Militar y político español.
Ingresó en el Ejército en el bando isabelino (1834) y tuvo una destacada actuación en la primera guerra carlista, en la que fue ascendido a coronel.
Miembro del Partido Progresista, al ser derrotadas las tropas del pretendiente Carlos se opuso en las Cortes a la regencia de Espartero y fue enviado a Andalucía como subinspector de los Carabineros.
En 1843 se sublevó contra Espartero en Reus y consiguió levantar la mayor parte de Cataluña, recibiendo tras su triunfo los títulos de conde de Reus y vizconde de Bruch y el nombramiento de gobernador militar de Madrid y Barcelona.
Conspiró contra el gobierno del moderado Narváez, por lo que fue procesado en octubre de 1844.
Fue capitán general de Puerto Rico (1847-1848) y jefe de la comisión observadora española en la guerra de Crimea (1853).
En 1854 ganó un escaño en las Cortes en representación de Barcelona, fue designado capitán general de Granada (1855) y ascendido un año más tarde a teniente general.
En los años siguientes tuvo una actuación destacada en la guerra de África (1859-1860), al imponerse a las tropas cabileñas en Castillejos y Tetuán, por lo que fue recompensado con el título de grande de España y con el marquesado de Castillejos.
En 1861 dirigió la expedición española a México que, junto a la franco-británica, tenía el propósito de presionar a Juárez para que hiciese frente a la deuda exterior mexicana, pero los planes de Napoleón III destinados a crear un imperio colonial a partir de México provocaron su salida inmediata hacia Cuba.
A su regreso a España (1862) se consolidó como dirigente del Partido Progresista y brevemente de la Unión Liberal de O´Donnell; se opuso a la reina Isabel II, contra quien dirigió los pronunciamientos fallidos de Valencia (1865), Villarejo y San Gil (1866), y fraguó una conspiración antimonárquica de acuerdo con los unionistas y los demócratas (Acuerdos de Ostende, 1866, y París, 1867).
En 1868 encabezó, junto a Sagasta y Ruiz Zorrilla, la revolución antiisabelina que sería respaldada por el almirante Topete y por el general Serrano y que tras la publicación del manifiesto España con honra provocó la caída de la reina (18 de septiembre).
En el gabinete dirigido por Serrano asumió la cartera de Guerra (octubre 1868) y durante la regencia de Serrano se hizo cargo de la jefatura de Gobierno (junio 1869).
Prim intentó frenar el avance de los republicanos y DEFENDIÓ LA INSTITUCIÓN MONÁRQUICA respaldando las aspiraciones a la corona del príncipe Leopoldo de Prusia y posteriormente la de Amadeo de Saboya, que fue finalmente reconocido como monarca (diciembre 1870).
Prim falleció pocos días después de la llegada del nuevo rey como consecuencia de las heridas sufridas en un atentado.
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Al llegar a LA CALLE DEL TURCO (actual Marqués
de Cubas), el cochero observó que había dos carruajes de caballos atravesados
en el angosto camino. Tuvo que detener la berlina en medio de la densa nevada.
Un segundo después el coronel Moya se asomó a la portezuela para tratar de
arreglar la situación y contempló con alarma cómo tres individuos vestidos con
blusas, sin duda alertados de la llegada de Prim, se dirigían hacia el coche
armados con lo que le parecieron carabinas o retacos, aunque uno de ellos llevaba
con seguridad una pistola. No tuvo tiempo
nada más que para decir: “Bájese usted, mi general, que nos hacen fuego”.
Sus palabras quedaron
interrumpidas por el ruido de las detonaciones, al menos tres por el lado
izquierdo y otras dos por el derecho. Los cristales se quebraron y uno de los
asesinos consiguió meter en el interior de la berlina el cañón del arma que
portaba; tan cerca del general Prim que la cara de éste quedó tatuada por los
granos de pólvora. Su ayudante, Nandín, en un movimiento desesperado, trató de
protegerlo interponiendo su brazo. Las balas le destrozaron la mano, y quedaron
esparcidos esquirlas y pedazos de carne abrasada.
La agresión duró sólo
unos segundos, apenas los mismos que el cochero tardó en reaccionar, golpeando
con su látigo casi por igual a los agresores y a los
caballos hasta romper el cerco y huir hacia la calle Alcalá.
Se dirigieron a toda
prisa hacia el Ministerio de la Guerra. Al llegar a palacio los dos heridos
descendieron de la berlina, ayudados por Moya y el cochero. El general subió
por su propio pie la escalerilla del ministerio, apoyándose en la barandilla
con la mano afectada y dejando en el suelo un reguero de sangre. Al encontrarse
con su esposa forzó un gesto tranquilizador para decirle que sus heridas no
revestían gravedad.
Cuando llegaron los
médicos apreciaron rápidamente los destrozos en los dedos de la mano derecha,
de tal envergadura que fue preciso amputar de inmediato la primera falange del
anular, quedando en peligro de amputación el índice. Aunque lo más preocupante
era el «trabucazo» que el general presentaba en el hombro izquierdo. Le había
sepultado al menos ocho balas en la carne. Los cuidados médicos se prolongaron
hasta la madrugada. A las dos de la mañana se le habían extraído siete balas.
Nandín, el ayudante,
fue trasladado a la casa de socorro más cercana, donde se le diagnosticó que
perdería el movimiento de la mano, que le quedaría seca e inservible, pero que
quizá —le dijeron— no tendrían que amputársela. Entre tanto, las noticias
difundidas mentían sobre la gravedad de las lesiones: se quería que fuesen
tranquilizadoras, en un momento en que era preciso mantener la calma en el
país. Aun cuando las heridas no eran demasiado graves, el hecho que se
infectaran le provocó la muerte tres días después. El motivo de la infección
fue la introducción en su pecho de retazos del abrigo de piel de oso que
llevaba por el frío y que provocaron una sepsis.
-MUERTE DE PRIM-
(Canción
de corro)
En
diciembre de 1.870 Prim murió en un atentado en la calle del Turco,
en Madrid.
El
hijo mayor promete vengar la muerte de su padre.
“En
la calle del Turco / le mataron a Prim
sentadito
en el coche / con la guardia civil.
Con
la guardia civil / con la guardia rural
a
las diez de la noche / en el palacio real.
Cuatro
tiros le dieron / a boca de cañón.
Cuatro
tiros le dieron / en mitad el corazón.
El
día dos de enero / le dijeron a Prim:
-
Retírese usted al campo/ que le quieren herir.
— Si
me quieren herir / que me dejen hablar,
para
entregar las armas / al otro general.
— Por la escalera abajo, / baja el hijo
mayor
— quien ha sido el infame / qué a mi
padre mató.
Y
aunque soy chiquitito / y no tengo la edad,
la
muerte de mi padre, / la tengo que vengar.
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