad, falta de armonía y guerra como en La Ilíada de Homero.

Todo el mundo puede considerarse Pigmalión como en la comedia de George Bernard Shaw en el contexto de principios del siglo XX. En este sentido resultaría imposible enamorarse sin algún tipo de concepción previa de lo que se piensa que es la otra persona.

Es posible que los amantes modernos no se encuentren nunca en el dilema de tener que elegir entre su reino y su amor, y raras veces se enfrentarían a la muerte por el otro. Sin embargo, las historias dramáticas sobre los obstáculos interpuestos entre los amantes continúan siendo fascinantes, pues son idealizaciones de la propia experiencia.

En la mitología, las torres están relacionadas con la castidad femenina, bien sea autoimpuesta u obligada por otros, una situación de la cual la heroína suele ser rescatada. Sin embargo, la imagen, además puede poseer un simbolismo más amplio. La torre es percibida como el emblema masculino de la ambición; en términos de amor, también puede representar la pureza e inaccesibilidad femeninas.

La mitología griega incluye mujeres vengadoras y destructoras, personificadas por las terribles Furias. En cuanto al arquetipo, cabe destacar que encarna las ansiedades masculinas sobre las excesivas exigencias del amor femenino, así como la incapacidad correspondiente para reconocer la importancia de la pasión de una mujer.

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