June 06, 2012

DE LA BENDICIÓN Y DE LA MALDICIÓN

Había un rey muy cruel que perseguía al pueblo de Dios y, a pesar de ser sumamente poderoso, no conseguía vencerlos porque Dios los amaba. Este rey se aconsejó con el profeta Balaam y le preguntó:


- Dime, Balaam ¿qué sucede?¿Por qué no consigo derrotar a mis enemigos, aunque son menos poderosos que yo?


Y Baalam respondió:


- Señor, porque son el pueblo de Dios. Pero obraré de tal modo que puedas conquistarlos. Los maldeciré para que cuando luches contra ellos los venzas.


Balaam se montó en un asno y subió al monte para maldecir desde allí al pueblo que estaba en la ladera. Pero el ángel de Dios se interpuso en su camino, de modo que él espoleaba al asno, que no avanzaba, y el animal habló así:


- No me golpees, ¿no ves que el ángel de Dios con una espada de fuego en la mano no me deja pasar?


Entonces el profeta Balaam vio al ángel, que le dijo:


- ¿Qué es eso de que vas a maldecir al pueblo de Dios? Apresúrate, si no quieres morir. Bendícelo del mismo modo que venías aquí para maldecirlo.


El profeta así lo hizo y el rey dijo:


- ¿Qué haces? Esto no es maldecir.


Y él respondió:


- Señor, no puedo obrar de otro modo, porque el ángel de Dios me lo ha impuesto. Tú haz así: como cuentas con bellas mujeres y ellos tienen falta de ellas, coge a las más bellas, vístelas con lujo y ponles sobre el pecho una hebilla de oro o de plata con una incrustación del ídolo que tú adoras, Marte. Y les dirás a ellas que no permitan a ninguno que las toque, si no promete antes adorar a Marte y amenázalas de tal manera que se sientan obligadas a obrar así. Y luego, cuando hayan pecado, tendré poder para maldecirlos.


El rey así lo hizo, eligió bellas mujeres y engalanadas las mandó al campo. Los hombres, deseosos, consentían, adoraban al ídolo y después pecaban con ellas. Entonces el profeta pudo maldecir al pueblo de Dios, que no le ayudó y dejó de amarlo. Por ello el rey los derrotó a todos en la batalla y, de este modo, los justos padecieron la pena por unos cuantos que habían pecado. Se reunieron e hicieron penitencia, echaron a las mujeres y se reconciliaron con Dios, volviendo a su relación con Él.




Il Novellino, Anónimo siglo XIII

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