November 06, 2012

LA TENDENCIA Y LA RESOLUCIÓN DEL PECADO

Nada de este mundo nos parecería más valioso que una sola alma en gracia.

Nada nos parecería más deseable que vivir y morir en gracia... cómo un solo pecado venial (una mentira, una desobediencia...) abre la puerta a un emisario de Lucifer que asesta un hachazo sobre los preciosos altares del alma.

San Pablo describe muy bien el drama del pecado cuando afirma: "REALMENTE NO ENTIENDO LO QUE HAGO, PORQUE NO HAGO LO QUE QUIERO SINO LO QUE ABORREZCO.. ¡NO HAGO EL BIEN QUE QUIERO, SINO EL MAL QUE NO QUIERO! (Rom 7,14-sgtes)

Efectivamente, por el pecado original, "la naturaleza humana quedó debilitada en sus fuerzas, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al dominio de la muerte, e inclinada al pecado (inclinación llamada incontinencia o concupiscencia)".

Las almas nobles, al advertir que han pecado, saben llorar su traición y añoran la gracia que les vuelva a la vida.

Los pecadores que aman al Señor no mueren, porque su corazón enamorado y muchas veces bañado en lágrimas le llevarán al sacramento del Perdón.

Pero si un alma, tras pecar, se instala en esa ciénaga y no percibe la repugnancia de su falta y termina por decir: "esto, para mí, no es pecado" y olvida la Ley de Dios: si decimos que no tenemos pecado/ nos engañamos a nosotros mismos,/ y la verdad no está en nosotros (1 Jn 1,8), y entierra la memoria de su Señor Crucificado, entregándose sin remordimiento a sus caídas... Esa alma no necesita condenarse, porque ya está condenada.

¡Oh! Madre Santa, ¡Refugio de los pecadores!¡Líbranos siempre de esta mal de falso reconocimiento y alcánzanos el dolor de Amor por nuestros pecados!
(mi maestro Juan Blanco de Sedas me hablaba de la virtud "del remordimiento"...)

Nos encontramos, pues, con la misma diferencia que eternamente existe entre el tonto y el perspicaz. Este se sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por ello hace un esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste LA INTELIGENCIA. El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece discretísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se instala en su propia torpeza.
(Discursos de Ortega y Gasset)

Avanzad siempre, hermanos míos (dice San Agustín) examinaos cada días sinceramente, sin vanagloria, sin autocomplacencia, porque nadie hay dentro de ti que te obligue a sonrojarte o a jactarte. Examínate y no te contentes con lo que eres, si quieres llegar a lo que todavía no eres. Porque en cuanto te complaces de ti mismo, allí te detuviste. Si dices ¡basta!, estás perdido (Sermón 169).

Esta nostalgia salvadora es la parte esencial del DOLOR DE LOS PECADOS.
Es entonces cuando el hijo pródigo toma la decisión: "Me levantaré e iré a mi padre y le diré: PADRE, HE PECADO, CONTRA EL CIELO Y CONTRA TI; YA NO SOY DIGNO DE SER LLAMADO HIJO TUYO. TRÁTAME COMO A UNO DE TUS JORNALEROS".


INTRODUCCIÓN I

¿Hay para mí realmente un día del Señor?
¿He santificado las fiestas procurando intensificar la oración y pensar en los demás, esmerándome en vivir la caridad?
¿He participado en la Eucaristía los domingos o días festivos?
¿Me uno a la alabanza y acción de gracias de la Iglesia?
¿He cumplido los días de ayuno y abstinencia?


INTRODUCCIÓN II

¿Manifiesto respeto y cariño a mis padres y familiares?
¿Procuro ayudarles en sus necesidades?
¿Soy amable con los extraños y me falta esa amabilidad con los más cercanos o en la vida de familia?
¿He dado mal ejemplo a las personas que me rodean?
¿Les corrijo con enfado o injustamente?
¿Me he preocupado de la formación religiosa y moral de las personas que dependen de mí o están cerca de mí?
¿Soy consciente de que el cristiano puede y debe influir en la construcción de un mundo mejor, donde predomine el amor, el respeto y el perdón?
¿Me opongo con los medios lícitos a toda acción social o política que vaya en contra de la Ley de Dios?


INTRODUCCIÓN III

¿Cómo es mi relación con Dios?
¿Dedico tiempo a la oración y a la adoración?
¿Cuido mi vida interior?
¿Frecuento los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía?
¿Vivo las consecuencias del Bautismo, como la llamada a la santidad y al apostolado?
¿Trato a Jesús como mi Maestro?
¿Invoco al Espíritu Santo?
¿Confío plenamente en la misericordia de Dios Padre?
¿Pongo otras cosas en mi vida por delante de Dios?
¿Hago con desgana las cosas que se refieren a Dios?


INTRODUCCIÓN IV

¿Se puede decir de mí que soy sembrador de paz y de alegría?
¿He hecho daño a otros de palabra o de obra?
¿He podido ser causa de que otros pecasen por mi conversación, mi modo de vestir, mi asistencia a algún espectáculo o con el préstamo de algún libro o revista inconveniente?
¿He tratado de reparar el escándalo?
¿Procuro que mis miradas, mis palabras y mis actos sean reflejo de la pureza de Cristo, sea cual sea mi estado y condición de vida?
¿He vivido la fidelidad debida a mi cónyuge?
¿He malgastado dinero por lujo o capricho?
¿He engañado a otros cobrando más de lo debido?
¿Soy ejemplar en mi trabajo?
¿Me opongo con los medios a mi alcance a las injusticias?


INTRODUCCIÓN V

¿Soy sensible a la fuerza y la belleza de la verdad?
¿He mentido, consciente de que es no decir la verdad a aquél que tiene derecho a conocerla?
¿He respetado el honor de los demás?
¿Me examino de los actos interiores: pensamientos, deseos, imaginación...?
¿Soy consciente de que "el que mira a una mujer deseándola ya ha cometido adulterio en su corazón" (Mt 5,28)?
¿Recuerdo las enseñanzas de Jesús, que tanto valora la rectitud interior: "del interior del corazón de los hombres proceden los malos pensamientos, fornicaciones, hurtos, homicidios, adulterios, codicias, maldades, fraude, deshonestidad, envidia, blasfemia, soberbia, insensatez" (Mt 7,21-22)?


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