August 11, 2015

EL AMOR Y EL SEXO EN SERIO DE RICHARD CARLILE

El joven soltero sacia su libido con prostitutas. La mujer casta y no desposada se mortifica. Eso no debiera consentirse. El amor debe ser colmado: de otro modo su víctima sufre y muere. Esas muchachas aquejadas de clorosis, también conocida como santa enfermedad, no padecen otra cosa que mal de amor. Nuestros médicos más reputados lo han diagnosticado, y el doctor Cullen fue tan sabio y tan humano que recomendó a esas personas satisfacer su pasión amorosa. Si se siguiera este consejo, tendríamos mujeres más hermosas, hijos más sanos y conoceríamos la felicidad plena.

La religión ha sido la gran aniquiladora de la belleza: ha deteriorado en gran medida el carácter sano y la precisa disposición del cuerpo humano. La religión es una enfermedad mental que convierte el amor en pecado ilusorio, y causa estragos terribles al excluir de nuestra naturaleza el necesario y benéfico trato carnal.

Un hecho que difícilmente puede haber escapado a cualquiera de ustedes es que las mujeres que nunca han mantenido trato sexual empiezan a mustiarse a partir de lo veinticinco años de edad. Esas muchachas se tornan pálidas y lánguidas; se apoderan de ellas la astenia y la irritabilidad, a modo de una suerte de agitación nerviosa. Comienza entonces un proceso de consunción: entra en declive sus formas femeninas, sus facciones pierden lustre y aparece el peculiar temperamento de la solterona. Les sobreviene un estado de salud que hace que la propia existencia resulte un pesada carga, y que es causa de melancolía en todas aquellas que saben de dónde procede su problema.

Sepa pues, en primer lugar, que la mayor parte de la población de éste y de otros países ignora en demasía los saludables placeres que pueden derivarse de un trato carnal apropiado, es decir, regido por un cabal principio de libertad mutua y un sana avenencia recíproca. Al mencionar la libertad me refiero, por un lado, a la capacidad de obrar sin imposiciones que lo limiten y, por el otro, al comportamiento que no viene subyugado por la violencia o por una influencia excesiva, ni aun cuando se trate del influjo pecuniario; pues los placeres sórdidos resultan, como poco, viles y groseros. En la medida que lo permite el actual sistema de educación, se pretende frustrar aquello que creó la madre Naturaleza y hacer que el trato carnal devenga un misterio en el cual nos iniciamos bajo ciertos requilorios, del mismo modo en que en los demás misterios, todos abominables en su condición. Cientos de parejas contraen cada año matrimonio en ese país sin saber exactamente para qué, y entran a sus respectivos dormitorios nupciales con el mismo temor y curiosidad con que un hombre debe entrar a una logia masónica, casi desnudo y con un venda en los ojos, para convertirse en masón: como un idiota. Y usted llama vicio a lo que explica -aunque le concedo que no de la mejor manera, no como debería ser explicado, y en verdad lo sería si no fuera por hombres tan siniestramente pobres de espíritu como usted mismo- lo que ahora podemos denominar "los misterios del trato carnal". Deberíamos poder discutir esa cuestión con la misma libertad filosófica con que acordamos cualquier asunto. Afirmar que no es un tema decente supone un ultraje a toda clase de ciencia; porque el placer y la felicidad, a pesar de lo que digan los fanáticos en su contra, son las únicas cuestiones que de veras conciernen a la vida humana, tal y como bien rezan las enseñanzas de Epicuro. No nos referimos a ese placer que se alimenta del dolor ajeno, sino a aquél que se deleita en el placer de todo, que goza cuanto puede sin negar a otros los mismo medios de que dispone.

Al buscar el vocablo "obsceno" en un diccionario Johnson de bolsillo, descubro que su definición se expresa en términos igualmente vagos, como impúdico, desagradable, ofensivo, lascivo o incasto.

Y esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué encierra el trato sexual para que, en cualquiera de sus formas o sea cual fuera su índole o su representación, pueda aparecer bajo la categoría de obsceno o resultar desagradable?

Existen muchos ejemplos en los que el trato sexual puede resultar indecoroso desde el punto de vista social, dadas sus relaciones con otras circunstancias, tales como el incumplimiento de la fidelidad, el apremio para obtener los favores de la otra persona, o el aprovechamiento injusto de accidentes como la edad, la ignorancia, la pobreza, la situación, u otro cualquiera; circunstancias todas que equivalen al engaño. Puede que en dichas situaciones exista una gran vileza, pero no pudo asociar la palabra "vil" con la palabra "obsceno". Es posible que me provoque disgusto la vileza en la que algunos incurren; sin embargo, no puedo vincular ese rechazo al acto sexual, sino al carácter de los métodos utilizados para llegar a él.

No pienso consentir que se diga, como si fuera un dogma, que resulta lícito cuando lo aprueba un sacerdote y abyecto si éste lo rechaza; pues el trato carnal merece siempre la misma consideración, con la salvedad de las circunstancias antes mencionadas. Aquella mujer que acepta vivir con un hombre durante un mes, un año o para toda la vida sin desembolsar la suma que cuesta un enlace sacerdotal, es tan virtuosa como si se hubiera casado con arreglo a los preceptos de la Iglesia, siempre que mantenga su promesa de fidelidad. Si llegado el caso se separa de ese hombre de mutuo acuerdo y más tarde accede a vivir con otro, respetando aún la fidelidad y sin incurrir en la falsedad, continúa siendo tan virtuosa como pueda serlo cualquier mujer casada. Y si procediere del mismo modo con un centenar de hombres distintos, su virtud se mantendrá igual de firme (nota de Jorge: pero quién va a cuidar de quién, cómo pueden equivocarse tanto, se quieren o es solo sexo, animal y poco inteligente, poco personal y social de atenderse unos a otros, vaya juego lotería...)

Pero no tiene por qué haber ignorancia ni misterio en este tema, y cuanto más libre sea su intercambio, y mayor libertad e independencia tenga cada individuo para ejercitar su amor, menores serán la seducción y la esclavitud y se producirá menor brutalidad con la mujer. En el negocio del amor algunos hombres abusan brutalmente de muchas mujeres, gran parte de la humanidad, una gran mayoría. La tan amplia prostitución que en este momento existe es consecuencia directa de las actuales nociones de castidad y de su hipocresía. Dejad que el amor sea libre y no habrá prostitutas. La idea de comprar a una mujer, o de una mujer que se deja comprar, tiene que ser considerada horrible y debe ser abandonada por ambos sexos (nota de Jorge II: si el amor es libre al menor capricho se dejarán unos a otros...).

Que no se puede afirmar que la abstinencia en el amor esté justificada donde haya pasión, porque no existe ninguna razón moral para restringir esa pasión. Nuestras normas sociales se oponen con firmeza a nuestros deseos físicos animales, pero yo veo la naturaleza de esta pasión como algo mucho más importante que las normas sociales. Las normas sociales pueden ser malas; pero la naturaleza de la pasión no se puede contemplar como un mal sin que se indague su motivo, propósito y efectos.



Año 1826

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