February 04, 2015

LA GRAN CARMENCITA




DEDICADO A
MI BELLO JORGE


Una noche de otoño mi amiga Irene me propuso salir a bailar. Yo no quería porque todavía no había salido de la depresión del verano. Pero a la vez necesitaba decir adiós a todo y empezar de nuevo.

Quedé con Irene aquí en mi casa y vino a cenar tortilla de patatas, queso y una cerveza.

Cogimos el coche de Irene y salimos dirección Hermanos Bécquer 8. Como vimos que abrían a las doce y teníamos que esperar a los amigos de Irene, al aparcar el coche lo hizo enfrente de Los Claveles. Y entramos para esperar a esos chicos.

El bar era pequeñito pero muy bien decorado en plan andaluz. Nos pusimos a tomar una cerveza al lado del poyete de la pared.

Llegaron David y Jorge y luego Fernando.
Al presentarnos a estos chicos Jorge me llamó mucho la atención por su altura y su boca que no sabía lo que tenía en ella. Pensé que era un accidente o el labio leporino. Jorge sacó una bolsa de mazapanes ofreciendo a todos. Pero la única que dijo que sí fui yo. Porque no me puedo resistir al dulce aunque no pegaba con la cerveza.

Jorge me hizo gracia desde el principio porque había fotos en las paredes y dijo humorísticamente:
- Aquí está el pequeño Nicolás.
Me hizo gracia su estilo. Le veía tan ganso y tan pavo que me hacía gracia. Y se metió conmigo: me llamó paleta por no conocer el museo de Lázaro Galdiano. Y yo pensé: ¡Qué prepotente el pijo éste!
Le dije que yo trabajaba de auxiliar de quirófano de urgencias de noche y me dijo que él ayer conoció a otra enfermera de lo mismo.

Ya llegamos a la discoteca Déjate Besar. 
Nos pusimos a hablar Irene, Jorge y yo.
Jorge nos contaba su vida: el divorcio reciente y la excursión de mañana con su hijo pequeño. Dijo que se marchaba a las doce y media. 
Y yo no quería que se fuese. Y se fue sin pedir teléfono ni dejar teléfono.

Solo dijo que mañana iba a estar viendo a los Internacionales en Gran Vía. Y se fue.
Y yo me quedé pensando en él. Que cómo un hombre tan diferente a mí me había gustado a mí. Estaba deseando verle de nuevo mañana. Y pedirle a Irene su teléfono y su dirección.


LA SORPRESA DE JORGE

Yo quería conseguir el teléfono de Jorge.
Le dije a Irene que me diera su número.
Ella me dijo que no lo tenía y que tenía que localizar a David.

Yo había ido a comer con Pili. Irene no me dio el número y me dio el correo de Jorge. Le dije a Pili que me ayudara a mandarle un correo. Jorge lo recibió pero sin texto porque había salido mal.

Jorge extrañado le pidió a David el teléfono de Irene y la llamó. Le pidió mi teléfono. Y me llamó.

Me hizo mucha ilusión que me llamara.
Me sorprendió que él tuviera mi número.
Me invitó a salir y yo le dije que no me apetecía y que no.
Pero por un día que libraba iba a perder una oportunidad. Llamé corriendo para que no se fuera porque me dijo que salía de casa. Le localicé y quedamos a las nueve y media en el McDonalds de la Red de San Luis.

Cuando llegamos al Inpass Cafe de los Internacionales en la calle Tres Cruces nos encontramos con Fernando. El pub está lleno de ingleses cosa que a mí me importaba un bledo. Los asientos eran horrendos, rotos, viejos e hundidos. Mi culo, mi coxis, me dolían, ¡incomodísimos!

Me lo estaba pasando fenomenal con Fernando y con Jorge que le decía que se fuera a hablar con una y con otra. El pobre Fernando tan tímido decía que si le estábamos echando.

Jorge me dijo de ir a UNY2 en la calle Libertad que tiene los asientos más cómodos y que era un sitio muy bonito. Fernando tenía una bicicleta plegable aparcada en un árbol. Como me encanta montar en bici le dije que si me la dejaba para dar una vuelta. Me di una vuelta por Gran Vía hasta la Red de San Luis.

Fernando quería venir con nosotros. Pero Jorge me dijo que no quería eso. Le desvió la intención a Fernando para así ir los dos solos a UNY2. A mí me daba pena pero yo tampoco quería que viniera porque quería estar con Jorge.

El sitio era muy moderno y bonito. 
Los asientos eran muy cómodos.
Le dije que me dolía la espalda.
Él me dijo que sabía dar masajes.
Yo no sé por qué ni por qué no pero le dije de ir a su casa.
Me atreví a decirle que me iba a su casa.
Él me dijo que el camino era largo, que vivía en Alcobendas.

En Alonso Martínez vi la máquina de preservativos, a un euro tres.
Y le dije a Jorge que si tenía en casa.
Me sentía como una jovencita.
Jorge perplejo y flipando sacó de la máquina.

