Entra Silvero, pastor.
SILVERO Creciendo va mi dolor
por los puntos de la ira,
Belisa, de tu rigor.
¿Adónde huyes de mí?
LISENA ¿No la has hallado?
SILVERO No la hallo.
Lisena, ¿qué haces aquí?
LISENA Buscar, perdida y ajena,
aquél por quien me perdí,
que al fin tiene dueño ajeno.
SILVERO Y el que lo es de mi vida.
LISENA Al fin, penas como peno.
SILVERO sí que en aquesta bebida
nos dan un propio veneno.
Belisa quiere a Belardo,
tú a Belardo, yo a Belisa;
no sé qué remedio aguardo,
que todo el mal viene aprisa
y el bien, perezoso y tardo.
¡Ah, Lisena, y quién pudiera
hacer que yo te quisiera!,
y porque esto fuera así
que me quisieras a mí,
al fin, que una cosa fuera;
pues quieres a quien te olvida
y yo a quien me olvida quiero.
LISENA Mal puede un hombre, Silvero,
forzar su dicha perdida.
Por quien me aborrece, muero.
SILVERO ¿Quieres que nos esforcemos
a amarnos los dos? Quizá
que porfiando podremos.
LISENA ¿Quién al amor forzará?
Pero, Silvero, probemos;
que, cuando no sirva más
que dar a entender al valle
que por mí penando estás
y que me abrasa tu talle,
doy celos y celos das.
SILVERO ¿Qué más bien que dar fatiga
tan celosa a mi enemiga?
LISENA ¿Qué más bien que a mi enemigo
dalle un celoso castigo
de cuanto a mí me castiga?
Yo sé que lo sentirá,
que a Pradelo sabes ya
le aborrezco, y este día,
si otra amase, me daría
la pena que no me da.
SILVERO Brava pena da, Lisena,
ver que quien nos ha querido
ya quiera persona ajena;
que quizá de igual olvido
tomó principio mi pena.
Por lo menos, les daremos
a entender que nos amamos,
y a fe que pena les demos
viendo que no nos lloramos
las lágrimas que solemos.
Ahora bien, quiero empezar.
LISENA ¿A qué, Silvero?
SILVERO A probar
a decirte alguna cosa:
¡A fe, que vienes hermosa!
LISENA Bien dices para burlar.
¡Qué gentil hombre que estás!
SILVERO Para burlarte bien dices.
¿Ámasme, mi bien?
LISENA Bien vas.
Como el agua a las raíces
de verde trigo, y aun más.
Y aun es mayor mi deseo
de que te juntes conmigo.
SILVERO No es posible, no lo creo;
pongo al cielo por testigo
de que a la muerte me veo.
LISENA ¿De qué enfermedad?
SILVERO De amarte,
porque en mi cuerpo no hay parte
donde no tenga su herida.
LISENA Pues ¿qué soy yo?
SILVERO ¿Tú? Mi vida.
LISENA Quiero en mis brazos curarte.
SILVERO Tomarélos, no hay que hablar.
LISENA Tente afuera; aqueso no.
SILVERO ¿No ves que todo es burlar?
LISENA Sí; mas no se concertó
que me habías de abrazar.
Las burlas, burlas, Silvero;
que eso de los brazos es
prendas de amor verdadero.
SILVERO Así, pues, háblame, pues.
¡Qué me dices?
LISENA Que te quiero.
SILVERO Y yo sin comparación.
Por justa satisfacción,
te ofrezco mi voluntad.
LISENA ¿Qué más tiene la verdad,
Silvero, que esa afación?
¡Oh, malhaya la mujer
que pone su fe en vosotros!
SILVERO Mejor se puede poner,
cuando la hubiese, en nosotros;
pero no la puede haber.
Oye, que Belisa es ésta.
A fe que tenemos fiesta.
Hazme favor, por tu vida.
Entra Belisa haciendo una trenza de cabellos de seda azul y verde.
BELISA Vaya la esperanza asida
entre amor y celos puesta,
aunque lo azul con lo verde
no diga bien
LISENA ¡Ah, mis ojos!
