November 18, 2013

LAS COMEDIAS AMOROSAS DE LOPE DE VEGA

Lope Félix de Vega Carpio nace en Madrid el 25 de noviembre de 1562.

En 1583 realiza Lope la primera de sus escasas salidas fuera de la Península. Parte en una expedición naval al mando de don Álvaro de Bazán que pretende controlar la resistencia que había frente a la autoridad de Felipe II en la isla Terceira de las Azores.

Hacia 1579 conoce a Elena Osorio quien sería una de las mujeres más importantes en su vida amorosa y en su obra, en la que aparece con frecuencia con el pseudónimo de Filis. Hija de Jerónimo Velázquez director de una compañía teatral, la actriz Elena Osorio estaba casada desde 1576 con el cómico Cristóbal Calderón de quien vivía separada por encontrarse su marido ausente con frecuencia. Los amoríos de Lope y Elena Osorio duran hasta 1584 aunque tres años más tarde Lope es denunciado por injurias, a causa de haber escrito unos poemas difamatorios contra la familia Velázquez-Osorio. En diciembre de 1587 tiene lugar el proceso y el tribunal le condena al destierro de Madrid durante cuatro años y del reino de Castilla, durante dos. Con posterioridad la pena se aumenta hasta ocho años fuera de Madrid.

El 10 de mayo se casa por poderes con Isabel de Urbina a pesar de la oposición de la familia de Belisa, pseudonimo poético de su primera esposa.

En 1589 y 1590 Lope se instala junto con su esposa en Valencia cuando ya era conocido en el mundo teatral. Se marcha con posterioridad a la ciudad de Toledo; entra como secretario al servicio de Antonio Álvarez de Toledo, quinto duque de Alba, y reside en Alba de Tormes desde 1592 a 1595. Allí muere su esposa a finales de 1594 o principios del siguiente año.

Condonado su destierro vuelve a Madrid. Mantiene relaciones amorosas con Antonia Trillo durante 1596. Pero mayor trascendencia tiene en su obra literaria la relación que comienza con Micaela de Luján, a la que identifica con el pseudónimo de Camila o Camila Lucinda también comedianta y casada. De sus amoríos con Micaela nacen varios hijos de los que sobreviven Marcela (1605) y Lope Félix (1607). Del final de esta nueva relación solo sabemos que en 1612 aún vivía Micaela de Luján pero en 1613 desaparece de la vida y de la obra de Lope.

Abandonada la casa ducal de Alba entra al servicio del marqués de Sarria. Se casa por segunda vez en 1598 con Juana de Guardo hija de un rico abastecedor de carnes. Ese mismo año cuando se cierran los teatros por orden de Felipe II edita su primera novela La Arcadia y su poema épico La Dragontea.

Cuando Lope cumple cuarenta años en 1602 publica la primera edición de sus Rimas, con doscientos sonetos. El volumen alcanza un gran éxito y en la edición de 1609 se incluye el Arte nuevo de hacer comedias enn este tiempo que tiene gran significación para entender el teatro lopesco.

Del matrimonio con Juana nacen cuatro hijos: Carlos Félix, Jacinta, Juana, que mueren de forma prematura, y Feliciana. Lope se traslada a Toledo con su familia aunque son constantes los viajes a la Corte cuando entra al servicio del duque de Sessa con quien mantiene un importante epistolario que dura prácticamente el resto de su vida.

El 1610 Lope se instala de manera definitiva en la calle Francos (hoy Cervantes) de Madrid. En 1612 muere su querido hijo Carlos Félix y al año siguiente Juana de Guardo. Durante el mismo año 1613 escribe La dama boba para su nueva amante, la actriz Jerónima de Burgos. Y se ordena como sacerdote a principios de 1614 año en el que publica sus Rimas sacras y la parte IV de sus comedias en la que se incluye Peribáñez.

Entre 1615 y 1616 mantiene nuevos amoríos con Lucía de Salcedo apodada La loca. Pero la verdadera separación del sacerdocio llega en 1616 (año en que muere Cervantes) cuando conoce a su amada Marta de Nevares que será la Amarilis y la Marcia Leonarda de su obra literaria. De esta relación también adúltera ya que Marta no enviuda hasta 1620 nace Antonia Clara en agosto de 1617. Durante esta época Lope que cultiva la carrera y las polémicas literarias rivaliza con otros escritores entre ellos Cervantes y Góngora.

En la biografía de Lope de Vega se acumulan los infortunios. Desde 1628 después de un proceso degenerativo que conduce hasta la locura Marta de Nevares se queda ciega y muere en 1626. Sin embargo, durante estos años publica de manera continuada. Precisamente en 1632 sale a la luz La Dorotea una comedia celestinesca sobre sus antiguos amoríos con Elena Osorio. Dos años después publica El castigo sin venganza escrita en 1631, las Rimas humanas y divinas de licenciado Tomé de Burguillos y su poema burlesco La Gatomaquia. Pero 1634 es uno de los peores años de su vida por la muerte de su hijo Lope Félix y por la fuga de su hija Antonia Clara, la única que permanecía con él. Marcela había profesado en el convento de las Trinitarias en 1622 y Feliciana había contraído matrimonio en 1633.

Lope cuenta 72 años en 1634. Nueve meses más tarde el 27 de agosto de 1635 tras una breve enfermedad muere en Madrid y su entierro tiene lugar en la iglesia de San Sebastián.


ARTE NUEVO DE HACER COMEDIAS EN ESTE TIEMPO (1609):

"porque, como las paga el vulgo, es justo/ hablarle necio para darle gusto" (vv. 47-48)

"Mándanme, ingenios nobles, flor de España/ .../ que un arte de comedias os escriba,/ que al estilo del vulgo se reciba"  (vv 1 y 10-11). Frente a la minoría Lope subraya la mayoritaria aceptación de su teatro.

Genéricamente la comedia nueva tiende a convertirse en tragicomedia tanto por la mixtura social que se advierte en los personajes, desde reyes a la humilde plebe, como por la mixtura de lo trágico y lo cómico, que altera la distinción entre comedia y tragedia establecida en la Poética de Aristóteles.

La comedia nueva es un teatro de intriga y de acción cuyo móvil principal es el conflicto entre amor y honra, ya que como afirma Lope: "Los casos de honra son mejores,/ porque mueven sin fuerza a toda gente" (vv 327-328)

"el soneto está bien en los que aguardan,/ las relaciones piden los romances,/ aunque en otavas lucen por extemo;/ son los tercetos para cosas graves,/ y para las de amor las redondillas" (vv 305-312)



LOS HECHOS DE GARCILASO DE LA VEGA Y MORO TARFE

ALHAMA Por eso, si te mueve el triste llanto
deste mancebo perseguido y pobre,
pues eres en las armas fuerte tanto,
que no hay valor que aquel tuyo no sobre,
haz que mi hermana, matrimonio santo,
por ti su honra y su marido cobre;
que el galardón que no te ofrece el suelo,
por tu virtud te lo promete el cielo.

ALHAMA Dame, Príncipe, aquesos pies ilustres.
TARFE Levanta: y porque más mi intento creas,
y poco aqueste crédito deslustres,
este anillo te doy, con el cual quiero
puedas pedirme lo que darte espero.


EL PRÍNCIPE INOCENTE

PRIMERO Es caza menos segura,
pero, en efecto, ya es gusto
del Duque.
SEGUNDO No hay disputar
de gustos, peo ha de dar
el suyo mucho disgusto.
Con dos mujeres intenta
ir a caza de leones.

ROSIMUNDA ¿Hasle tú visto?
HIPÓLITA Pues no.
ROSIMUNDA ¿Quién u cómo te lo han dado?
HIPÓLITA A Dacia envié un criado
que al vivo le retrató.
ROSIMUNDA Muestra a ver, ¿tiénesle ahí?
HIPÓLITA No lo permitan los cielos.
ROSIMUNDA ¿Por qué?
HIPÓLITA Porque tengo celos.
ROSIMUNDA ¿De mí, Hipólita?
HIPÓLITA De ti.
ROSIMUNDA Pues si de mí estás celosa,
de la luna lo estarás.
HIPÓLITA Déjame que me los das
de verte tan deseosa.
ROSIMUNDA Las mangas te he de mirar;
por fuerza le pienso ver.
HIPÓLITA Déjame, ¿quiéresme hacer
de celos desesperar?
UN PAJE ¡Paso, que viene Fabricio!

