November 12, 2018

EL PRELUDIO DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA DE 1936-39 CON FRANCISCO FRANCO

Con la excepción de Galicia, en donde la publicación a fines de siglo de la obra de Alfredo Brañas, El Regionalismo,y del periódico La Patria Gallega, ambos aparecidos en 1899, no significaba que el movimiento galleguista hubiera superado la fase de los juegos florales, la oposición al centralismo oligárquico se reforzará en aquella fase con la llegada a la mayoría de edad del nacionalismo vasco y, sobre todo, del catalanismo.

La necesidad de salir del aislamiento en que se hallaba sumido debido a la valoración idealizada que había efectuado Sabino Arana del mundo rural y las capas medias urbanas, de la etnia y la cultura vasca amenazadas por la inmigración maketa, del catolicismo tradicional y del irredentismo foral, visión que concluía en la aspiración a la independencia de Euzkadi, se verá modificada desde el momento en que el fundador del PNV se planteó la incorporación de la nueva burguesía a la causa nacional vasca.

Situada frente al bizkaitarrismo tradicional, esta corriente posibilista o desviación euskalerriaca se manifestará a través del seminario Euskalduna y se aproximará al conservadurismo maurista entre 1907 y 1909. Mientras tanto, la pequeña burguesía ortodoxa mantendrá la hegemonía en la dirección del PNV tras la muerte del fundador, logrando aplazar apenas una década el predominio euskalerriaco en el seno del nacionalismo vasco.

En todo caso el problema que anteriormente apuntamos quedaba planteado desde el momento en que, si por un lado se había producido un viraje en el pensamiento sabiniano, este fue más estratégico que doctrinal, limitación que determinará la coexistencia de una práctica posibilista, no independentista, con el mantenimiento de ideas centrales que en el primer Sabino abocaban indefectiblemente a la separación de España.

Con una tercera parte de la población inmigrada, la ciudad de Barcelona, antes que el conjunto de las provincias catalanas, se convertirá en el escenario en donde entre 1901 y 1909 se desarrolla una de las experiencias más singulares e ilustrativas de las contradicciones del régimen monárquico en la España del siglo XX. Arraigado el sentimiento nacional en importantes sectores de población, no llegaría hasta 1906, fecha de la publicación de La Nacionalitat Catalana de Prat de la Riba, el momento en que se lograba al fin, tras los esfuerzos teóricos del siglo XIX, la síntesis requerida entre el nacionalismo radical y el conservadurismo en los demás órdenes. Paralelamente la crisis que padeció la industria catalana había cooperado previamente a la articulación de la Lliga Regionalista, el primer partido catalán que, apenas formalizado, alcanzaba el triunfo electoral reduciendo a la mínima expresión en Cataluña, desde 1901, a los representantes del centralismo dinástico.

Pero la especificidad catalana del período no se definió únicamente en función del éxito político de la Lliga. La crisis económica ya aludida, originada por el estrechamiento del mercado, será la responsable en alto grado de la intransigencia patronal, que no vacilará en decidir unilateralmente rebajas salariales e incluso recurrir al lock-out. Esta realidad, sumada a la represión que siguió a la huelga de 1902 -conflicto que, por cierto, el PSOE desaprobó-, a las aspiraciones teñidas de mesianismo de una mano de obra de aluvión y escasamente cualificada, a la débil implantación del socialismo en Cataluña explicable, en parte, por la carencia de una alternativa marxista a la existencia de nacionalidades dentro del Estado -el traslado a Madrid, a fin de siglo, de la sede central de la UGT sería una prueba más de ello-, explican el marasmo y el confuso itinerario que el proletariado barcelonés recorrió durante esa década.

De todos modos, ni la escisión de la Lliga a la altura de 1904, que dio lugar al Centre Nacionalista Republicá de Jaume Carner, ni la victoria de todos los grupos políticos catalanes -desde los carlistas a los federales- coaligados en Solidaritat Catalana en las elecciones de 1907 en las que asestaron un nuevo golpe al centralismo, ni, por supuesto, la creación de Solidaridad Obrera, se produjeron al margen de los trabajadores. Pero, si bien ha podido verificarse que una parte del censo obrero votó a Solidaritat Catalana, con lo cual queda invalidada la tesis de la asunción colectiva del apoliticismo anarquista, y que la constitución de Solidaritat Obrera de Barcelona de 1908 se debió a iniciativa de los socialistas, en concreto al núcleo discrepante de la línea oficial del PSOE y de la UGT que giraba en torno a Fabra Ribas y Badia Matamala, también se ha confirmado que una parte del voto de los trabajadores sirvió para incrementar el radicalismo pequeño-burgués difundido en Barcelona por el grupo de Alejandro Lerroux. Ahora bien, ¿cómo se explica el fenómeno?

Si la adhesión de las capas medias a aquel movimiento se infiere del conservadurismo de la Lliga y del desgaste de los republicanos históricos, la génesis de la impregnación lerrouxista entre un amplio sector de la clase obrera barcelonesa se enmarca en la desorientación que caracterizó a esta a raíz de la represión de la huelga de 1902. Sostener que el éxito electoral descansaba en la existencia de un pacto secreto Lerroux-Moret -con independencia de que la situación favoreció objetivamente al centralismo oligárquico- implica asumir la tesis puesta en circulación por la burguesía de la Lliga y también por la Esquerra.