El viaje me pareció eterno porque nunca había ido a Alcobendas.
Cuando llegué a su casa flipé en colores.
Me dijo que su casa estaba un poco descolocada.
Y lo que me alucinó fue ver todas las paredes llenas de estampitas de vírgenes y santos.
Pensé: Este hombre es un cura o un psicópata.
Pero luego él pensó que yo era una actriz de porno.
Porque ante el miedo me bebí una botella de vino blanco Cune.
Jorge pensaba que volaba por la habitación.

Fue una noche maravillosa. Lo pasamos muy bien.


MI PRIMERA ESCAPADA

Planeamos hacer una salida Jorge y yo por unos días y surgió de ir a Asturias.
Junté mis dos noches de marzo para hacer seis días de vacaciones.
Y nos fuimos el catorce de marzo.
Iba muy feliz porque me gusta mucho ver conducir a Jorge.

Comimos en un sitio muy casero de Reinosa donde la señora era trabajadora y amable. El paisaje era frío y triste. Era nublado y se veía nieve.
Continuamos el viaje y nos detuvimos en San Vicente de la Barquera. Yo lo conocía porque había estado con César pero sentí algo diferente con Jorge.
Tomamos un té y dimos un pequeño paseo y reanudamos la marcha.

Ya llegamos por fin a Ribadesella.
Me pareció un pueblo muy tranquilo, marinero, nublado con lluvia, y asturiano.
Al ser marzo no estaba masificado. Nos tomamos un tortel de manzana y entramos en una tienda típica, compramos sidra y me fijé en las Madreñas.

Nuestra casa estaba en Camangu y yo estaba deseando llegar para ver el famoso aparcamiento donde Jorge tenía miedo de meter el coche.
Cuando vi la casa me pareció como dijo Jorge una casita de cuento de enanitos.
Era de madera y piedra. Muy limpia. Rústica y muy bien decorada. Con mucho gusto.
Jorge me enseñaba la casa y era preciosa, más bonita de lo que me había dicho.

Nos instalamos.
No llovía,
Salimos a pasear.

Disfruté locamente con toda la naturaleza.
El verde, las vacas, las casas tan bonitas sin vallar.

Sentí una paz en la casa. Nada más terminar de cenar me dormí profundamente.
Jorge me cuidaba y me mimaba. Qué feliz me sentía de ser cuidada por Jorge.

Descanso. Bienestar. Belleza. Color. Paz. Mi limonero.
Hasta me olvidé de los problemas que me daba mi hijo.

Al día siguiente era un día nublado y frío. Fuimos a ver la Cuevona y a Lastres.
El viaje costero era precioso, me daban ganas de parar en cualquier sitio.
- ¡Qué bonito es Asturias!
- ¡Chica no es para tanto, ya verás cuando vayamos a Portugal!

Comimos en el puerto pesquero en La Rula.
Nos sirvieron sardinas parrochas y una paella tan llena de marisco que nos sobró tanto que nos la llevamos a casa junto con la botella de albariño de la casa.
Una chica de Oviedo accedió a hacernos unas fotos junto al ancla con vistas al mar y al empinado pueblo.

Ese día era el cumpleaños de mi prima Marta.
Jamás olvidaría ese día, estaba en el mar, muy feliz y mi Marta oía por el móvil las gaviotas.

El tercer día estuvimos en la playa Marina de Ribadesella, cogimos la famosa piedra gris y comimos fabada asturiana y carrillera en La Goleta.
Por la tarde subimos al Santuario de la Virgen de Covadonga y como era el mejor día soleado y bueno llegamos a los Lagos que estaban todo nevados.
El Santuario con la estatua de Don Pelayo estaba vacío y sin vigilancia.
Por la tarde estuvimos en Cangas de Onís, paseamos por el puente romano y me compré las madreñas. Las calles estaban en obras preparándolas para el verano.

Al llegar a casa me acercaba a saludar a mi vecino el señor Pepe. Lugareño con el que entablaba conversaciones graciosas del mundo rural y de la ciudad.
Una tarde le sorprendí con mis madreñas y me dijo que fuera a sacar las vacas del prado con él.

Aprovechando que estábamos en Asturias estaba programado visitar al hermano de Jorge que vive en Gijón.

Era un día muy espléndido. Primero paseamos por el paseo marítimo de Gijón donde personas mayores estaban haciendo ejercicio y metiéndose en el agua con lo fría que debía de estar.

A la una fuimos a la Plaza Europa a encontrarnos con Pablo. Me sorprendió todo él. Mi idea de él era completamente diferente a la que vi. Vi a un tipo jovial y muy de sport.

Pensaba que me iba a encontrar con un ejecutivo. Me recibió de muy buen trato y muy amable. Entramos en la academia de inglés de su esposa Asia que estaba allí ultimando unas gestiones que también me saludó amablemente. Nos enseñaron su nuevo negocio y vimos la guardería que era su primer negocio.

Fuimos a comer en el centro de Gijón a un sitio elegante. La comida fue agradable. Fuimos invitados por ellos y paseamos hasta el colegio de los niños para recogerlos.

Eran dos niños muy educados y trilingües. Nos dijo Pablo que fuéramos a su casa pero se iba a hacer tarde para aparcar el coche y regresamos a Ribadesella.

Conocer a Pablo y a su familia me dejó un grato sabor. Los vi muy familiares y asentados.







(continuará)














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