PAJE Con él viene un caballero
que ha llegado de camino.
HIPÓLITA ¿Es extranjero?
PAJE Imagino
que es un príncipe extranjero.
ROSIMUNDA ¿Príncipe?
PAJE De Frisia dicen
y que también lo es de Dacia.
Un hombre de buena gracia;
cuantos le ven le bendicen.
HIPÓLITA ¡Válgame Apolo y qué nueva
tan peregrina y extraña!

ALEJANDRO No juzgo yo, que ahora estoy presente
a cosa humana que nació en el suelo,
ni vuestro estado miro. Solamente
que del primero y del tercero cielo
a Diana y a Venus imagino
pisar la tierra con humano velo.
ROSIMUNDA Vos, con mucha razón fuérades digno
de aquese pensamiento, pareciendo
en forma humana a Júpiter Divino.
Y no haya más, que os estaréis riendo
por habernos cogido descuidadas.
ALEJANDRO Antes me admira más lo que estoy viendo,
pues he visto las gracias enlazadas
todas en vos y en vuestra hermana bella,
de vencedoras palmas coronadas.
HIPÓLITA Eso todo, señor, decid por ella,
que yo soy sombra suya.
ALEJANDRO ¡Y que tal sombra!
Dichoso aquel que se cubriera de ella.
HIPÓLITA No en balde el mundo por famoso os nombra;
iguales son en vos tantos extremos:
admira el talle y el ingenio asombra.

DUQUE Ahora bien, por la prisa que tenemos
cumplimientos se queden excusados,
y en lo que fuere de importancia hablemos.
Hijas, humildes son vuestros estados
para tan grande príncipe, que apenas
pueden aposentar a sus criados;
pero las almas de riqueza llenas,
jamás entre los nobles despreciadas,
le ofrecen estas míseras almenas,
que por estar las suyas derribadas
del enemigo, que con falsa guerra
las tiene, a su pesar, tiranizadas,
las puede recibir por propia tierra,
mientras se venga del cruel tirano
que de su amado reino le destierra.

ALEJANDRO Antes os ruego no dejéis la caza,
que de camino estoy, y iré sirviendo
aquestas damas.
DUQUE Descansad primero.
ALEJANDRO En lo contrario mi descanso ofendo;
mas con tal condición descansar quiero,
que os habéis de partir, luego, a la hora,
pues ya os aguarda tanto caballero,
que no habré visto la primera aurora
cuando con vos esté y os acompañe.
HIPÓLITA ¡Ay bello original que el alma adora,
ahora por su bien se desengañe
de aquella antigua sombra imaginada!
DUQUE Iréis muy bien para que el sol no os dañe.

DUQUE Yo creo
podemos caminar.
CAZADOR 2º Todo está a punto.
ALEJANDRO El cielo os vuelva como yo deseo.
ROSIMUNDA ¿Qué dices?
HIPÓLITA Bien y mal me vino junto.

ALEJANDRO ¿Oyes, Tacio, no me escuchas?
TACIO [Dentro] Duerme, señor, pesia tal,
que hay mil horas.
ALEJANDRO Duermo mal,
¿y mil te parecen muchas?
¿De aquí a cuándo las habrá?
TACIO De aquí al día.
ALEJANDRO Dices bien,
y aun mil años hay también;
pero ¿quién las dormirá?
Levántate, perezoso,
que no puedo reposar.
TACIO Pues ¿qué has de hacer?
ALEJANDRO Caminar.
TACIO El caminar es gracioso.
ALEJANDRO Levántate por tu vida,
que por aquí me paseo
mientras te vistes.
TACIO Ya creo
tu locura conocida.
ALEJANDRO Acaba pues.
TACIO Ya me visto.
ALEJANDRO Furioso entráis, amor ciego,
no gastéis en balde el fuego,
¿no veis que no me resisto?
La noche pasa, descogiendo el velo
bordado de las luces de Diana;
vence la bella Copa y Ariana
con la Corona de que ilustra el cielo.
Vese la bella Andrómeda, y el vuelo
del alado Pegaso y la inhumana
espada de Orión, y con su hermana,
Hélice bella, tan notoria al suelo.
Solo faltan aquí mis luces bellas:
Rosimunda y Hipólita, que alguna
de día puede oscurecer a Apolo.
Salid, que a vuestra luz, mis dos estrellas,
esconderás la envidiosa luna
y gozaré mi bien secreto y solo.

Sale Tacio.

TACIO ¿Pues cómo, ya estás vestido?
ALEJANDRO Sí, que para todo soy,
ni es mucho, si como estoy
he por ventura dormido.
TACIO ¿Vestido te echaste?
ALEJANDRO Sí.
TACIO ¿Pues yo no te desnudé?
ALEJANDRO Luego al punto desperté,
si es posible que dormí;
que con el grande cuidado
de madrugar muy aprisa,
sin mudarme la camisa
me he vestido y te he llamado.

TORCATO Oh amor, salga Rosimunda
que es donde ahora se funda
todo el fin de mi deseo,
y venga el santo himeneo
a percibir la coyunda.
¿Sois vos, gloria de mis ojos?




EL CABALLERO DEL MILAGRO

Salen Luzmán y Isabela.

LUZMÁN Si no eres mi propia vida,
tu alma falte a mi alma,
pues quedará muerta en calma
estando a la tuya asida.
No me pidas celos vanos,
pues no hay razón que me acuse,
que nunca en tu ofensa puse
ni pensamiento ni manos.
Si amor suelen engendrar
las grandes obligaciones,
por ésta y por mil razones
te debo, Isabela, amar,
y habiendo la que es mayor,
¿para qué formar querellas?
ISABELA amor que se engendra de ellas
no puede llamarse amor,
que parece que se funda
en haber sido interés.
LUZMÁN Que aprovecha si después
tan buen efecto redunda.
Cuanto más que el mismo día
que mi alma vine a darte
no fue interés de tu parte
sino afición de la mía.
Si después tus buenas obras
han conservado este amor,
de que haya sido mayor
injustas sospechas cobras.

ISABELA Vuelve acá, hechicero mío,
lengua de fuego que abrasa,
que también por amor pasa
antes del fuego este frío.
Son las sospechas cición
y el amor la calentura,
que sólo un momento dura
y para más fuego son.
No quiero yo que me informes
de tu afición con tu daño;
o sea verdad o engaño,
basta que estemos conformes.
¿De qué sirve que me tuerzas
el rostro enojado ahora?

LUZMÁN Queréis a un pobre tener
muy sujeto las mujeres;
que en dándonos cuatro blancas
le queréis herrar los pies,
y es porque milagro es
en vosotras el ser francas.
De cuanto los hombres dan
¿es mucho que algo nos deis?

LUZMÁN ¿Mirar?¿Para qué yo a ti? [Ríese.]
ISABELA Ea, que te estás riendo.
LUZMÁN ¿Yo?
ISABELA Tú, pues.
LUZMÁN Míralo bien.
ISABELA Estos dos ojos lo ven.
LUZMÁN ¿Cuáles?
ISABELA Éstos lo están viendo.
LUZMÁN ¿El uno o los dos?
ISABELA Los dos.
LUZMÁN No es posible.
ISABELA No porfíes.
Di que ahora no te ríes.
LUZMÁN Dices la verdad ¡por Dios!
Ea, los brazos son tuyos.




EL FAVOR AGRADECIDO

SALVIANO Él no te quiere por fuerza;
mas si la afrenta le esfuerza
de no le escoger, no dudes
que el amor en odio mudes
y que el propósito tuerza.

ROSAURA ¡Qué alegres voces!
ESFERIO Amor sobre todo priva.
SALVIANO Tu gusto, en efecto, has hecho.
ROSAURA A ése estoy más obligada.
SALVIANO Sentirás presto el provecho.
RAIMUNDO Ya te he enseñado la espada.
SALVIANO Y yo te he enseñado el pecho.
RAIMUNDO Pues vete y como quisieres.
ROSAURA Déjalos ir y no alteres,
Raimundo, mi pretensión.
PROPERCIO (¡Oh, qué gentil escuadrón
si no fuera de mujeres!)

LEARDO Murmuran.
ROSAURA Éste es mi gusto;
ya quedo resuelta en esto.
SALVIANO (¡Oh, Propercio, y cuán en vano
contra el amor de una hembra
resiste el poder humano!)

