January 21, 2012

EL ARTE DE LA LECTURA Y LA ESCRITURA EN COLOMBIA: MICHÈLE PETIT

En ciertas obras parece haber un texto subyacente que no es verbal sino rítmico, o un canto, y sobre él los lectores enraizarán sus emociones y sus experiencias. La asociación con el lactante sugiere una vez más que se está rozando algo tan antiguo como la canción de cuna, de la que Alberto Konicheckis escribe: “El ritmo supone un regreso, una repetición, una especie de circularidad, capaz de oponerse a las tendencias de la diseminación y la dispersión que acechan permanentemente al bebé”.

Beatriz Helena Robledo, quien ha desarrollado numerosas experiencias literarias en Colombia, especialmente con adolescentes desmovilizados del conflicto armado o personas desplazadas, y que ha observado con mucho cuidado lo que sucedía durante algunas sesiones, insiste también en la importancia de un ritmo: “...hay ritmo, hay cadencia, musicalidad, juegos de palabras, y un “tempo” que sostiene, que evita el vértigo y el sinsentido:...lentamente unas veces, de manera rápida o cadenciosa otras, devolviéndonos el ritmo original y binario del corazón: sístole, diástole”.

Muchos escritores han intentado incluso recrear por sus propios medios “un espacio propio, en el cual moverse, respirar, instalarse, habitar, vivir”, precisamente porque les hizo falta, como a Georges Perec.

Hasta el grado de que para G.-A. Golsdchmidt: “Más que de sus propias palabras, la literatura está hecha de todos esos espacios que viven en ella...Todo el esfuerzo del que escribe consiste en lograr el nivel casi animal en la forma de sentir el espacio. La escritura, en efecto, se hace con todo el cuerpo, con su colocación. Todo viene del entorno”.

La literatura es parte integrante del arte de habitar que nos resulta esencial... Habitar es eso, disponer cosas a nuestro alrededor. Absorber la distancia respecto a la extrañeza de lo que es exterior a nosotros. Tratar de salir de la angustia mental que provoca la incomprensibilidad inherente a lo que está fuera de nosotros.

Creo que la escritura –al igual que la lectura- sobre todo en entornos marginales y opresivos, terribles como los que está viviendo tanta gente en Colombia que ha sufrido la guerra, puede ser una tabla de salvación para evitar la desintegración total, la locura o el suicidio.

La poesía es bastante practicada: “Constituye una especie de catarsis, un acto liberador que permite decir todo “de una”, como suelen decir ellos. Los textos tienen que ver con la libertad deseada, la soledad –“esa hermana del adolescente”, con la incertidumbre ante el futuro, el amor, la amistad. Las canciones “son las consejeras en todos los momentos y los puntos de referencia para entender muchos aspectos de la realidad.

Cada uno de nosotros tal vez va haciendo su propio libro infinito, reuniendo en él los fragmentos dispersos de los que se ha apropiado, para habitar en él.

La literatura en particular, en todas sus formas (mitos y leyendas, cuentos, poesías, novelas, teatro, diarios íntimos, cómics, libros ilustrados, ensayos desde el momento en que están escritos), brinda un soporte muy notable para despertar la interioridad, poner en movimiento el pensamiento, reanimar la actividad de simbolización y construcción de sentido, y también incita a experiencias de compartir inéditas.

En este caso la literatura, mucho más que una herramienta pedagógica, es una reserva en la cual abrevar para crear o preservar intervalos donde respirar, darle sentido a la vida, soñarla, pensarla.

Los escritores son creadores de sentido que se toman el tiempo necesario para darle significado a un acontecimiento individual o colectivo, a una experiencia singular y universal. Se trata de profesionales de la observación que, muy de cerca con el pensamiento “soñador” próximo al inconsciente y sus mecanismos (la condensación y el desplazamiento...), trabajan la lengua, la empujan, la desempolvan de los clichés (al menos, los buenos escritores). Muchas de las obras que escribieron han nacido ellas mismas de una falta, de una pérdida, de una transfiguración de las penas de la que el autor se desprendió por ese medio y que incluso le ha proporcionado alegría por haber llevado a cabo esa transformación. Al resonar con este trabajo, psíquico y literario, las palabras leídas y oídas tranquilizan, brindan inteligibilidad e incluso dicha. Sobre todo cuando se propone a los lectores no un calco de su propia historia sino una transposición, una metáfora. Nuevamente, un desvío.

Ciertamente no es el único medio. Hanif Kureishi escribió incluso que “la mayoría de las empresas humanas tienen una función más o menos terapéutica”. En muchos casos tampoco es un recurso suficiente. Pero somos seres de lenguaje y seres de relatos, y éstos tienen un valor reparador.

“... ella leía para existir de un modo diferente al vegetativo, para no dejarse destruir. Se trataba de una verdadera empresa de sobrevivencia en un contexto de enclaustramiento familiar y gran soledad”.

Se esfuerzan por salvaguardar (en las situaciones de crisis) un entendimiento de sí mismos y del mundo, por preservar contra viento y marea un espacio de pensamiento, una dignidad y una parte de libertad, de sueño, de algo inesperado, de creatividad, de poética, y no solo estar sometidos a evaluaciones productivistas (de darle sentido a la vida).

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