February 06, 2015

LA CONSOLACIÓN DE LA FILOSOFÍA DE BOECIO

Son las mismas mujeres que matan la rica y fructífera cosecha de la razón; las que habitúan a los hombres a sus enfermedades mentales, pero no los liberan.

Alejaos, pues, sirenas, con vuestros hechizos de muerte. Apartaos, y dejad que mis musas lo cuiden y lo curen.

Nada esperes, nada temas,
y dejarás desarmado e impotente a tu
enemigo.
Pero quien tiembla o vacila, porque no está
seguro
ni es dueño de sí mismo, ha arrojado el
escudo,
ha perdido su trinchera y ha atado a su cuello
una cadena que siempre arrastrará.

Se vio comprometido a delatarme por sus deudas.
Y, sin embargo, ese mismo día informaron contra mí y fue aceptada la denuncia.
(Opilión cayó en desgracia ante Teodorico, quien le devolvió su puesto de cónsul tras acusar a Boecio.)

Podríamos pensar que los perversos, ávidos de la sangre de gente de bien...

... pues siempre que el hombre recibe el precio de la fama por su jactancia, la conciencia que se complace en su propia alabanza, pierde algo de su secreto mérito.

Y ya ves el resultado de mi inocencia. Como premio a la verdadera virtud sufro el castigo de un crimen que no cometí.

¿Hasta el punto de que ninguno de sus miembros encontrará eximentes basados ya en la debilidad humana, ya en la universal mudanza de la fortuna?



Todos los días susurraba a mis oídos y a mi pensamiento aquella máxima de Pitágoras: "Sigue a Dios". 
Tampoco parecía conveniente buscar la ayuda de espíritus vilísimos...

... mientras la gente honrada se debata por el suelo, víctima de nuevas delaciones. Veo al criminal lanzarse impune a perpetrar nuevos crímenes, acuciado por el premio que le aguarda, mientras el inocente, falto de seguridad personal, ni siquiera puede defenderse.

- Sí, y ya te dije que era Dios.
- ¿Y cómo es posible que conociendo el principio de las cosas ignores su fin?

- ¿Me preguntas, acaso, si sé que es un ser racional y mortal? Lo sé y reconozco que yo lo soy.

... pues crees que está sometido a un orden divino y no a las fuerzas ciegas del azar. No temas, pues, ya de esta chispita saldrá radiante el calor de la vida.

Sabemos, además, que cuando el espíritu humano rechaza la verdad se ve invadido de errores que originan la oscuridad de las pasiones e impiden su verdadera contemplación.

De la misma manera, si tú quieres
penetrar en la verdad límpida
y caminar por la senda recta,
aleja de ti el bullicio,
ahuyenta el temor,

Reconozcamos, sin embargo, que todo cambio repentino de la situación acarrea cierta conmoción de los ánimos.

Nadie, por tanto, se contenta fácilmente con su suerte. En todos hay algo que apetece el que no lo conoce y que aborrece el que ya lo ha experimentado.

De lo que se deduce que no se honra a la virtud en razón del cargo, sino al cargo por la virtud del que lo ejerce.

No hay duda, por tanto, de que la mayor parte de los cargos los desempeñan los malvados, y es igualmente claro que los cargos no son intrínsecamente buenos, pues van vinculados a gente corrupta.

De tal manera que la fama de un hombre, por mucho que se perpetúe, si se compara con la eternidad interminable, se ha de estimar no solo pequeña, sino totalmente inexistente.
Pero vosotros no sabéis obrar bien si no ponéis vuestra mirada en el favor popular y en vanos rumores. Dejáis a un lado la excelencia de la conciencia y de la virtud y corréis en busca del premio en las habladurías del vulgo.
¿Qué les puede quedar, entonces, a esos hombres importantes que buscan fama en vez de virtud?

Es el amor el que estrecha la santidad del matrimonio con la más casta ternura.

Todos los hombres buscan la felicidad, que no se encuentra en los bienes particulares, sino en Dios, bien universal y supremo.
De donde resulta que la felicidad es un estado perfecto del alma, causado por la reunión de todos los bienes.

En cuanto a los amigos, don divino, los mejores habrá que atribuirlos no al dinero sino a la virtud.
Todo lo demás se busca o por el placer o por el poder.

Así, la fuerza física y el tipo exterior parecen llevar al dominio sobre los demás; la belleza y la agilidad, a la fama; la salud, al placer.

Tienes pues, ante tu vista, todas las formas de felicidad humana: riquezas, honores, poder, fama, placeres.
A este respecto hay que recordar que la felicidad perfecta consiste en la plenitud de todos los bienes, un estado de carencia de necesidades y autosuficiente.