CELIO El reino, que al fin es cosa
que el mundo me pudo dar,
no es en extremo dichosa,
sino el merecer gozar
de una Reina tan hermosa.
Aquí sube el pensamiento
al mayor merecimiento.
Desto señora, estoy loco.

RAIMUNDO Adiós, Cerdeña.
CLARIDENO Adiós, Estado.
LEARDO Adiós, mis patrios muros.
ESFERIO Adiós, tierra.
RAIMUNDO Amor me ofende.
CLARIDENO Amor me da cuidado.
LEARDO Amor me mata.
ESFERIO Amor me causa guerra.
RAIMUNDO Un traidor busco.
CLARIDENO Busco un desterrado.
LEARDO Yo quien me agravia.
ESFERIO Yo quien me destierra.

ESTACIO Las mujeres a las puertas
con los hijuelos salían,
que medio muertos mostraban,
mostrándose medio vivas.
Desde sus altos balcones
mil lástimas me decían
las malogradas doncellas,
que esperan verse cautivas,
desnudas y destocadas,
las hebras de oro esparcidas
sobre los rostros mortales
que dieron al sol envidia.
Los ya crecidos muchachos,
con otra libre familia,
de la capa me tiraban
y del vestido me asían.
Unos me llamaban padre,
otros rey, y por cuadrillas
dan voces "¡Misericordia!"
y en otra parte "¡Justicia!".

ADAJA Antes de verte, señora,
te envía un rico presente
de las perlas de Poniente
y las piedras del aurora.
Cinturas, collares bellos,
sortijas, piedras preciosas,
brocados, telas hermosas
y esta cautiva con ellos.
Que soy, como ves, mujer,
y del presente, en albricias,
te pido un don.


LAURA PERSEGUIDA

ORANTEO Después que mudaste el ser,
Laura, el ser firme mudaste,
y fue porque te quedaste
con algo de ser mujer.
¿ahora en mi fe varías?
No debes de ser quien eres,
porque siempre las mujeres
tenéis la firmeza a días.
¡Con lindo miedo amaneces
al cabo de tantos años,
pues viva con tantos daños
y muerta te me apareces!
Vuelve a tomar tu vestido
y el que legítimo usaste,
que creo que en él dejaste
la más parte del sentido.

REY ¿Que ha quebrado la prisión?
RUFINO ¿Quién, señor, le ha de guardar
sabiendo su condición?
REY Hierro y puertas, a pesar
de la mayor presunción.
Maté al fin un hierro duro,
di de estocadas a un muro.

ORANTEO Que es bella con tanto extremo,
que al más fuerte Hércules temo,
como llegase a su vista,
que en viéndola no se vista
la camisa en que me quemo.
Trátala bien si he de ser
tu hijo, y no la pretendas
infamar y oscurecer,
que a Laura le sobran prendas
para ser de un rey mujer.

REY No importa; al oro responde
la mujer más escondida.

ORANTEO A conquistarte van todos,
y el mismo Rey, Laura, es fuerza.
LAURA Ya lo veo, ¿qué he de hacer?
ORANTEO Confiados todos van
que el oro te ha de vencer;
pero engañados están
después que no eres mujer.
LAURA ¿Luego siéndolo tenía
algún peligro?
ORANTEO Podrá
este loco imaginar;
que un monte suele allanar
el oro con la porfía.

OCTAVIO ¿Laura a mí?¿Yo a Laura?¿En qué
tal pensamiento fundé?
¡Líbreme Dios de mí mismo!
Laura, a mis ojos abismo,
cielo de mí mismo fue.
Unas ligas, unas medias
¿han hecho en mis pensamientos
tan espantosas tragedias?

REY Octavio amigo, puesto que los hombres
confían más del bello sol que sale
que del que ya se pone, porque piensan
que aquél comienza lo que acaba el otro
la posesión del bien entre discretos
excede las mayores esperanzas,

REY Sabiendo, pues, que Laura no tan sólo
es casta, recogida y virtuosa,
pero que excede en esto a las pasadas
cuyos nombres celebran la fama y el tiempo,

OCTAVIO Vencer a Laura por lascivo término
es alcanzar del mismo sol un rayo
o recoger la mar en urna breve.
Y así pienso valerme de un engaño
que hacen a los hombres los espíritus;

REY ¿Laura, no? Príncipe, aguarda;
que el Conde que los vio juntos
no se debió de engañar.
RUFINO Este fue el mismo lugar,
y aquí se juntan por puntos.
Y mira si esos dos son.
ORANTEO De Laura, es aquel vestido.
REY Y el alma y cuerpo, que han sido
tu cielo y adoración.
LEONARDA Mal correspondes, Octavio
a mi infinito querer.

ORANTEO Porque hierro no ha de entrar
a deshacer el altar
del ídolo que adoré.
No tengas deso recelos,
que hoy, testigo son los cielos,
la quiero más que jamás,
porque amor se aumenta más
con esto que llaman celos.
Aborrézcola en extremo,
aunque llore y se desangre,
y escucharla o verla temo;
quisiera beber su sangre,
y por hablarla me quemo.
Pero no; yo he de morir
y el alma se ha de sufrir.

ORANTEO Y decirme hombre viviente
que a Laura quiere gozar,
y más quien me vio llorar,
y llorar tan tiernamente,
es obligarme a perder
el seso, pues para Dios
casados somos los dos:
Laura sola es mi mujer.
No me veas en tu vida
ni entres a donde esté,
y agradece que no dé
satisfacción merecida
a tu mucha libertad.



EL  LEAL CRIADO

LEONARDO ¿Pues cuánta mejor disculpa
mis deseos hallarán
en venir desde Roán
por una amorosa culpa?
¿No es mayor una mujer
que una ciudad y que un mar,
siendo un mundo de pesar,
siendo un cielo de placer?
Pues quien a ver ha venido
cosa tan grande y hermosa,
que es mar de gusto espaciosa
y guerra de alma y sentido,
¿en qué, dime, pudo errar,
o lo llamas desatino,
pues en efecto a ver vino
mundo, cielo, guerra y mar?

LEONARDO Ves esta hermosa mujer
como en el entendimiento,
donde se ha representado
con tan angélica forma,
que quiero ver si conforma
lo vivo con lo pintado.
Y podrá ser que no sea
como en la idea la vi,
y que no la hallando así,
en ella mi engaño vea.


EL MAESTRO DE DANZAR

TEBANO Verdad es que es el danzar
el alma de la hermosura,
que más que el rostro procura
persuadir y enamorar.
Que aquel ágil movimiento
muestra con mayor afecto
un sentimiento secreto
que nos muestra sentimiento.
FELICIANA Tiene Tebano razón,
porque hace hermosa la fea,
y a la hermosa que lo sea
con mucha más perfección.
Buenas estamos las dos,
muy feas, y sin sabello.
FLORELA No es tarde para aprendello,
mi señor, si queréis vos.
ALBERIGO A tus bodas, mi Florela,
no les pondrán esta falta;
por lo menos, baja y alta
aprenderás.
FLORELA Danzaréla,
y lo demás que quisieres;
porque en la conversación,
son, las que no danzan son,
retratos, y no mujeres.
Y así, cuando en estas fiestas
no salen luego a danzar,
colgadas habían de estar,
que no en 
el estrado puestas.
FELICIANA De mí, te sé yo decir,
que estoy corrida en extremo.
FLORELA Aquí los que danzan temo,
y que me han de hacer salir;
y así me transformo en esto,
que me han salido colores.
ALBERIGO ¿Y qué importa que lo ignores
si lo has de saber tan presto?

ALDEMARO Saben ya, amigo, quién soy.
CORNEJO Y que la cena se enfría.
ALDEMARO Si para serviros valgo,
a serviros he venido.
TEBANO Galán.
FLORELA Bizarro.
FELICIANA Escogido.
ALBERIGO Y presencia de hombre hidalgo.
FLORELA Extremado, aunque pequeño.
FELICIANA ¡Qué diestro debe de ser!
ALDEMARO ¿He de hablar, he de saber
en presencia de mi dueño?
ALBERIGO ¿De dónde sois?
ALDEMARO De Aragón.