SILVERO ¿Qué, mi bien?
LISENA Que se os acuerde
que soy yo vuestros despojos.
BELISA ¡Oh, cuánto la cinta pierde
en llevar aquestos celos!
Mas yo diré que el turquí
era color de los cielos.
SILVERO ¿Qué?¿Al fin me quieres a mí?
BELISA ¿Pondrélos, o quitarélos?
SILVERO Alza más la voz, Lisena,
que, en la trenza embebecida,
viene de sentido ajena.
LISENA ¿Quiéresme?
SILVERO Como a mi vida.
LISENA ¿Qué tienes?
SILVERO Amor y pena.
Dire más.
LISENA No puedo más,
que si de acá no me sale
cánsame mucho.
SILVERO Verás
cuánto la industria nos vale.
LISENA No escucha, y es por demás.
Ya Belardo viene aquí.
Yo sé que ahora hablarás.
Entre Belardo haciendo en una tablilla esta cifra: b-flor de lis-a.
BELARDO Bien irá la letra así
y este rasguillo de atrás.
BELISA ¡Qué bien los celos tejí!
A fe que sin que lo diga,
mi lengua en esta ocasión
ha de entender mi fatiga.
SILVERO Abrásasme el corazón,
y el propio a tu ardor se obliga.
LISENA Tú me abrasas los sentidos.
BELARDO La flor de lis pondré en medio.
LISENA Están tan embebecidos,
que de oírnos no hay remedio.
SILVERO Bien parecemos fingidos;
que si tú a mí me quisieras
y de mí querida fueras,
árbol ni piedra quedara
que no te oyera y mirara,
y escuchada y vista fueras.
LISENA Desdichado es el amor.
Nunca le faltan testigos.
SILVERO Por mí lo dirás mejor,
que tiene mil enemigos
mi verdadero dolor.
BELARDO Hermosas plantas de encarnadas rosas;
doradas y extendidas clavellinas,
que en verdes hojas de esmeraldas finas
con nuevo olor resplandecéis vosotras.
Altos jazmines, vides amorosas,
de consumirse, con el tiempo, indinas;
¿vistes del sol las luces más divinas
mirarse en verdes ramas victoriosas?
¿Viste jamás tan apacible el día?
¿Reverdecieron más vuestros despojos
con el rocío que del alba os toca?
Aquí debe de estar la prenda mía,
que aquese resplandor es de sus ojos
y aquese aljófar de su dulce boca.
BELISA Marchitas plantas, ramos, fruto y rosas,
fe de los hombres, tiernas clavellinas,
que siendo falsas, como piedras finas,
a nuestro engaño relucís vosotras.
Robles, desenlazad las amorosas
yedras de engaño y deslealtad indinas,
porque las apariencias más divinas
de fe rompidas vivan victoriosas.
Pastor injusto, pues que llega el día
de tu mal pensamiento, estos despojos
recibe, que es más justo a quien le toca.
Ni soy tu prenda, ni eres prenda mía;
sólo me pesa que a tan buenos ojos
el cielo diese tan fingida boca.
BELARDO Amor: que esto que siento,
que no suele el corazón
en vano hacer movimiento,
correos del alma son
que vienen del pensamiento.
¡Ay, mi Belisa!¿Aquí estás?
BELISA En mis brazos te recibo,
por no negallos jamás.
SILVERO De lo dicho me desdigo;
no pienso quererte más.
Para ver, sí tienen ojos,
no los tienen para verme.
BELARDO Causa me has dado y enojos,
y ocasión para ofrecerme
a la muerte por despojos.
BELISA Esta trenza de cabellos,
que he tejido para ti,
te dirá la causa dellos.
BELARDO Si ello me lo dice así,
por Dios, que me cuelgue dellos.
Aquí el verde y mi esperanza
muestran el valor que alcanza
el que sirve con firmeza;
pues no hay negro, no hay tristeza,
ni en pardo, desconfianza.
¡Ay, color, que ya te veo!