No hay por qué insistir en que la naturaleza se satisface con pan, mientras que la ambición no se satisface con nada.

¿Cómo pudiste tú mismo arriesgarte a entrar en el consulado con Decorato, viendo en él un espíritu malvado, el bufón y delator más infame?

De la misma manera, el hecho de estar investido de un cargo público no hace a nadie digno de tal honor.

Pues aunque hagas temblar a la India lejana
.......
si eres presa de negras preocupaciones
y no logras ahuyentar quejas vanas,
no eres un ser poderoso.

¿Quieres llevar una vida desenfrenada? Pero ¿quién no te rechazará con desprecio como a esclavo de algo tan vil y deleznable como es el propio cuerpo?

- Veo con claridad -le dije- que la independencia no tiene nada que ver con las riquezas, el poder con la realeza, el respeto con los honores, la gloria con la fama, ni la felicidad con los placeres.
- La razón es muy clara. Lo que por naturaleza es simple e indivisible, el error humano lo separa, llevándolo desde la verdad y la perfección a la falsedad e imperfección.
- Razonas bien, pues si a un ser le falta algo en cualquiera de sus aspectos, por fuerza necesitará valerse de otra cosa.
- ¿Y no sería felicísimo el ser autosuficiente, capaz de conseguirlo todo por sus propios recursos, famoso y digno de reverencia?
- La maldad humana divide en partes lo que es uno y simple por naturaleza.
- Prefiere pasar por desconocido y sin nombre e incluso se priva de muchos placeres naturales a trueque de no perder el dinero acumulado.
- Y quien solo persigue el poder derrocha riquezas, desprecia los placeres y honores sin poder, y no le importa la misma gloria.
- Si no me engaño, la verdadera y perfecta felicidad es aquella que hace al hombre suficiente, poderoso, honorable, digno de respeto, célebre y dichoso.

Oh Tú, que con leyes eternas gobiernas el mundo,
Creador de la tierra y del cielo,
Tú sometes los elementos a la armonía de los números:
Tú, de igual manera, haces brotar las almas y
las vidas de naturaleza inferior
y las elevas en carros ligeros que las sembrarán
por el cielo y por la tierra.
Porque tú eres el cielo sereno.
Tú el descanso y la paz para los justos.

- Examinemos ahora nosotros dos dónde se encuentra esa felicidad. Dios, el primero de todos los seres, es también Bueno. Así lo confirma el unánime consentimiento de todos los hombres. Pues ¿quién puede dudar que, si nada se puede concebir mejor que Dios, éste no sea bueno? La razón nos demuestra que Dios es Bueno, y nos convence también de que Él es Sumo Bien. De no ser así, Dios no podrá ser el Creador de todos los seres. Tendría que haber otro ser superior en posesión del bien sumo, que sería anterior y superior a Dios. Todas las cosas perfectas son evidentemente anteriores a las imperfectas. En consecuencia y para no alargar este razonamiento, hay que admitir que Dios, Ser supremo, posee en sí mismo el sumo y perfecto bien. Ahora bien, si la felicidad está en el bien supremo, como ya demostramos, necesariamente la felicidad reside en Dios Supremo.
- No en el sentido de que el Padre de la creación haya recibido el sumo bien que posee en plenitud desde fuera de sí mismo, ni que lo posea por naturaleza, de tal forma que pienses que hay en él dos naturalezas distintas, la de Dios poseedor o la de la felicidad poseída.
Nada, en efecto, puede ser por su naturaleza mejor que su principio.
- Es imposible que existan dos bienes supremos distintos entre sí. Si dos bienes son distintos, es claro que el uno no puede ser el otro. Por tanto, ni uno ni otro podrían ser perfectos, ya que al uno le faltaría el otro. Y lo que no es perfecto no puede ser sumo.
Concluimos antes, sin embargo, que la felicidad y Dios son bienes supremos.
- ¿No quedamos ya en que la felicidad era el bien?
- Sí, el bien sumo.
- El bien es, por tanto, la esencia y razón de todos los deseos.

Solo la luz, que gobierna los cielos y la vida,
impide a las almas volver a las tinieblas.
Y quien llegue a ver esta luz radiante
negará hasta el esplendor de los rayos de Febo.

