Ningún libro me es ajeno. Me está diciendo: "mírame, estoy aquí, cógeme y léeme". A mi mujer sigo regalándola una rosa de rojo pasión.
De joven compraba los libros por el título. Luego los que estaban mal escritos, los leía a vista de pájaro. Lectores al fin y al cabo somos con mil ojos de mariposa.
Arrancaba las hojas de la Metafísica de Aristóteles cuando iba por el paseo de la Habana. Un amigo del colegio me denunció por eso a mis compañeros. Y me hice famoso. Era muy profundo y me era muy difícil pasar página. Y quería acabar de leerlo alguna vez en mi vida. Y eso que era joven.
Iba en el metro parapetado con la Guerra del Peloponeso de Tucídices. Un libro que me servía de escudo repantingado en mi asiento. He abandonado libros en los autobuses de la Castellana para prestarlos a otra conciencia desconocida.
April 16, 2010
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