TEBANO Muy bien se echa de ver.
FLORELA Cierto que parece noble.
ALDEMARO Y vos a mí, hermosa al doble,
y más ángel que mujer.
FELICINA ¿Qué danza sabéis?
ALDEMARO Muy muchas;
sé una francesa nicarda
y sé una bella gallarda,
(menos que tú que me escuchas).
FELICINA ¿Nicarda?¿Qué danza es esa?
ALDEMARO Del instrumento estoy falto:
cabriola, abrazo y salto.
FELICINA ¿Cómo abrazo?
ALDEMARO A la francesa;
(y cual os le diera yo
a la española, mi bien).
FLORELA Y esa gallarda, ¿es también
francesa?
ALDEMARO Señora, no;
es navarra, y de Tudela;
que así la suelo llamar,
(y aun estuve por nombrar
que es la gallarda Florela).

ALDEMARO Hablé, vi, gocé, sentí,
estuve, miré, llegué,
viéronme, habláronme, fue
verdad que gocé y que vi.
Belardo, ¿qué te detienes
que albricias no me has pedido?



SAN SEGUNDO

FILETO Muéstrame ahora otra cosa
que me sea más gustosa.
HERMÓGENES ¿Qué quieres ver que esté ausente?
FILETO Amo a Celia eternamente,
porque es en extremo hermosa.
HERMÓGENES Toma este pequeño espejo.
FILETO Muestra.
HERMÓGENES Ábrele.
FILETO ¡Cielo santo
con otro toma consejo!
HERMÓGENES ¿Tócase?
FILETO Sí.
HERMÓGENES ¿Puede tanto
la gran fuerza de aquel viejo?
FILETO Que en lugar de verme, vea
la que mi alma desea.
¡Ay, espejo milagroso,
quién se viera tan hermoso!
HERMÓGENES Quiero que parezca fea.
FILETO ¡Ay de mí!¡Tómale allá!
HERMÓGENES ¿Qué has visto?
FILETO La misma vi,
y fea en extremo está.



EL VERDADERO AMANTE

AMARANTA Conocíle poco tiempo,
y así el sentimiento es poco.
Igualo al tiempo el dolor,
y esto no es de pecho ingrato;
que a nosotras sólo el trato
nos obliga a mucho amor.


LOS DONAIRES DE MATICO

MATICO Perdí mi patria por ti,
mis padres, perdí mi bien
y perdí mi honra también,
que fue lo más que perdí.
Perdí mi ser y mi nombre,
que he perdido el ser mujer,
aunque esto no fue perder,
pues he ganado el ser hombre.
Mas si perdí, que hombre eres,
y si todos tales son,
ser quiero en esta ocasión
la más vil de las mujeres.


EL MOLINO

PRÍNCIPE Ya, Valerio, el sol se pone.
¿Qué haré?
VALERIO Ten sufrimiento.
DUQUESA ¿Mandáis, señor, otra cosa?
PRÍNCIPE ¿Qué, os vais?
VALERIO ¿De qué estás cobarde?
Ásela el brazo.
PRÍNCIPE Ya es tarde.
VALERIO ¿No es mujer?
PRÍNCIPE Es muy hermosa.
Y una divina hermosura
obliga a tener respeto.
VALERIO Jamás el cobarde efeto
gozó de la coyuntura.
PRÍNCIPE Aquí, mal la puede haber.
VALERIO Poco vales para amor.
PRÍNCIPE Temo a Celia.
VALERIO Anda, señor
que basta que sea mujer.

RUFINO El tiempo que estuviste no fue poco:
harto lugar tuviste de miralla
y aun de poder decir tu pensamiento.

DUQUESA Háblenme de placer las piedras mudas.
¡Ah, torre fuerte que mi bien esconde,
combatida del agua que te baña!
¿A dónde le hallaré dedidme, a dónde?


LAS FERIAS DE MADRID

ADRIÁN ¡Ah, mujeres embaidoras,
lleve el diablo quien se fía
de vuestra...
ROBERTO ¡Paso!


BELARDO EL FURIOSO

Sale Floripeno, pastor.

FLORIPENO Quedaos, ovejas tristes, derramadas
por esos altos y empinados riscos;
que mejor andaréis que mal guardadas,
paciendo a solas malvas y torviscos;
las hierbas, del rocío aljofaradas,
sin que os detengan el redil ni apriscos,
podéis pacer, primero que el aurora
la copia esmalte de la bella Flora.
Paced, siquiera, adelfas venenosas,
y entre ellas el postrero paroxismo;
bebed las aguas turbias y dañosas
y, despeñadas, id al propio abismo;
que mal tendrá cuidado de otras cosas
el que apenas le tiene de sí mismo;
perded cuidado que, perdido, os cobre
rico de males y de bienes pobre.
No ha menester el solo compañía,
ni consejo el que está desesperado;
que yo no soy pastor como solía,
perdido guardo, ya que no ganado;
para sólo buscar la muerte mía
desnudo voy mejor, y sin cuidado;
ni quiero que pastor mi hacienda herede,
pues mis desdichas heredar no puede.
Pasado ha el sol por su dorada cinta,
bordada de figuras celestiales,
donde calienta, abrasa, adorna y pinta
marinos y terrestres animales,
diez cursos, desde el punto que Jacinta
fue causa de mis largos males;
diez años la he servido, y en diez años
no tengo más provecho que mis daños.

BELARDO Si hecho está el concierto,
un desafío a ese villano escribo.
¿Sabes qué pienso?
SIRALBO ¿Qué?
BELARDO Que estoy abierto,
según el aire y el dolor recibo,
desde el cuello hasta el pie, y que dentro el pecho
se me parece el corazón deshecho.
¿Está Jacinta en él, por vida mía?
¿Cómo está el corazón con tanta mengua?
¿Hay fuego, o sola la ceniza fría?
¿Hay llamas, hay incendio, crece o mengua?
¿Quéjase el corazón como solía?
¿Qué me miras y callas?¿Tienes la lengua?
SIRALBO ¡Válame Dios! De lástima he callado;
estás hecho ceniza de abrasado.
Ni tienes hiel, ni tienes asadura,
ni se parece más que el espinazo;
el corazón es un carbón.

SIRALBO Ya no la veo, y la razón ha sido
que el pecho con un golpe se ha cerrado.
BELARDO Dices verdad: de golpe el pecho tengo,
pues tantos he sufrido y no me vengo.
¡No me vengo!¿Qué es esto?¡Vive el cielo
que tengo de escribir el desafío!
Daca papel, Siralbo.
SIRALBO Aquí está el suelo;
que no hallarás otro papel, yo fío.
BELARDO Qué, ¿no me das papel?
SIRALBO ¿Papel? Recelo
que en todo el bosque no le habrá.

LERIDANO Ya después que te huiste
y en el bosque no te hallé,
Cristalina, imaginé
qué manso fue el que perdiste.
Perdiste, ingrata, a Belardo,
que del valle se ausentó,
porque su bien le quitó
otro pastor más gallardo,
que aunque en tu pecho amoroso
nadie le iguala en el talle,
sin muchos que hay en el valle,
le ha vencido Nemoroso.
FLORIPENO En voluntad de mujer,
que siempre da en lo peor,
¿quieres tú, con tal rigor,
ley de justicia poner?
Cristalina amó ese mozo,
ella se sabe por qué,
que un tiempo en la villa fue
escándalo y alborozo,
mas ya de su entendimiento
creo que está arrepentida.

BELARDO ¿Que eres tú a quien ella ha dado,
como paloma, mil besos
que están como en cera impresos
de aquel pico regalado?
¿Que eres tú aquel venturoso
rico de hacienda no más;
que de ingenio pobre estás?
SIRALBO Digo que soy Nemoroso:
y es de muy pobres, hermano,
esa ordinaria razón
que los ricos necios son;
no os engañéis de liviano.
Dicen ese pensamiento
pobres locos como vos,
como si no hiciera Dios
ricos con entendimiento.
Hay mil ricos muy discretos,
aunque mi materia toco,
y muchos que saben poco
a gran pobreza sujetos;
sino que es ya su venganza
hacerlos necios por fuerza.

SIRALBO Digo que en este desprecio
se ve que eres pobre y necio.
BELARDO Tu escritura, tu concierto...
Eso no. ¡Muere, villano!
SIRALBO ¡Muere tú!
BELARDO ¡Muere traidor!