- ¿No indica esto que para que sean buenos tienen que alcanzar la unidad?
- ¿No sabes que todo lo que existe permanece y subsiste mientras es uno, pero perece y se disuelve inmediatamente cuando deja de ser uno?
- Todo animal se esfuerza por mantener su salud y evita su deterioro y su muerte.
- ¿No observas cómo la parte más blanda, cual es la médula, siempre va oculta por dentro, mientras que la corteza que la recubre con el vigor de la madera va al exterior para hacer frente como escudo protector a las inclemencias del tiempo?
- Porque o todos los seres tienden hacia la nada y, como carentes de cabeza, navegan sin piloto a merced de las olas, o por el contrario, hay algo hacia lo cual todos se dirigen, y eso será la suma de todos los bienes.
- Su misma diversidad de naturaleza los separaría y enfrentaría, si no existiera un ser que unificara partes tan diversas. Tampoco veríamos en el mundo un orden tan estable, ni tan diversas clases de cambios podrían explicar movimientos tan ordenados en lugar, tiempo, eficacia, sucesión y formas, si no hubiera un poder inmóvil y estable que los regulara.
- Pues bien, Dios no necesita ayuda externa para dirigir el mundo. Si necesitara de algo, su suficiencia no sería completa.
- Nadie podría dudar -afirmó ella- que Dios es omnipotente.
- Nadie -respondí- que esté en sus cabales puede abrigar duda semejante.
- ¿Y para quien es omnipotente no habrá nada imposible?
- Para llegar a esta especie de pequeño regalo como conclusión: nadie puede ser feliz si no participa de Dios.

Si Dios es bueno, ¿por qué la existencia del mal? Dios, Providencia, Destino.

- Te enseñará que los buenos son siempre preciosos y los malvados bajos y despreciables. Él te enseñará también que el pecado nunca queda impune ni la virtud sin premio, y que la prosperidad acompaña a los buenos y el infortunio sigue a los malvados.

Desaparecerá toda inquietud y podrás volver sano y salvo a tu patria.

verás a los tiranos de torva mirada
ante quienes tiemblan los pueblos en su desgracia.

- Dos son los elementos o factores que constituyen los actos humanos: la voluntad y el poder. Si uno de ellos falla, nada puede llevarse a efecto. Si falta la voluntad, el hombre es incapaz de hacer nada, ya que ni siquiera lo quiere. Y cuando no hay fuerza o poder para hacerlo, la voluntad es inútil.
- Por el contrario, cuando vemos que realiza lo que quiere, ¿podemos dudar de su poder?
- Y recordarás también que la felicidad es el bien mismo, y que cuando el hombre aspira a la felicidad, no busca otra cosa más que el bien.
- ¿Hemos de concluir, entonces, que si buenos y malos aspiran al bien, y los unos lo alcanzan y los otros no, los primeros son fuertes y los segundos, débiles?

Pues así como la debilidad es una enfermedad del cuerpo,
así el vicio es una enfermedad del alma.

(Quien se une a Dios se hace uno con Él:
se hace hijo de Dios.
Quien conoce y ama a Dios,
se une a Él y se identifica con Dios:
es feliz como Él)

- Por lo que a ti respecta, aunque ignores el plan del mundo, no has de dudar de que un rector bueno dirige el universo y que todo sucede de acuerdo con un orden.
- Visto este plan en la puridad de la inteligencia de Dios, se llama Providencia. Si lo contemplamos en relación con las cosas que mueve y controla, los antiguos lo llamaron Destino. Cualquiera que examine con los ojos del espíritu la fuerza de ambos, comprenderá claramente la diferencia entre Providencia y Destino. Providencia es la misma razón divina que todo lo dispone y que reside en el origen último de todas las cosas.
Así, ya sea que la obra del Destino se realice con la ayuda de los espíritus celestes al servicio de la Providencia, ya que la red de los acontecimientos sea tejida por el alma del mundo, por la obediencia de la naturaleza, por el movimiento de los astros en el cielo, por el poder de los ángeles, por la compleja astucia de los demonios o por alguno de ellos o por todos juntos, una cosa es clara: la Providencia es el plan simple e inmutable de cuanto sucede. El Destino, en cambio, es la red siempre cambiante y la disposición a través del tiempo de cuanto Dios ha planeado en su simplicidad. A la Providencia está sujeto el mismo Destino. Hay, sin embargo, cosas que escapan al Destino y se rigen solo por la Providencia.
Cuanto más se aleja uno de la primera y suma inteligencia, más atrapado se ve en las redes del Destino. Por el contrario, cuanto más cerca al centro o eje, más libre se ve del Destino.

El cuerpo de un santo ha sido edificado por el cielo.
Sucede también con frecuencia que a los hombres buenos la Providencia les da el poder supremo para reducir la exuberancia del mal.