No hay por qué te disimules;
ni vienes bien, ni lo creo,
que no da llamas azules
al fuego de mi deseo.
Es mi pena celestial
y esas llamas están mal,
porque azules son de azufre,
y no es la pena que sufre
tan sin remedio infernal.
Mi bien, ¡que puedes creer
que se ha de compadecer
haberte visto y no amarte
y que pueda celos darte
hermosura de mujer!
¿De quién temes?
BELISA No querría
mi bien, decirte mi pena;
pero viste estotro día...
BELARDO ¿A mí?¿Con quién?
BELISA Con Lisena.
BELARDO ¿Qué dices, Belisa mía?
¿Yo, con Lisena?
BELISA Tú, pues.
BELARDO Puede ser; pero ¿no ves
que guardaría el decoro
a que los ojos que adoro
estó poniendo en mis pies?
SILVERO ¿No escuchas esto, Lisena?
LISENA Ya lo escucho, que ya estoy
ardiendo en celosa pena.
BELARDO Bien sabes que tuyo soy,
sin tener sospecha ajena;
y créeme sin recelo,
que es Lisena un frío hielo
para mis ojos, y que es
la tierra de aquesos pies
y el infierno de ese cielo.
LISENA ¿Esto tengo de escuchar?
¿Estos desprecios merezco
por un injusto adorar?
BELISA Ya que a creerte me ofrezco,
la palabra me has de dar
de no hablar más con Lisena.
BELARDO Cuando la hablare otra vez
me condene a eterna pena
aquel sangriento jüez
que a los infiernos condena.
Pero ya que eso me pides,
y con tu amor verdadero
la razón que tienes mides,
dejar de hablar a Silvero,
porque del todo le olvides.
BELISA ¿Yo, a Silvero?
LISENA ¿Oyes aquesto?
SILVERO Ya lo escucho. ¡Ah, tiempo ingrato,
qué firmeza has descompuesto!
BELISA Ayer rasgué aquel retrato
que estaba en el olmo puesto;
que le di con el cayado
en la adornada cabeza
tantos palos al cuitado,
que allá saltó la corteza
y esotro volvió quebrado.
SILVERO ¿Esto tengo de sufrir
por un injusto adorar
hasta llegar a morir?
BELARDO ¿Juras que no le has de hablar?
BELISA Y cuando le viere, huir.
¿Qué traías en la mano?
BELARDO Una tablilla en que hacía
aquel nombre soberano.
BELISA ¿Cúyo?
BELARDO Tuyo, gloria mía.
BELISA Muestra a ver. ¡Por Dios, galano!
¿Qué dice en la be y el a?
BELARDO Con la lis en medio puesta,
Belisa, mi bien, dirá.
SILVERO Cara me cuesta la fiesta,
y el alma me costará.
BELISA ¿Quiéresme le dar?
BELARDO ¿Pues no?
Pues yo ¿para quién lo hacía?
LISENA ¿Ves que el retrato le dio?
He visto la muerte mía,
y la que nunca me vio.
BELISA Traerle quiero en mi cuello
en poniéndole una cinta.
BELARDO Yo, la trenza y tu cabello
cuando con muerte sucinta
me obligare a suspendello,
aunque esto nunca será.
Vámonos aquella fuente
que junto al encina está.
SILVERO Éste es tiempo conveniente.
Lisena, el brazo me da,
que viéndonos abrazados
irán de celos abrasados.
LISENA Tal estoy, que te los doy.
BELARDO Yo soy tuyo.
BELISA Tuya soy.
BELARDO ¿Cómo iremos?
BELISA Enlazados.
Éntranse abrazados, sin mirarlos.
SILVERO Con nuestra burla nos deja.
LISENA Suelta, Silvero, los brazos,
pues aquel traidor se aleja,
que voy a ahorcarme en los lazos
de la vid más firme y vieja.
Que pues un tiempo lo fui
y el cuello ingrato ceñí
pensando que era árbol fuerte,
serán lazos de mi muerte
los que en la vida tejí.
Váse Lisena.
El ganso de oro, Lope de Vega
December 18, 2013
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