BELARDO Mas, ¿que allá fuiste y lloraste?
JACINTA Nunca más me acordé de él.
BELARDO ¿Qué se hizo la escritura
y aquel firmado papel?
JACINTA En la misma sepultura
quedó enterrada con él.
BELARDO ¿Luego ya ni da ni toma
los besos de la paloma,
puestos como sello en cera?
JACINTA Sólo ya su cuerpo espera
a que la tierra le coma.
BELARDO Según eso, ¿a mí me quieres?
JACINTA ¿No ves que el primer amor
siempre dura en las mujeres?
BELARDO Y entre los hombres, mejor.
JACINTA Fui yo...
BELARDO ¿Luego no lo eres?
Y así, señora, querría
que desde este alegre día
me volvieses a querer.
JACINTA ¿Luego no lo pienso hacer?
Digo que eres alma mía.
BELARDO ¿Que soy tu alma?
JACINTA ¡Pues no!
BELARDO ¿Quién, siendo tan buena amiga,
con el oro te engañó?
Mas el oro, ¿a quién no obliga?
¿A cuál César no rindió?
Confírmese esta amistad
en que con gran voluntad
me abraces.
JACINTA Sí, pero quiero
que en el cielo veas primero
aquella gran novedad.
BELARDO Pues ¿qué tiene el cielo ahora?
JACINTA ¿No ves, a donde el Oriente
las nubes esmalta y dora,
bañándose en una fuente
sus hermosos pies la aurora?

Elévase a mirar al cielo Belardo, y vase Jacinta sin que la vea.

BELARDO Hacia el Oriente he mirado,
y como hijuelo enseñado
del águila, el sol vencido,
y más que Faetón sufrido
la luz del carro dorado.
Pero ni fuente parece,
ni está tan sucia el aurora,
que harto lavada amanece
con el rocío que llora
cuando la tierra humedece.
¡Jacinta!¡Jacinta amiga!
Mejor dijera enemiga,
que me engañó, que se fue;
pero yo la alcanzaré
aunque el mismo viento siga.
Dicen que el hombre ha de hacer,
por no obligalla a mudanza,
confianza en la mujer;
quien tiene esa confianza,
corrido vendrá a correr.

NEMOROSO ¡Qué vejez o qué fiereza
para enseñarse a hechizar,
y qué hermoso conquistar
mal talle y mucho pobreza!
¿Donde hay tantos Apolos
sujetos al gusto suyo,
buscara, del hijo tuyo,
versos y requiebros solos?
A la fe, tú le debieras
querer más, pues el juicio
que ha perdido ha dado indicio
del valor que vituperas;
porque de haberle tenido,
cosa que no se creyó,
satisfechos nos dejó
con sólo haberle perdido.
Id con Dios; que yo me ofrezco
de dar cuenta de Jacinta.

CRISTALINA ¿Es posible?¿Si será...?
Basta ser desdichada mía.
¡Llegó de mi muerte el día,
ya soy muerta, muero ya!
¡Oh, falso loco fingido!
¡Oh, celos ya declarados!
¡Oh, pensamientos burlados
y honesto amor ofendido!
¿Qué haré? Rasgaréme el pecho,
saldrá siquiera el calor;
pero no saldrá el traidor;
mas saldrá pedazos hecho.
¿Yo era madre, yo era aquella
loada de tus hazañas?
¡Sal, traidor, de las entrañas
y el alma; no estés en ella!
Hoy triunfo, hoy será mi palma,
más si convertido está
en el alma, no podrá
salir si no sale el alma.
Todo cuanto veo me ofende:
¿qué hace aqueste roble aquí?
¡Hola!¿Duéleste de mí?
¿Qué dirá? Si no me entiende.


LAS BURLAS DE AMOR

RICARDO Después que soy rey, es justo
representar lo que soy.
REINA Basta, que os habéis vengado.
RICARDO ¿De manera, que trazado
estaba mi casamiento?
TEUCRO Sí, señor.
RICARDO Trazas al viento.
FABIO ¿Cómo al viento?
RICARDO Estoy casado.
TEUCRO ¡Casado!¿Con quién?
RICARDO Con quien
es el dueño de mi vida.
Veisla presente.
FABIO No hay bien
que la fortuna no impida
con su mudanza y vaivén.

RICARDO Ya, Reina, que cierto ha sido
la nobleza con que gano
el nombre de tu marido,
dame aquesa hermosa mano.
REINA Ese matrimonio impido.
RICARDO ¿De qué es el impedimento?
REINA De que en este casamiento
hay mucha desigualdad.
RICARDO Será de la voluntad,
mas no del merecimiento.


LOS CELOS DE RODAMONTE

MANDRICARDO Bastarán palabras pocas,
dama por extremo bella,
y en la materia que tocas;
si es roca, entraré por ella,
que no me resisten rocas.
Esta aventura es pequeña;
señora, el lugar me enseña,
mientras un árbol destronco;
que quiero, con sólo el tronco,
hacer pedazos la peña.


EL HIJO VENTUROSO

FRANCINO Laurica es un oro.
HORACIO (¡Ay!,
que el verla me torna loco.
En triste punto me trujo
Mauricio que viese a Laura,
que ya de vivir el aura
el corazón me restrujo.
¿Qué tiene aquesta mujer,
que en el punto que la veo
muero de envidia y deseo
de ver que de otro ha de ser?
¡Válgame Dios, qué locura!
No debo de estar en mí.)
COTALDO Pues ya confirmado el sí,
¿qué resta?
MAURICIO Hacer la escritura.
COTALDO Entremos, Francino.
FRANCINO Vamos.
MAURICIO ¿Y Horacio?
HORACIO Yo aquí me quedo.
MAURICIO Fiarte mi Laura puedo.
FRANCINO ¿Qué es el dote?
COTALDO En eso estamos.


LA INFANTA DESESPERADA

CASTALIO Ello fue suerte dichosa,
y con esto se concluya.
BELARDO Yo soy tuyo.
BELISA Yo soy tuya.
NEMOROSO Galán novio.
CORIDÓN Novia hermosa.


EL GRAO DE VALENCIA

RICARDO Callá, ¡por Dios!¿Estáis loco?
¿Pensáis que estimo en tan poco
los favores de Leonora? [Billete]
"Por no empezar cosas que no se acaban,
no hice anoche en aquella calle lo que haré
mañana en el campo. Don Pedro y yo espe-
ramos a don Félix y a vuesa merced en las
Barracas con las armas que tenían delante
de las mujeres con quien se hacen hombres".
FÉLIX ¡Brava sentencia, por Dios!
RICARDO Y viene definitiva.
¿Qué me decís que le escriba?
FÉLIX Dos necedades y un vos.
RICARDO No, no; reportaros un poco;
honremos al enemigo,
que la pluma no es castigo
de los agravios de un loco.
Quien a su enemigo estima,
mucho vence si le vence.
FÉLIX Pruebe los filos, comience.
¿Piensa que juega a la esgrima?
RICARDO Pues ¿qué?¿Pícase de diestro?
FÉLIX Es un fanfarrón gallardo;
mas el ánimo, Ricardo,
nunca le enseña el maestro.
RICARDO Es viva la toledana.
FÉLIX Anteayer se acicaló.
RICARDO Ésa pienso llevar yo,
que es hoja tiesa y liviana.


LOS AMORES DE ALBANIO Y ISMENIA

VIRENO ¿Qué viste?
ASCANIO Encontrados
de Albanio y Ismenia fiera
los ojos enamorados,
tanto, que un ciego pudiera
adivinar sus cuidados.
Vi los espíritus vivos
que de los ojos salían,
como rayos atractivos,
que poco a poco encendían
los corazones cautivos.
Vi que se estaba mirando
Ismenia en los ojos dél,
y que él la está contemplando;
ella abrasada por él,
y él por ella suspirando.
No es el niño que han traído
el que hoy han apadrinado,
sino el amor, que hoy ha sido
por los ojos engendrado
y en las entrañas nacido.
Mas si ella es Venus hermosa
y él Adonis, que en rigor
tiene esta tierra envidiosa,
que nazca de nuevo amor
no parece injusta cosa.
VIRENO Calla, no me digas más,
que bien parece que estás
enamorado de burlas,
pues de los celos te burlas
que recibes y me das.
En fin, que amor ha nacido,
de los dos, apadrinado.
Haz cuenta, Ascanio, que ha sido
un demonio bautizado,
aunque en ángel revestido.
Que quien tan hermoso y tierno,
de celos, al duro infierno
un alma puede atraer,
de aquéllos debe de ser
que viven en fuego eterno,
y tanto es verdad segura,
cuanto de Ismenia nació
este amor o desventura,
pues al infierno cayó
del cielo de su hermosura.
¡Vive Dios! que rabio y muero
y que espero con su muerte
remedio a mi daño fiero.

