UNA
NAVIDAD EXTRAÑA
Hola de nuevo
habitantes de mi pequeño mundo os dejó un pequeño cuento que se me ocurrió hace
mucho cuando en una revista de
Historia un apunte llamó mi atención en la 1º Guerra Mundial no todas las
noches fueron de sufrimiento, muerte y dolor, al menos una de ellas no, este es
el relato de aquella noche.....
En la Nochebuena de 1914 en plena Guerra Mundial, tuvo lugar un hecho extraño las tropas enemigas en el frente de Francia,
una a cada lado de sus trincheras, confraternizaron durante una noche compartiendo víveres y canciones frente al fuego
Al día siguiente el Alta Mando de ambos ejércitos y ante el temor de que se produjeran deserciones inflingieron un castigo ejemplar,
Llegando en algunos casos al consejo de guerra y a ejecuciones, .. Pero durante unas horas, en una extraña noche, en el frente reinó la paz
Este es el relato dedicado a aquellas horas y a aquellos hombres buenos en una guerra cruel
UNA EXTRAÑA NOCHEBUENA
Disfrutaba bajo el suave sol de primavera con el contacto con la tierra que siempre le había relajado, incluso cuando era oficial en activo nunca dejaba
de ejercer su afición favorita en cualquier destino que estuviera, ya que ahora como coronel retirado se lo podía permitir, nunca podría agradecer bastante
al destino la fortuna de poseer ese pequeño jardín, iba de una planta a otra dispensándoles los cuidados necesarios, mientras canturreaba para si y para las flores
Que poblaban sus pequeños dominios, de pronto una sombra le hizo levantar la mirada, su hijo John, un hombre ya, le hablaba:
- Papá, preguntan por ti-
¿-¿Quién es?, hace tiempo que no recibo a nadie, más bien los despido, creo haber enterrado ya a todos mis amigos, soy viejo, suspiró
¡ -No me ha querido facilitar su nombre, sólo insiste en que es importante y parece extranjero, alemán quizás, aunque no estoy seguro
-Esta bien, no recibimos tantas visitas como para desaprovechar hablar con un caballero y ¡¡extranjero además¡¡, se rió el anciano, acompáñale al jardín, por favor
El desconocido entornó los ojos, cuando entró en la claridad, y resuelto se dirigió hacía el coronel
Este parecía ver visiones, incrédulo contemplo, como le alargaba la mano mostrando una pitillera de plata
-¿me recuerda mon ami?..
El coronel miró sus ojos, esos grandes ojos claros que le contemplaban con emoción y se vió más de una década atrás en un país en guerra…
Saliendo de la trinchera el capitán de infantería John XXXx disfrutaba de la breve paz que la tregua le había regalado, como excepción en esta Nochebuena
de 1914 los dos ejércitos que desde hace una eternidad se martirizaban mutuamente, habían decidido celebrar la Paz del Señor, incluso siendo
ambos católicos y con el mandamiento de "No Matarás" presente, se empeñaban eficazmente en hacerlo de una forma profesionalSalió a fumar al gélido frío de la noche, a lo lejos se oían las alegres canciones navideñas de sus enemigos y, como haciéndoles coro, las de sus propios hombres,
la pegadiza melodía, le hizo recordar su hogar en la lejana Inglaterra, y sobre todo a su hijo John, pronto estaría en edad de prestar servicio militar si antes no terminaba esta
maldita guerra, se estremeció al pensar en su juventud, puesta a disposición de esta odiosa maquinaria de guerra, tan joven, tan inexperto, no duraría ni un
día en estas malditas trincheras
De pronto un ruido le hizo sobresaltarse, al otro lado de las líneas una silueta se recortaba contra el cielo estrellado y una juvenil voz entonaba suavemente
O Tannenbau, el poco alemán que conocía le hizo reconocer la canción navideña, algo en su voz le hablaba de la extrema juventud del solista, el capitán
se acercó a la voz y esta calló bruscamente
¡Achtung¡ oyó que gritaban en tono agudo, seguido de más palabras que el capitán no conocía, se imagino que le preguntaba quien era con bastante temor.
-Tranquilo, estamos en tregua, sólo me acercaba a escucharle- le dijo con voz calmada, de pronto vio de quien se trataba, era apenas un adolescente muy asustado
Que le miraba con grandes ojos, el capitán vio en él a su hijo que tan lejos se encontraba.
-Tranquilo, repitió, no voy a hacerte daño, ¿quieres?- le ofreció con su mano un poco de chocolate que le quedaba de su pobre cena navideña.
el alemán más que entender las palabras de John intuyó sus intenciones, y sonriendo se acercó, dejando ostensiblemente su arma en el suelo.
