El bravucón de Guindos no podrá desquitarnos de la leyenda negra de que los españoles que nos mezclamos con musulmanes y hebreos y indios americanos somos codiciosos, crueles y bárbaros, y de la avaricia y ambición y relajación de costumbres de los catalanes en el Mediterráneo, y de los asesinatos y vejaciones que hicimos con los franceses y holandeses de la mano del duque de Alba y de Juan de Austria, y de las ambiciones monopolísticas españolas, y del fanatismo intolerante de la Inquisición, y que todo apunta al anticastellanismo de nuestras autonomías y de los miembros comunitarios pero no somos decadentes rivales, y ahí están nuestras élites del deporte y de las ciencias y de las artes porque este pueblo tiene más cabeza que todos ellos, y razona muy bien, y nos reharemos y brillará la historia de España, y la trascendencia de nuestra lengua tendrá otro siglo de oro.
Abraham Lincoln firmó la nueva nación estadounidense al impedir que la Unión se deshiciera por la voluntad de los estados y abolir la esclavitud y oponerse a la guerra con la América Hispana después de cuatro años de guerra con más de 2.000 combates y más de 100 batallas y medio millón de muertos porque ningún gobierno puede durar medio esclavo y medio libre, como en España tampoco medio socialista con nacionalistas y medio popular con unitarios.
Con la familia del Psoe ya no se casará nunca jamás nadie, así se relacionan las palabras con la familia, Zapateado de la democracia, democracia de la Zapatilla, Zapato de los políticos, los corruptos de los Zapatones, Zapatero en la Moncloa y el Zapatazo de los artistas, pero cómo vas a calzar a la masa del pueblo si pocos ajustan su pie descalzo a la talla de las trabajadoras andanzas.
Quizás el problema de Hispanoamérica sea el adormecimiento en las telenovelas, y quizás el problema de España sea la dramatización de unas madres que nos han educado en una personalidad que ante cualquier cambio que pueda producir una mejora y una revolución en nuestras vidas nos digamos que preferimos acabar en la tumba antes que cambiar, así Miguel Ríos se dirigió a la juventud, como si el cambiar no fuese una mejora de la Humanidad, y así somos como chicos indolentes que no aprendemos hasta que no sentimos de verdad ese hierro del desastre y el límite de la muerte en nuestras propias carnes, que la sociedad de mujeres todavía no controla el mundo de la pareja, y que pedimos a gritos de benito perojo que no sigan los dramas, y es cierto que el llorar resulta placentero para el que no consigue acerar la mente y templar el cuerpo, y nuestros jóvenes siguen sin cambiar la situación aunque les repartan en casa la lápida, lo que en definitiva es un antojo de niños consentidos, y muy libres como una rémora para la colaboración con el objetivo común, y quizá lo que les salve es que son inquietos, y que pedimos que las lecciones sean suaves, y que nos den muchos besos, pero díganme si esto no sirve en la carrera para madurar, por medio de algún extraño milagro, y un inesperado pronto de ira en la sonrisa.
Fidel Castro vive en la incertidumbre y el cubakaos que se ha acarreado en su país, es de la entropía negativa de Iberoamérica a diferencia de los países emergentes, y en la teoría matemática de la estadística de los mensajes de los últimos comunismos, socialismos que nos quedan de quién dice qué a quién y a través de qué medio de comunicación Granmamona, donde la opinión política de Cuba no cuenta ni en la radio ni la internet de los cuerpos arrojados a los tiburones, a sabiendas de tapar a los Derechos Humanos con el formalismo de los antiguos discursos que eran decretos rasos.
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