Sacan unos platos de colación y digan los músicos cantando mientras se da:

A la gala de la madrina,
que nadie la iguala en toda la villa.

Esta graciosa zagala
vence a todas en la gala,
y ella a sí mismo se iguala,
porque es de suerte divina
que nadie la iguala en toda la villa.

Fue tal su valor divino,
que en algún modo convino
que la igualase el padrino,
porque era tan bella y linda
que nadie la iguala en toda la villa.

VIRENO Ya digo.
Por la D un camino sigo
donde despeñarse temo.
Voy, en fin, a una ciudad
que se llama la desgracia.
SILVANA ¿Qué es lo que dices?
VIRENO Dalmacia
iba a decir, en verdad.
En la venta en que posé
el ventero se llamaba
Demonio, y casado estaba
con el desdén de mi fe.
DALISO Gentil marido y mujer,
casados sin bendición.
¿Qué te dieron?
VIRENO Un dragón.
DALISO Duro será de comer.
VIRENO Fue el pescado una desdicha,
iba a decir un delfín.
Y fueron principio y fin
mucho daño y poca dicha.
SILVANA Extremadas frutas son.
VIRENO Pues pusiéronme otras ciento:
dolor y desabrimiento
y gran desesperación.
ISMENIA Diga ascanio.
ASCANIO La E.
Yo os diré, porque os disguste,
que a la ciudad del Embuste
por tierra y mar caminé.
Hallé casa, por mi daño,
llena de sombras y miedo.
Era el huésped el Enredo
y su mujer el Engaño.

ISMENIA Haz que las almas estén
como las manos, asidas.
ALBANIO De la mía lo aseguro.
ISMENIA Pues yo también de la mía.
ALBANIO Yo lo afirmo.
ISMENIA Yo lo juro.
ALBANIO Amor a entrambos nos fía.
ISMENIA Yo soy hiedra.
ALBANIO Yo soy muro.
ISMENIA ¿Dónde vas?
ALBANIO Aquí me quedo.
ISMENIA Pues ¿no te vas?
ALBANIO ¿Cómo puedo?
ISMENIA Luego ¿aquí te quedas?
ALBANIO Sí.
ISMENIA ¿Y si te vas?
ALBANIO ¡Voy sin mí!
ISMENIA Pues ¡llévame!
ALBANIO ¡Tengo miedo!
ISMENIA ¿Que temes?
ALBANIO ¡Tu daño temo!
ISMENIA ¿Olvidarásme?
ALBANIO ¡Jamás!
ISMENIA ¡Ya me abraso!
ALBANIO ¡Ya me quemo!
ISMENIA Pues conmigo y sin ti vas,
dime dónde...
ALBANIO Voy de Extremo,
que pues lo soy de querer,
en todo le he de tener.

ANTANDRA Conozco tus libertades
y conozco tus desdichas,
y estas cosas para dichas
aun eran muchas verdades,
cuanto más para los ojos.
Ahora bien, no más conmigo;
ya te conozco, enemigo,


EL DÓMINE LUCAS

FLORIANO Yo, sí
que a tus razones dormí
fuerza de amor inhumano.
Que el alma que está despierta
a mil penas y pasiones,
a la luz de tus razones
se duerme obstinada y muerta.
Y porque es muy ordinario
de tu amor aconsejarme,
quiero ahora consolarme
con este dolor contrario.
Que todos tus argumentos
aquí se han de resolver,
que amor de amigo y mujer
son contrario elementos.
Tú me encaminas al bien
y Lucrecia, a tanto mal,
que hoy, por medio desigual,
quiero probar su desdén.

DECIO Estaba loco
hombre que tal enviaba;
mas yo que salí, lo estaba,
no siendo el peligro poco.
¿A quién he de preguntar?
que no hay un hombre en el suelo
ni una estrella en todo el cielo
por quien me pueda guiar.
Pues yo soy muy animoso,
no hay sombra que no me asombre
con imaginar que es hombre.
¡Válgame Dios poderoso!
Hele aquí puesto delante,
o que de arriba cayó.
FLORIANO ¿Qué gente?
DECIO ¡Díjelo yo!
FLORIANO ¿Qué gente?
DECIO Un pobre estudiante.
FLORIANO ¿Estudiante?¿de a dó bueno?
DECIO Salmanticense, señor.


EL PERSEGUIDO

ARNALDO ¡Qué peligrosos enojos
son los que causa el honor!
¿En qué parte de la tierra
distinta o inhabitable
la fe del hombre se encierra?
Pues ya el mundo miserable,
todo es traición, todo es guerra.
¿A dónde está la verdad,
la lealtad, el amistad?
Pero subiéronse al cielo,
que las echaron del suelo
la mentira y falsedad.
Ya no hay criado leal:
ya el amigo es enemigo;
tirano el más natural,
porque da el mayor amigo,
por mucho bien, mucho mal.
Mas ¿por qué puedo creer
que pretende a mi mujer
un hombre que yo he criado
y el ser que tiene le he dado,
si no es que ha perdido el ser?
Pero él viene.


EL MÁRMOL DE FELISARDO

TRISTÁN ¿Preguntan damas por mí?
¿Qué dicen, por vida mía?
CRIADO Que eres, señor, un Narciso.
TRISTÁN ¡Bueno!
CRIADO Y que les lleve allá.
TRISTÁN ¿Quién más lastimada está?
CRIADO Una que hoy hablarle quiso.
TRISTÁN ¿Cómo ha nombre esa mujer?
CRIADO Doña Julia.
TRISTÁN No lo intente;
que Julio será caliente.
CRIADO Otra vino a verte ayer;
pero es gorda en gran manera,
y nunca arriba llegó.
TRISTÁN ¿Por qué?
CRIADO Porque se sentó
diez veces en la escalera.
TRISTÁN Ponla otra vez en la grúa,
y entrará por la ventana,
y tu pondráste mañana
el vestidillo de rúa.

TRISTÁN ¿Para qué gastáis jalea
en si te quiero o no quiero?
Es boba Elisa, y no entiende
Elisa que Felisardo
sólo gozarla pretende.
ELISA Lo que con los brazos tardo,
sólo el temor lo defiende.
Eres destas niñas sol,
deste pensamiento el alba,
desta nave y mar farol.
FELISARDO Yo soy en firmeza palma.
ELISA Yo, el juramento español.

TRISTÁN ¡Que siempre entre amantes pase
esta necia cortesía!
Luego dice el amador
al tercero, por favor,
que le dará vida y alma,
y nunca pone en la palma
oro y plata, que es mejor.

DORISTEO Tu verde edad
no te da lugar de ver
que no es buena para ti
mujer que viste y que vi
que otro la llamó mujer;
que aunque la tengo por casta,
y ser bien nacida sobra,
la sospecha de la obra
para aborrecella basta.

AURELIO Creo
que conozco en su deseo
que no se quiere engañar;
que mármol habían de ser
cuantas mujeres se casan,
así por lo que ellas pasan,
como por no responder.
ALMIRANTE Si se sosiega con esto,
haré que a Drusila quiera.


LA BELLA MALMARIDADA

CONDE Yo, amigos, nunca le hablé,
que aunque pené y padecí,
nunca tal bien merecí,
ni aun a mirarla alcancé.
Siempre viví despreciado
de su infinito valor;
nunca mereció mi amor
este lugar levantado,
Siempre a mí me aborreció,
y lo que he por mí pedido,
he por los dos merecido.


LA FRANCESILLA

FILIBERTO Señora, no sé si acierto...
CLAVELA ¿Qué es aquesto, Filiberto?
FILIBERTO Amor, señora.
DORISTA (¡Ay, asnazo!)
CLAVELA ¿Qué tienes?
FILIBERTO Amor, señora.
CLAVELA ¿Qué haces?
FILIBERTO Señora, amor.
CLAVELA ¿Conmigo?
FILIBERTO Amor y temor
fuerzan el alma que adora.
CLAVELA Déjame.
FILIBERTO Mi amor te iguala.
CLAVELA ¿Fuérzasme?
FILIBERTO Amor y fe.
DORISTA (Estáte siempre en la be,
como el cordero que bala.
Amor, amor, en rigor,
es obras, obras es ya.)
FILIBERTO (La primera letra es A
del a, be, ce, del Amor.
Mientras de aquí no me apartes
no diré más, ni lo creas.)
DORISTA (Pues si siempre, deletreas,
nunca juntarás las partes.)
FILIBERTO Señora, dadme una mano.
CLAVELA ¿Con qué fe?
FILIBERTO La de marido.
CLAVELA ¿Será cierto?
FILIBERTO Así la pido.