Puestos de acuerdo, ambos cruzaron sus líneas encontrándose en la tierra de nadie, rodeando de alambradas
el joven empezó a hablarle, por el tono de su voz entendió que le agradecía su compañía pero pronto calló al darse cuenta que el inglés no entendía nada de
lo que le decía. Estaba contándole su tristeza, su desamparo, se encontraba luchando en una tierra que no era la suya, por una causa que tampoco lo era,
le quería hablar de tantas cosas, de su tierra, su Baviera natal llena de nieve y música en esta época del año, de su madre que tanto echaba en falta y que lloró tanto
al despedirle, de su padre severo y afable, que el capitán le recordaba, no entendía porque debía considerar enemigos a hombres como el que le estaba ofreciendo
parte de su cena, la impotencia de no poder comunicarse y la tristeza de la noche puso lágrimas en sus ojos
John puso una mano en su hombro y lo intentó en otro idioma, nebulosamente recordado de su tiempo de escolar.
¿vous parlez français? - ¿me entiendes?
Al joven se le iluminó la cara - Mais oui, perfectamen, prosiguió en el mismo idioma
Y así de una forma titubeante estuvieron conversando toda la noche, el alemán Gunther pudo desahogar su nostalgia de su tierra con la compresión de John,
ambos rieron de sus mandos incompetentes, de los políticos avariciosos, que les habían llevado a esas trincheras, la ambición de los hombres por poseer
más tierra de la que puedan disfrutar.
John le habló de su familia tan lejos, de su hijo tan próximo de edad al propio Gunther, de sus sueños de paz, dejar el servicio activo y dedicarse a la enseñanza,
su verdadera vocación, y un pequeño jardín que cultivar con sus propias manos, viendo crecer los frutos de la tierra
Esa noche verdaderamente reinó la Paz en nuestro pequeño mundo, de un lado a otro de las alambradas, voces broncas se llamaban en una multitud de lenguas
se veían uniformes ingleses chapurreando alemán con rubios teutones que a su vez intentaban hablar en la lengua de Shackespeare
La noche se hizo corta para John y Ghunter, tanto que contar, tantas experiencias por compartir, John se sentía como si estuviera con su hijo, con un cariño
paternal y protector y temió que llegara el alba y volvieran a ser enemigos, sabía que le costaría volver a empuñar el arma y mucho más el disparar, cuando
al otro lado veía hombres y no bestias salvajes y cuando cada cuerpo que cayera podría ser el de Gunther
Este intuyó los pensamientos del capitán, ya que eran los suyos propios, por una noche se sintió en casa, no sufría ni el frío, ni el hambre y la nostalgia
había dejado de atormentarle. Él tampoco se veía con fuerzas para recuperar su fúsil, al otro lado de las líneas ni quería seguir las órdenes que le impelían a matar
cuantos enemigos pudiera.
Esa noche pudo haber llegado la paz ya que los hombres se contemplaban como fueron creados: Hijos de Dios y por lo tanto hermanos
Pero ya la claridad del ambiente anunciaba la llegada del alba, empezaron a oírse voces que lejos de la alegría de las horas anteriores, resonaban con los acentos
de las despedidas,
Rápidamente John introdujo la mano en su guerrera y extrajo su pitillera de plata regalo de Elisabeth, su esposa
Gunther sé que no fumas, pero acéptala en recuerdo de esta noche, no tengo otra cosa que darte y si Dios ó el destino nos dejan vivos
acabada esta maldita guerra, me gustaría volverte a ver, ven a mi casa y mi familia será la tuya, quiera Dios que nunca te vea como un enemigo
-Gracias John, no sabes lo que representa para mí, te juro que si sobrevivo, yo mismo la llevaré a tu casa y te la devolveré
Los dos se estrecharon en un abrazo fraternal
Ya la luz era propiamente del alba y empezaron a resonar los cornetines de órdenes, convocando a los hombres a cada lado de sus trincheras, mientras resonaban
las voces de los oficiales de Alto Mando
Hombres, vuelvan a sus unidades, la tregua expira, repito la tregua expira.
John sin mirar atrás se dirigió con paso rápido al bloque de oficiales, con una idea fija en mente, pediría el traslado al otro lado del frente, no quería correr el riesgo
de volver a ver a Gunther muerto en cualquier lado de las trincheras, sabía que la ofensiva era cosa de días y los alemanes no tenían medio de hacerles frente,
él no mataría a su amigo
Afortunadamente se necesitaba un oficial de Intendencia en otra compañía destinada a muchos Kilómetros al este de las trincheras en la población de XXXXXX
John se acomodó rápidamente a su nuevo puesto y su eficacia le hizo ascender rápidamente en el escalafón, cada vez ocupando más puestos administrativos,
organizando la comodidad de las tropas y asegurando el suministro de lo necesario, su honradez era proverbial en todo el ejercito y ese característica unida a su
edad ya no tan juvenil hizo que los mandos le alejaran del frente con gran alivio de John quien ya no se consideraba capacitado para matar.
