Yo relaciono mucho el encuentro de personas con los acontecimientos próximos aunque hayan sido de pasada y al arrastre como el que determinados personajes de las naciones son los que dicten el devenir de los desarrollos y de los sucesos de las poblaciones, y por eso me pienso mucho incluso antes de entrar a ver al tendero y solo el no hacer esperar al mismo tiempo me puede empujar a dejarme ver por la consentida primera novia de mi hijo.
Yo no creo como Lautréamont que si el bien o Dios existen estén más allá de este mundo porque si bien el libro de cada persona puede defraudar en conociéndolo, siempre guardamos recuerdos de las personas como de los buenos libros en su época, y en nuestras pesquisas podemos esperar que daremos con un mejor aun libro todavía que nos venga al dedillo si perseveramos en mantenernos bien dispuestos para que sea fácil su llegada a nuestras manos como por arte de magia.
Yo no creo como el poeta portugués Laranjeira que prologó Unamuno, llegara a suicidarme por el tedio de vivir las horas sin Dios y sin razón alguna porque encontré una mujer que era un tesoro y formamos una familia y no me falta el trabajo, y tengo casa y la vida en calma que en eso constituye la felicidad pero sí que creo que mis hijos tendrán que pasar por todas estas pruebas y que si tuvieran fe en Dios y cumplieran con los preceptos cristianos todo se andaría y el Diablo no haría presa en ellos y alcanzarían la dicha que no se extingue y se multiplica y que mejora el entorno y lo otro es hacer el ridículo.
Conocí a un portugués que se apellidaba Leitâo-Lechón y vivía en la torre más alta de Sâo Martinho, y conocí a un compañero de Graduado Social que era Piscis, se apellidaba Pesqueira y vivía en la calle del Pez de Madrid y ambos eran buenas personas, y también conocí a Beatriz Saiz que había pasado por los mismos lugares y gentes de mi pasado como una estrella alternativa.
Miterrand detuvo a la escolta oficial en la Plaza de Lima y se puso a caminar por Concha Espina a la hora en que salía del trabajo y nos encontramos de frente, y a los pocos días el coche de Daniel Ortega casi me atropella porque me quedé en medio de la Castellana para cruzar donde había un pasillo sin asfaltar para ambulancias y nos quedamos mirándonos desde la ventanilla, y todo esto a la altura del Bernabéu.
En aquellas tardes de lluvia dublinesa y oscuras,/ veía a través de la ventana de la cocina,/ el jardín con sus caseras plantas sin quejarse/ junto al garaje de las herramientas/ el olor de la moqueta de las escaleras/ y unas pastas de té en la mesa,/ y suspiraba llegara la hora/ en que correría por la calle a coger el autobús de dos pisos/ para encontrarme con los amigos en el centro de tal campo de la ciudad de Dublín/ y con mi amada.
December 13, 2012
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