(Ruysbroeck, siglo XIV)
Jamás imaginará el hombre alcanzar la perfección (en la medida en que ello sea posible aquí abajo) sin que el hombre exterior sea absorbido dentro del Hombre Interior; ahí es donde se introduce al hombre en la morada del Fondo Divino, ahí es donde tiene lugar semejante prodigio, donde se manifiesta semejante riqueza... Los que llegan a ese estado [...] permanecen en paz en medio de la contrariedad y se hunden, con un amoroso deseo, en el fondo, devolviendo a Dios todas las cosas, dado que están eternamente en Él, y dado que las lleva en su amor y en su pensamiento.
(Taulero)
Quien está asentado en sí mismo escucha la palabra de Dios. ¿Preguntas qué prefiere Dios, que se actúe por él o que se descanse? Yo digo que el hombre, como Dios, debe hacer las dos cosas. ¡El Verbo sigue naciendo! En verdad, el Verbo Eterno sigue naciendo hoy. Pero ¿dónde? Allí donde te perdiste a ti mismo en ti. Dios no exige nada de ti, sino que descanses por Él; hazlo y Él hará el resto por sí solo. El loco está atareado; toda la tarea del cuerdo, diez veces más noble, es amar, contemplar y descansar. ¿Cuál es el laúd de Dios? Un corazón que se apacigua hasta el fondo por Dios, como Él quiere que sea; a Él le gusta tocarlo. Él es su laúd.
(Ángelo Silesio, siglo XVII)
Voz interior.
Voz silenciosa.
Voz inspirada.
"Vibra de silencio, oh mi alma, hacia Dios". (Salmo 622,2)
Allí donde esté el Espíritu del Padre, está el Hombre Vivo: [...] la carne, poseída en herencia por el Espíritu, olvida lo que es para adquirir la calidad del Espíritu y tornarse conforme al Verbo de Dios.
(Ireneo de Lyon, siglo II)
El Logos de Dios, despreciando la lira y la cítara, instrumentos sin alma, ajustó mediante el Espíritu Santo nuestro mundo, y de forma muy particular este microcosmos, el hombre, su cuerpo y su alma. Utiliza este instrumento polifónico para ensalzar a Dios y canta al compás de este instrumento humano [...] Porque tú eres para mí una cítara, una flauta y un templo, una cítara por tu armonía, una flauta por tu aliento, un templo por tu razón, de suerte que la primera vibra, la segunda respira, y éste alberga al Señor [...] El Señor, enviando su aliento a ese hermoso instrumento absolutamente armonioso de la divinidad, acordado y santo [...] Logos celeste.
(El Protréptico, San Clemente de Alejandría, siglo III)
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