EL MARQUÉS DE MANTUA

ALDA ¿Qué dices?
CARLOTO Que así ha de ser:
no fíes de quien bien quiere
a solas una mujer.

SEVILLA ¡Vete, por Dios!
CARLOTO Voyme. ¡Oh cielos,
que voy muriendo de celos
de que te dejo en su mano!
Mas no seré yo Carloto
si no te gozo algún día.


EL ARGEL FINGIDO Y RENEGADO DE AMOR

LEONIDO ¡Guárdate allá,
mudable, falsa, perjura!
FLÉRIDA ¿Cómo es eso?¿Qué locura
atrevimiento te da?
LEONIDO La locura fue el querer
una mujer que ha querido
a quien ya puso en olvido.
Mas ¿qué mucho? era mujer.

LEONIDO Calla, necio, que es locura
cuando es buena la mujer
y el hombre amarla procura.
Si él es negro en proceder,
será negra su ventura.


EL BLASÓN DE LOS CHAVES DE VILLALBA

DOROTEA No te espantes, señor mío,
que como tu desafío
todo es armas y bravatas,
cuantos te sirven y tratas
andan con el mismo brío.
Y si en las cosas de Marte
puede, por ventura, amor,
aunque tierno, tener parte,
dime qué sientes, señor.
¿Puedo ya en Bárbara hablarte?
CHAVES Doroteo, ¡vive el cielo!,
que con la duda y recelo
de que fue en esto culpada,
dentro del alma abrasada
me nace otra alma de hielo.
Fuera desto, el desafío
me ha quitado todo amor;
que es honor de un rey y mío,
y de mi patria es honor.


EL SOLDADO AMANTE

RODIANA No soy yo, Conde, de aquellas,
que por ganar fama y nombre,
hacen los ejemplos de hombre
que pierde el seso por ellas.
Pues toda su cantidad
fue porque no les agrada,
porque no hay puerta cerrada,
si llama la voluntad.
No quiero yo, si me quieres,
castigar tu pretensión;
que eres hombre, y hombres son
los que han de amar las mujeres.
Pero advierte que me quieras
sin volvérmelo a decir,
que una vez podré sufrir
lo que en mi honor vituperas.
Que soy mujer y diamante,
pues tanto reyes desprecio.
CONDE Yo, señora, callaré
como desigual amante.
Y será justo que calle,
pues satisfecho me dejas;
que no moverán mis quejas
a quien no mueve mi talle.
(¡Extraño y duro silencio!
Mas yo gemiré mis males,
pues ya de los animales,
sin lengua, no diferencio.
Quien te merece te goce;
que yo, triste, lloraré
mi mal empleada fe.)
RODIANA (Mal el Conde me conoce.)
Ni me hables, ni me ruegues
sobre casos semejantes.

Sale Paladio.

PALADIO Nunca en casos importantes
a nadie la puerta niegues.
¿Dónde está la Reina?


LA CONTIENDA DE GARCÍA DE PAREDES
Y EL CAPITÁN JUAN DE URBINA

DIEGO Y digo, señora mía,
que sois tan mala aunque os pese
que si por suerte algún día
cuanto es maldad se perdiese,
cifrado en vos se hallaría.
No fue Faustina tan mala;
la gran Tais no os iguala,
ni la que enseñó a poner
precio al gusto en la mujer,
que ya se tiene por gala.
Sois más fea que Tersite,
y tan necia como vos,
porque no hay quien os imite;
y si algo no hizo Dios,
sois vos, si esto se permite.
Si disparate no fuera
que el demonio hacer pudiera,
como se dice, personas,
y por ellas hizo monas,
en vos su hechura se viera.
CLARINDA No digáis más, bellacón;
que a vos os escojo y quiero,
por gallardo y fanfarrón.
DIEGO Que me deis la mano, espero.

URBINA Las mujeres van con quien
mejor las conoce, y creo 
que el retratarla más bien
pudo encender su deseo
y engendrar nuestro desdén.

CLARINDA Éste es Fulvio, a quien solía
estar sujeta, y podría
desatinarle mi amor.
Él llega: por mi vida vuestra,
que huyamos por esta esquina.

URBINA Con ella vengo.
Y eso de volver esquina
a éstos decirlo puedes;
que soy alma de Paredes
y cuerpo de Juan de Urbina.
FULVIO Quitáronmela, cual digo,
tres marranos españoles
AMIGO ¿Y ella no lloró?
FULVIO Lloróles,
pero no volvió conmigo;
antes no acude a su casa,
ni desde entonces la vi.
AMIGO ¿Si es ésta por dicha?
FULVIO Sí.

FULVIO ¿Haste casado Clarinda?
CLARINDA Yo no.
FULVIO ¿Pues qué?
CLARINDA Españolado,
que es como haberme casado,
pues no ha fuerza que me rinda.

DIEGO Huyamos
que si a los atrevidos favorece
y es a los temerosos importuna,
de los cabellos llevo la fortuna.


EL INGRATO ARREPENTIDO

ALBANO Bien sabes que aquel desdén
por quien hice aquesta ausencia
de Lisardo y de Florencia
tuvo la culpa también;
que aquel celoso despecho
con que me vine a partir
no me dejó despedir
de la mitad de mi pecho.
Y como también juré
no escribir, no le escribí,
y así no sabe de mí,
ni aun yo sé si de mí sé.

ALBANO Amigo Tancredo, sí:
ni he de hablalla, ni he de vella.
TANCREDO Ea, león, que ha diez meses
que te enojaste y partiste.
ALBANO ¿Diez meses no más dijiste?
¡Ay, si amases y te fueses!
Pinta en mi dolor profundo
desdenes y desengaños,
Tancredo amigo, los años
desde el principio del mundo.

TANCREDO Pero era un hombre menguado,
sin género de sentido,
y por eso parecido
a cualquiera enamorado,
que todos sois mentecatos
y andáis contando imposibles.
ALBANO ¡Cosas tienes insufribles!
Yo seré ejemplo de ingratos:
yo haré que entienda Fulgencia
que ya mi amor tuvo fin.

ALBANO ¿Quieres, cruel,
que tu vil sangre derrame?
¿Yo ver a Fulgencia más?
¿Yo acodarme de Fulgencia?
¿Yo, Fulgencia, en tu presencia?
¿Fulgencia hablarme jamás?
¿Fulgencia mirarme a mí?
¿Yo a Fulgencia dar la mano?
Ya no es Fulgencia de Albano,
ya murió Fulgencia en mí.
Fulgencia con obras malas
que la aborrezco te avisa.
TANCREDO Eso sí, nómbrala aprisa,
que por Dios que te regalas
en el ausencia y cuidados
de la que adoras y quieres.
Como los muchachos eres
cuando van por los recados,
que van diciendo su nombre
porque no se les olvide.

ALBANO ¿No has visto un toro encerrado?
¿No has visto un caballo suelto?
¿No has visto un tigre sin hijos?
¿No has visto un esclavo huyendo?
Pues así partí furioso
y en el hábito que tengo
partí a Roma peregrino,
sin voto ni jubileo.
LISARDO No digas más ni pases adelante,
Albano amigo, en tu amorosa historia;
disculpa tienes, y tendrás bastante
con quien sabe de amor, que es pena y gloria.
No me decir secreto semejante
para conmigo es obra meritoria,
que quien dice el secreto de su dama
su amor ofende, calidad y fama.
Pésame que tan mal me sucediese,
y mucho más de que tan leve injuria
con tu celoso amor tanto pudiese
que te precipitase a tanta furia.
Ello es hecho, y es justo que te pese,
que un palabra en el amor no injuria
de tal manera que te obligue a ausencia.

LISARDO ¡Extraña tema!
ALBANO Amor me obliga  tanto.
LISARDO De los amantes de otro tiempo has sido:
¡bien sientes un desdén!
ALBANO Ya sabes cuánto.
LISARDO ¿Piensas hablalla?
ALBANO ¡Aborrecella quiero!
LISARDO ¿Sabes tú que podrás?
ALBANO ¡Por ella muero!
LISARDO Hablaremos en ello ahora, Albano.
En mi casa tendrás un aposento,
que mudando ese traje en cortesano
mudarás por ventura el pensamiento.