En su carta a Elisabeth, su esposa, escrita aquella mañana de Navidad le contó su extraño encuentro:
"Querida Elizabeth"
Cuanto nos sorprende a veces el destino, anoche me encontré con el mío, por increíble que parezca, esta Nochebuena se decretó una tregua, con el fin
de que los hombres pudieran disfrutar de un poco de paz, me encontraba paseando y acordándome de vosotros con más nostalgia que nunca, ya que
pronto nuestro hijo estará en edad militar, y si no se acaba esta maldita locura, será reclutado y tendrá que empuñar las armas, cuando escuché una voz
que entonaba un villancico alemán, algo en su voz me recordó a nuestro John quizás la extrema juventud que demostraba, me acerqué al origen del sonido
y vi a un joven apenas salido de la adolescencia, flaco, desnutrido, que me miró con miedo con unos enormes ojos llenos de lágrimas y tristeza que se empañaron
de miedo cuando vieron mi uniforme, intente tranquilizarle pero no entendía nuestro idioma, al final recordando el poco francés que aprendí en el Liceo le hablé
en ese idioma y aliviado vi con alegría como lo hablaba con fluidez, hemos estado toda la noche hablando, a veces riendo y otras llorando, gracias a Gunther, así
se llama, me sentí mucho más cerca de vosotros.
Espero que no te enfades, le regalé la pitillera de plata que me entregaste al partir, quería que tuviera un recuerdo de esta noche y que le fuera útil, si tuviera
que desprenderse de él, ya que no creo que la derrota de su ejército esté muy lejos, y necesitará dinero para llegar a su hogar en Baviera
Como podrás ver por la dirección he cambiado de unidad, pedí el traslado hoy mismo y me concedieron intendencia en esta ciudad de la Provenza, no soportaba la
idea de disparar y que al otro lado de mi arma estuviera Gunther u otros como él, ya que cada vez son más jóvenes, y no son los furiosos guerreros que nos
presentaba la propaganda
Amor mío, no sé si la carta te llegará íntegra o habrá líneas censuradas, pero espero que entiendas como me siento y el ansía de veros que cada día crece,
cumpliré con mi deber pero mi corazón está en Inglaterra con vosotros.
Cuídate mucho, cuida también a John y recibe un beso muy fuerte de tu esposo
John
En Inglaterra, Elizabeth volvió a guardar la carta mojada con sus lágrimas, en el sobre, secándose los ojos, llamó a su hijo que se encontraba en su habitación
John, ven por favor, tenemos carta de tu padre
Un fornido adolescente entró como una tromba en la habitación
A ver- déjeme leerla, su madre extendió la mano- toma, pero ten mucho cuidado quiero volver a leerla y guardarla con las otras
El joven tras leerla unas cuantas veces sonrió a su madre, mamá mucho me temo que el ánimo caritativo de papá te cueste unos cuantos regalos más
Pero John, protestó Elizabeth, eso no es lo importante
Ya lo sé mamá, rió, pero es tan divertido tomarte un poco el pelo, sobre todo cuando hay tan buenas noticias, por fin está lejos del frente, podemos respirar
- Bueno, sigue habiendo una guerra y está en un país extranjero, pero sí estoy feliz, sobre todo de ver, que la guerra no le ha cambiado y sigue siendo el
hombre bueno que conocemos y me alegro que ayudara a ese joven
Gunther, mamá - dijo John- papá nos dijo su nombre
Vale, de acuerdo, Gunther, nada me gustaría más que se cumpliera el deseo de tu padre y volviera cuanto antes a casa y si ese joven necesita dinero
la pitillera le será más útil a él que a tu padre, así fumará menos, añadió con humor.
De nuevo en el presente, el coronel se fijo en el rostro que le sonría, a este hombre esbelto y fuerte que le tendía la mano, en sus ojos francos encontró al joven
que compartió la paz de aquella extraña Nochebuena, y con alegría y sin atender a la mano extendida, se abrazó a él al tiempo que exclamaba:
¡¡Gunther¡¡ ¡Dios mío que alegría¡ pues claro que me acuerdo amigo mío, no sabes las veces que he contado tu historia a mi familia y cuanto me he preguntado
que habría sido de ti. ¡¡Eres bienvenido¡¡ como te dije hace tantos años mi casa es la tuya.
Me alegró mucho de verle, capitán o debería decir coronel, dijo Gunther, en un perfecto inglés, he tenido que seguirle la pista para averiguar donde vivía
y darle las gracias por su regalo, fue mi amuleto de la suerte en la guerra, al día siguiente de nuestro encuentro fui transferido a otra unidad en la retaguardia
con el fin de organizar el suministro de las tropas y me alejé del frente, afortunadamente, ya que me consideraba incapaz de disparar.
Volvía a mi hogar cuando fuimos derrotados y con gran alegría encontré a mis padres esperándome, ahora ya han muerto pero fueron felices, ya que
no perdieron a ningún hijo, me casé y tengo un hijo, por cierto, espero que no le importe se llama John, como usted.
El coronel muy emocionado se abrazó de nuevo a Gunther y llevándole por el hombro entró en su casa
¡Elizabeth, John, ¡ llamó- venid por favor, está en casa mi gran amigo, hoy celebraremos de nuevo una Nochebuena
Esta canción que incluyo es un rendido lamento a los horrores de la guerra mi cuento, como tal tiene un final feliz, cuento al fin ya que en la vida real la crueldad de la guerra es infinita.
Maite de Pablos
ellibrodelinfinito.blogspot.com
No comments:
Post a Comment