Santa era Santa Marta, aunque no dicen era contemplativa; pues ¿qué más queréis que poder llegar a ser como esta bienaventurada, que mereció tener a Cristo Nuestro Señor tantas veces en su casa, y darle de comer, y servirle y comer a su mesa? Si se estuvieran como la Magdalena, embebidas, no hubiera quien diera de comer a este divino Huésped. Pues pensad que es esta Congregación la casa de Santa Marta, y que ha de haber de todo; y las que fueren llevadas por la vida activa, no murmuren a las que mucho se embebieren en la contemplación, pues saben ha de tornar el Señor de ellas, aunque callen, por la mayor parte, hace descuidar de sí y de todo.
Acuérdense que es menester quien le guise la comida y ténganse por dichosas en andar sirviendo con Marta; miren que la verdadera humildad está mucho en estar muy prontos en contentarse con lo que el Señor quisiere hacer de ellos, y siempre hallarse indignos de llamarse sus siervos. Pues si contemplar, y tener oración mental y vocal, y curar enfermos, y servir en las cosas de casa y trabajar, sea en lo más bajo, todo es servir al Huésped que se viene con nosotras a estar, y a comer y recrear, ¿qué más se nos da en lo uno que en lo otro?
Camino de Perfección, Cap. XVII
Santa Teresa de Jesús
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