EL CASTIGO DEL DISCRETO

TEODORA Ya es tu marido, en efeto;
si a entender tus celos das
vendrá a perderte el respeto,
pues le muestra que no estás
de ti misma en buen concepto
Aunque la pena te asombre,
haz que el valor la reprima,
que a la mujer de más nombre,
en lo mismo que se estima,
en eso la estima un hombre.
No pidas celos; mas piensa
que quien los pide, ese día
la vergüenza y la defensa
quita y rompe al que tenía
en duda el hacer la ofensa.

RICARDO ¿Cómo descansar? No creo
que descansaré en mi vida
si aqueste hidalgo no veo.
CASANDRA Como en la corte resida,
cumpliréis vuestro deseo
RICARDO ¡Qué talle!¿Qué gallardía!
¡Que buena presencia de hombre!
CASANDRA ¿Que tan buen talle tenía?
RICARDO Fuera de ser gentilhombre,
mucho más lo parecía
con las galas de camino
y con la desnuda espada.

RICARDO Digo que si fueran seis,
fueran de sus pies despojos.
¡Qué tajos!¡Qué cuchilladas!
¡Qué estocadas!¡Qué valor,
y con qué pulso tiradas!

RICARDO Sin haber conocimiento,
Casandra, ayudar un hombre
arguye buen nacimiento.
Solo con saber su nombre
tuviera ahora contento.
Yo pienso que habrá salido
alguno dellos herido.
Es imposible otra cosa.
¡Qué destreza tan airosa!
CASANDRA ¡Por Dios, que venís perdido!
Yo digo que un ángel sea
y que es bien que agradezcáis
la vida que os dio,

CASANDRA La color se me ha mudado.
TEODORA ¿Por qué?¿Qué importa que crea
que amor de una mujer sea
si está de ti descuidado?
CASANDRA Bien dices, que él no ha de dar
en que yo soy.

ALBERTO No considero,
cundo me enojo, lealtades.
Tengo un escritorio honrado
que no admite falsedades,
que, de mis padres dejado,
se ha de guardar con verdades.
Sé que llave falsa han hecho
para sacarme el honor, 
y las guardas contrahecho,
que siendo alma era mejor
que se guardar en el pecho.
Mas como no puede ser,
no quiso el cielo poner
a nuestro pecho ese nombre,
porque de espaldas del hombre
sabe mucho la mujer.


LUCINDA PERSEGUIDA

REY ¿De qué suerte?
CONDE Di que estás
desengañado, que es mía
y por mujer me la das;
que yo al pondré ese día
donde no se traten más.
Y así podrá presumir
que engañado la prendiste.
RE Y también le has de decir
que mil quejas le dijiste.
CONDE Bien te puedes persuadir,
que le tengo amor tan fuerte
que no vendrá a su poder
aunque me diese la muerte.
REY Rosela será mujer
del Príncipe desta suerte.
CONDE Sí, señor, cásale luego,
que Rosela es muy hermosa;
consuma un fuego otro fuego.
REY Sí; pero amando otra cosa,
tarde se adquire el sosiego.
Ve y dirásle que ya quiero
casarte y librarla.

ALFREDO Dame el poder.
PRÍNCIPE Voy a buscar mi dama.
ALFREDO ¿Dónde la dejas?
PRÍNCIPE En poder del Conde.
ALFREDO MI bien, seguirle quiero.
ROSELA Es justo celo.
ALFREDO Tú sola eres mi dueño.
ROSELA Y tú, mi cielo.

LUCINDA ¡Mi señor!
PRÍNCIPE ¡Mi bien!
LUCINDA ¡Mi vida!
PRÍNCIPE ¡Qué noche que habrás pasado!
LUCINDA ¡Qué noche, sábelo Dios!;
mas quiérolo encarecer.
PRÍNCIPE Decid, a ver.
LUCINDA No hay que ver;
consideradla sin vos.


MUERTOS VIVOS

TELEFRIDO Los amantes todos van
más altos que el pensamiento,
y así sobre el cielo están,
y es que viven en el viento
y al aire esperanzas dan.
Allá tendrás la razón
de tu loca pretensión
ROSELIANO ¿El viento dices que alcanza?
Pues ya pasó de esperanza,
que ha llegado a posesión.


EL PRÍNCIPE DESPEÑADO

DANTEO veo, en fin, una mujer
asida a un olmo, y tan bella,
que lo quisiera ser yo
porque ella fuera mi hiedra.
"¿Quién es?", pregunto; y responde
que es mujer, que todo era
necesario para el miedo;
que el miedo, si es grande, ciega.
Prosigue, y dice: "Hanme muerto
mi esposo las manos fieras
de un ladrón, y del dolor
estoy de mi parto cerca".
Díjele que se animase
a llegar a nuestra aldea,
contándole, gran señora,
que estábades vos en ella.
Hízolo así, y caminando,
la hora del parto llega,
y sentándose en el campo,
que yo la tenga me ruega.
Téngola, suspira, gime
más grave que descompuesta;
que aunque viene en traje humilde
no es posible que lo sea.
Trábame el cuello y las manos,
con una vergüenza honesta;
mas fuertes necesidades
atropellan la vergüenza.
¡Por Dios, que yo la tenía
de ver de sus manos bellas
lo cristales en mis hombros,
y en mis mejillas sus perlas!,
que llorando yo también,
algunas mezclé con ellas,
aunque eran las suyas tales,
que pudieran conocerlas.
Parió en fin, aqueste niño,
¡qué dolor!, sobre las hierbas;
envuélvole en mi gabán
y dejéla, por ser fuerza.
Ella las cobró de suerte,
que por la misma alameda
me dijo que me seguía.
BLANCA ¡Oh traidor!¿Dónde la dejas?
DANTEO Ya viene cerca, señora.
BLANCA Muestra el niño.
ELISA ¡Qué risueño,
qué linda cara!
BLANCA ¡Ay, si en mí
sucediera lo que cuentas!


LOS LOCOS POR EL CIELO

INDES ¡Ay, celos, hijos de amor!
¡Ay, bastardos mal nacidos,
traidores en los oídos,
gigantes para los ojos,
de la voluntad antojos
y cárcel de los sentidos!
Pasión del entendimiento,
quimera del corazón,
batalla del pensamiento,
fuerza de imaginación;
locura del sufrimiento,
caminar del desengaño,
discursos del mismo engaño,
pólvora sorda sin trueno;
deshonra del bien ajeno
y espías del propio daño,

INDES No le tengo yo de mí
ni de ti; que fuera loco
quien esperara tan poco
de Dios que nos trajo aquí.

DONA ¡Esposo caro!
No va mala la locura;
ella ha de ser nuestro amparo.
INDES Con ella es negocio claro
que Dios librarnos procura;
no tengas, mi bien, temor.
DONA No hay temor en tanto amor.
INDES Cansarse tienen sin duda.

DOROTEO Así en cordura se muda
con el castigo el furor.
Llegad, atadlos muy bien.


EL AMIGO POR FUERZA

LUCINDA Amor de cualquier suceso
pone la culpa a quien ama,
y quien ama con exceso
cualquiera descuido infama
de los negocios de peso.
Dormirá el Conde a placer
eso que anoche veló,
que bien lo habrá menester,
y estaré velando yo
quizá porque soy mujer. 
Cuando nosotras velamos
duermen los hombres muy bien,
y más si a entender lo damos,
porque ellos se van también
si ven que durmiendo estamos.

ASTOLFO ¡Oh, terribles pensamientos!
¡Oh, insufribles fantasías!
¡Oh, mal nacidos contentos!
¡Oh, fingidas alegrías!
¡Oh, injustos atrevimientos!
¡Dejadme, sombras, aquí
acabar mi triste vida!
¡Llegad, que licencia os di,
si por cosa tan rendida
ya no hacéis cuenta de mí!
¡Quítateme de delante,
preguntador de mi vida,
que para volverte Atlante
tengo a Medusa esculpida
en mi escudo de diamante!
¿Pensáis que soy el que fui?
¡Mentís, sombras, que no soy!


ANGÉLICA EN EL CATAY

FERRAGUTO Que amor tenga este poder
no es para amor cosa nueva.
RODAMONTE ¿Que es amor como un descalzo?
¿Pone ojos y alma atrevida
a donde yo los ensalzo?
Aquello tendrá de vida,
que el acicate me calzo.








(continuará)

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