Juana de Arco me tiró una flecha de amor en toda su lozanía. Por muy francesa que fuese siempre estaría dispuesta a tener amor con un gallardo español. El temor estaba en que ella no sentía para bien o para mal su cuerpo. El mismo cuerpo que quería ser traspasado por la cruz divina del amor de Jesús. El mismo cuerpo que lloraba sufrimiento tan humano y de varón. El mismo cuerpo que no hubiera entendido ser manchado por la impureza del hombre garrulo normando. Por eso Juana y yo nos teníamos otra clase de amor.
Madame Bovary era francesa y se aburría eróticamente y quería todo a la vez, el amor romántico, la vida acomodada y el despilfarro y finalmente llega al suicidio con arsénico parecido a la Regenta de Clarín, así que Strauss-Kahn y Berlusconi con jovencitas y el Rey Juan Carlos, no han encontrado dificultad de meter el manubrio entre delicadas sábanas del salón del poder político y económico y de derecho en plena recesión.
Del poeta alemán Paul Fleming se publicaron sus Poemas religiosos y mundanos de 1642 en Leipzig, porque si bien tuvo poemas profanos y amorosos y de la naturaleza y la amistad y la patria, su fe ciega en Dios fue la fuente de inspiración de algunos de los mejores himnos y odas religiosas de la literatura alemana y no la muerte y el placer por el sufrimiento ajeno.
Como un quejido sordo o un grito desgarrado de flamenco con sangre en la boca, con los gozos y las amarguras de todo un pueblo andaluz que tienta a la aparición de Dios y si no de la Virgen, del que menos aguante el dolor y el ruido en la ventana, desde las pragmáticas de los Reyes Católicos y de Carlos III nos han marcado a fuego la espalda con un hierro ardiente de las Armas de Castilla, y nos han azotado y encarcelado como a Jesús, y esclavizado los señores a los gitanos, por ser nómadas del espíritu romaní del cantaor y bailaor de la luna, y la guitarra española es de los bienes de España como los rayos de sol de los que habla el ministro visto desde el colegio mayor del San Juan Evangelista en un día otoñal de Madrid.
Después de una boda el mejor compositor del Renacimiento español Mateo Flecha el Viejo abandonó la corte y se dedicó al tema religioso contagiando de su amor divino a su sobrino Flecha el Joven quien ya era maestro de capilla de la corte imperial de Carlos V, combinando las melodías de extracción popular con textos en latín inspirados en la liturgia o en la obra de Virgilio, y lo mismo justo hizo el guitarrista y líder Peter Green cuando abandonó al grupo de rock británico Fleetwood Mac para unirse a una secta religiosa.
El pintor flamenco del Barroco y jesuita Daniel Seghers se dedicó toda su vida a hacer composiciones florales y guirnaldas a la Virgen y el Niño, Jesús y santa Teresa y a san Ignacio como si la compañía de estos seres divinos disminuyese todos los precipicios, todos los valles desolados y todas las ruinas romanas y nos acercase al panorama de las montañas cercanas a Dios.
El papa Nicolás II hizo que el poder espiritual dependiera de los señores feudales por lo que se daba la simonía y el concubinato pero desde el Concilio de Roma de 1074 de Gregorio VII se acabó el que los laicos incidieran en las elecciones canónicas y se acabaron las intromisiones imperiales por lo que Roma se cerró al mundo porque el mundo se abría demasiado.
La Iglesia no quiere que sus fieles se flagelen pero son tan dolorosas las renuncias del clero como las pérdidas dolorosas de los vicios del pueblo que solo un espectador aturdido del jaleo del mundo podría justificar estas concesiones al sacrificio humano para compensar los desmanes de los paganos a quienes difícilmente se les puede oponer un modelo de flamen de ultratumba.
Podría decir como el suizo Secrétan que fuimos expulsados con nuestros nombres del paraíso por nuestra rebelión del pecado original y que Dios nos ha dado una pequeña libertad para reunirnos de nuevo con la divinidad en la muerte pero quién se atrajo toda la mala suerte si siendo niño que nunca dudó le da por ir contra Dios ah sí se convirtió en un joven estúpido y desleído.
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