- De todo cuanto hemos hablado, se deduce que todos aquellos que están en posesión de la virtud tienen siempre buena fortuna, cualquiera que ésta sea, trátese de perfectos, proficientes o incipientes. Por el contrario, la fortuna de los que siguen en sus vicios es siempre mala.

Id, pues, vosotros los fuertes,
por el elevado camino de los grandes ejemplos.

Podemos, pues, definir el azar como un hecho o acontecimiento inesperado, producto de la conjunción de causas que actúan en la realización de un fin. La conjunción y coincidencia de causas procede del orden inmutable del universo, que tiene su origen en la Providencia y ordena todas las cosas en su tiempo y lugar.

- Sí -me contestó-. Existe el libre albedrío.
... si bien advierto que no todos los seres tienen el mismo grado de libertad.
Aun así, el ojo de la Providencia ve desde la eternidad todas las cosas y tiene predestinado para cada cual su merecido.

- Y cuando sé que algo va a existir, necesariamente habrá de existir.
- Por la misma razón desaparecerá el único medio de comunicación del hombre con Dios, cual es la esperanza y la oración, a menos que por el precio de una humildad justa consigamos el don inestimable de la gracia divina y sea éste el único medio para que los hombres puedan hablar con Dios y unirse a su luz inaccesible, incluso antes de alcanzarla mediante una oración suplicante.

¿De dónde surge la inteligencia, fuerza de la mente,
cuya mirada lo ve todo?
¿Qué fuerza es esa que ve todas y cada una de las cosas
y las analiza, una vez conocidas?

Es necesario que una sensación corporal estimule la actividad mental y despierte las formas dormidas de la inteligencia.

La razón es exclusiva de la especie humana, así como la inteligencia pertenece solo a la divinidad.

Algo semejante acaece cuando la razón humana cree que la inteligencia divina solo puede ver el futuro como la razón lo conoce. Tu razonamiento es como sigue: no pueden ser previstos aquellos acontecimientos que no se han de cumplir de forma cierta y necesaria. En consecuencia, no se da presciencia de éstos, y caso de existir, todo sucede de forma necesaria. Si, así como poseemos la razón, pudiéramos disponer del juicio de la inteligencia divina, consideraríamos justísimo someter la razón humana a la inteligencia divina, como anteriormente juzgamos oportuno someter los sentidos y la imaginación a la razón.

Levantemos, si es posible, nuestro espíritu hasta la altura de la suprema inteligencia. Desde allí, la razón podrá ver lo que no es capaz de ver por sí misma. Entonces comprenderá cómo incluso los acontecimientos cuya realización no es segura pueden entrar en la presciencia divina, que es verdadera y exacta y no simple conjetura, sino un conocimiento simplicísimo y sin límites.

Eleva tu espíritu,
que no se hunda en la tierra tu inteligencia
con el peso de la materia,
que no quede por debajo de tu cuerpo,
mientras él camina erguido.

(La eternidad es la posesión total y perfecta de una vida interminable,
así se explica el misterio de la eternidad y, de rechazo del tiempo,
que es lo opuesto a la eternidad).

(Para Platón, el mundo es un cosmos -algo hermoso y ordenado- no un caos,
una masa informe y sin sentido.
El demiurgo plasmó fielmente la idea eterna de Dios).

Sigamos a Platón y digamos que Dios es eterno y el mundo perpetuo.
Por eso, esta divina presciencia no cambia la naturaleza ni las propiedades de las cosas.
Simplemente, Dios las ve presentes tal cual sucederán un día como hechos futuros.

Has de saber que hay dos clases de necesidad: una simple, como por ejemplo el hecho de que todos los hombres son mortales.

(Hay lugar para creer que el hombre es libre y para confiar en Dios.
Solo hay una necesidad, la de ser buenos).

Queda así resuelta la dificultad que propusiste anteriormente, a saber, que no era digno de Dios afirmar que nuestros actos eran la causa determinante de la presciencia divina.

Un Dios provisor contempla desde arriba todas las cosas. Y la siempre presente eternidad de su mirada coincide con la futura calidad de nuestros actos, premiando a los buenos y castigando a los malos.

No es vana, entonces, nuestra esperanza en Dios, ni nuestras oraciones inútiles, pues, si son rectas, no pueden ser ineficaces.

Tenéis sobre vosotros una gran necesidad, si no queréis engañaros a vosotros mismos: la necesidad de ser buenos, pues vivís bajo la mirada del juez que todo lo ve.


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