October 30, 2018

LA INFIDELIDAD ENTRE LA PROPIETARIA RICA GINEBRA Y EL CONSERJE LANZAROTE DEL LAGO

Y él empezó (EL CONSERJE): "Señora, no os he querido decir aún el gran afecto que os profeso por dos razones: una es que quería probároslo mediante un largo servicio, y otra que temía que me juzgarais vanidoso por aspirar a quien no me corresponde, siendo un simple caballero. Y aunque fuera príncipe como vos, la fidelidad de vuestro corazón no permitiría que os hablara de amor sino quien ya ha tomado posesión de él, el hijo del Infante Afortunado. Mas, así como en una cruenta guerra la necesidad fuerza a desprenderse de los propios bienes y a destruir el trigo en ciernes con tal de que el enemigo no pueda aprovecharlos, así, señora, voy a arriesgar el fruto que con el tiempo esperaba recoger, para impedir que vuestros enemigos y los míos obtengan provecho con vuestro perjuicio. Habéis de saber, señora, que desde vuestra primera juventud, en que me dediqué a vuestro servicio, no he cesado de perseguir la manera de alcanzar vuestra gracia; sólo por ello me casé con la que pensaba que más amabáis y, al saber vuestro amor por el hijo del Infante Afortunado, me he desvivido por servirlo y acompañarlo, como sabéis. He intentado con todas mis fuerzas todo aquello que creí podía complaceros. Ya veis que he logrado la gracia de vuestra madre la condesa, del conde vuestro hermano y de todos los que amáis, hasta ser en esta casa, no ya un servidor, sino un hijo. Y todos estos mis trabajos, desde hace cinco años, no han sido más que para pasar toda mi vida junto a vos. Sabed, señora, que no por ello soy de los que pretenden obtener de vos dones o placeres que no sean virtuosos. Sé que no me puedo casar con vos y, aunque pudiera, no lo haría en contra del amor que sentís por el que deseo sea vuestro marido. Así pues, tan lejos estoy de sentir por vos un amor vicioso, como el de los que esperan ver recompensado su largo servicio a costa del honor de las damas, que preferiría veros muerta antes que saberos menos digna de ser amada, o disminuida vuestra virtud por mucho placer que yo recibiera. Sólo una cosa pretendo como fin y galardón de mi servicio: que seáis para mí tan fiel señora que nunca me alejéis de vuestra gracia, y que me mantengáis en el estado que me hallo

(CONTINUARÁ)

Entonces Saffredent (LA CRIADA QUINTAÑONA) tomó la palabra, diciendo:
-Señora, cuando vuestras damas ocupan su puesto en cámaras y salones, sentadas a sus anchas como si fueran nuestros jueces, nosotros estamos de rodillas ante ellas. Las sacamos a bailar casi con miedo, las servimos con tanta diligencia que nos adelantamos a sus deseos, parecemos tan temerosos de ofenderlas y tan anhelantes de servirlas que quienes nos miran sienten compasión de nosotros y, a veces, nos creen más torpes que las bestias, desatinados y transportados; y alaban a nuestras damas, de porte tan altivo y palabra tan honesta que se hacen temer, amar y apreciar por todos aquellos que no ven más que el exterior. Pero cuando estamos a solas y el amor es el único juez de nuestras conductas, sabemos muy bien que ellas son mujeres y  nosotros hombres; y entonces el nombre de señora se convierte en el de amiga,  el de servidor en amigo, porque dice el refrán:

Por bien servir y ser leal,
no servidor, dueño serás.

Ellas tienen tanto honor como los hombres, que se lo pueden dar o arrebatar, y ven lo que soportamos con paciencia; justo es que nuestro sufrimiento sea recompensado cuando no padece el honor.





HEPTAMERÓN
Margarita de Navarra

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