En el plano político la penetración radical en Barcelona se acentuó tras la ruptura definitiva con el grupo republicano de Salmerón, al inclinarse este a la opción que presentaba Solidaridad Catalana. Las elecciones parciales celebradas en 1908, motivadas por la renuncia de Macià, testimoniaron el ascenso de los radicales hasta el punto de que fue Alejandro Lerroux quien se alzó con el escaño de diputado. Unos meses después sería asimismo el grupo lerrouxista quien se erigía en vencedor en las elecciones municipales celebradas en Barcelona.

El hecho de que en las elecciones parciales al Congreso se arguyera como atenuante del triunfo de Lerroux el error cometido por Solidaridad Catalana al presentar una candidatura situada más a la izquierda del electorado-base, no permite calificar de fortuito el avance de los radicales, que tendría plena confirmación ulterior en las municipales.

Las razones que permiten explicar aquel comportamiento se encontraban, como anteriormente se ha apuntado, en la desorientación ideológica y en la carencia de organización en el seno del movimiento obrero y popular barcelonés. En este trance encontrará amplias posibilidades de desarrollo la demagogia lerrouxista, tanto en su conocida versión anticlerical de los "jóvenes bárbaros", como en la de contenido socializante, vehiculadas ambas a través de sus propios órganos de expresión periódica (El Progreso, La Rebeldía).

Desde el pacto de Zaragoza y, sobre todo, desde la huelga de diciembre del 1916, las relaciones mantenidas entre la UGT y la CNT pusieron de relieve, aparte de la presión unitaria de la base, las diferencias existentes acerca de la función a desempeñar por el movimiento obrero en aquella coyuntura. Frente a los cenetistas, que confiaban en que la caída del régimen se produciría tras breves jornadas de insurrección popular abriéndose las puertas a la revolución social, los socialistas se mostraban partidarios de utilizar a fondo la movilización como fuerza de choque contra el gobierno e impulsar la revolución democrático-burguesa.

Esta concepción del movimiento había arraigado en la dirección del PSOE y la UGT a través de un proceso relativamente lento, en el que el reformismo práctico que propició el "pablismo" se sumó al revisionismo ideológico aportado por los intelectuales, como anteriormente hemos señalado. Pero será ante los acontecimientos de 1917 cuando aquellas ideas cobraron difusión e influencia al ser asumidas por Julián Besteiro, principal portavoz del reformismo; para el profesor de Lógica de la Universidad de Madrid, la dirección de la clase obrera en aquella coyuntura- teniendo en cuenta que el obstáculo principal era la oligarquía- no debía ser otra que colaborar en el acceso al poder de la burguesía moderna. Sin el cumplimiento de este requisito, situación que permitiría al capitalismo español agotar sus posibilidades -concepción que hacía abstracción del control del poder durante decenios por la burguesía, esto es, por la fracción oligárquica de la misma-, no se crearían las condiciones necesarias para dar el salto a la sociedad socialista.

Así pues, en función de este peculiar análisis de las condiciones objetivas, conclusiones que recordaban la posición de los mencheviques en 1905, los socialistas establecieron alianzas simultáneamente con la CNT, por un lado, y con los grupos republicanos y reformistas, por otro.

Las conversaciones con los cenetistas concluyeron con el acuerdo firmado en Madrid a finales de marzo de 1917, en el que participaron Largo Caballero y Besteiro por la UGT, y Salvador Seguí y Ángel Pestaña por la CNT, y en la publicación de un extenso manifiesto en que, tras denunciar la situación, declaraban:

"... se impone que el proletariado español emplee la huelga general, sin plazo definido de terminación, como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos".

Las negociaciones con los republicanos (Lerroux) y reformistas (Melquíades Álvarez) concluyeron acordando la formación de un gobierno provisional del que Melquíades será el presidente y Pablo Iglesias el ministro de Trabajo, organismo que presidirá la apertura de un proceso constituyente que definiera democráticamente el régimen ulterior. Esta aproximación provocará los naturales recelos de los anarquistas, que se negarán a suscribirlo, máxime figurando Lerroux entre los signatarios; su participación quedaba asegurada, no obstante, a nivel sindical.

Ante los progresos unitarios se producirá una situación tensa y compleja que provocará inicialmente la tosca reacción del gobierno de Dato: encarcelamiento de los firmantes del manifiesto y clausura de la Casa del Pueblo, decisiones que acarrearán la caída de aquel al declararse en Valladolid una huelga general de protesta y, finalmente, las maniobras más sofisticadas de García Prieto, que culminarán con la precipitación del movimiento a partir de la huelga declarada en Valencia, y encarcelando al comité de huelga.
(NOTA DE Jg: NO HAY QUE PASARSE NUNCA DE LA RAYA, porque estará justificado el castigo).

El proyecto socialista de colapsar la industria mediante el cierre de las minas de Asturias y hacer triunfar la huelga ferroviaria para evitar el abastecimiento desde el exterior, que testimonia la correspondencia de Acevedo a Pablo Iglesias, tampoco llegaría a cumplirse por el fracaso de dicha huelga.

No comments:

Post a Comment