October 27, 2013

CAEN LOS AVEMARÍAS COMO LAS HOJAS DE OTOÑO

Caen los avemarías como las hojas de otoño, he visto un tropezón delante mío en el Bernabéu y me han querido dar un pisotón al paso invisible que me lleva a Rubén Darío, llevo la bolsa blanca con letras violeta de Madrid cuando llueve, como ángel que pisa los charcos, salta las vallas y aspira las plantas, el guiño de luz de sol de otoño ensartará el corazón del pecho cuando me lleven al hospital con las canas blancas de la locura y puede que llegue la muerte por congelación en la Castellana como siempre con los peros de nuestros padres en las aristas del salón.

Siempre hemos tenido a alguien para amar a quien no hemos amado, una mujer y un niño, siempre podríamos dedicarnos a ayudar a los demás, a amar de verdad, pero nada de eso hemos hecho recogiéndonos en un espíritu negro y carcomido que tanto nos ha dolido y nos ha encerrado en la mecha podrida de nuestros corazones.

Apagamos el egoísmo de nuestras esposas, apagamos el egoísmo de nuestros hijos, pero no apagamos el tiemblo y el brío de esos coches desalmados que juegan a ser nueve lobos tras los cervatillos.

No parece su hija ni parece su esposa y quién es ella, la que acompaña al que hincha las ruedas en la gasolinera.

Los días que no traes dinero vienen y los días que traes dinero no vienen, y así vas estudiando a las mujeres y a los borrachos.

Vente a ver las caras de tus jefes que son las cabras del Pardo, tu suegra te tortura la voz interior, tú ya pasas de las falsas relaciones familiares, y la gente se va muriendo por ahí a ambos lados del camino.

Los muebles tifón son para los perros que se mean en la escalera y yo no quiero una butaca de tren para mi casa.

La mujer es más mujer y el hombre es menos hombre, y yo no me veo en el espejo de Jesucristo si por esta placa se ha de entender todos los reflejos propiciatorios de la nube de Dios, como si tener fe en la mejor historia contada atrajera todas las gracias del Cielo sobre quien hizo y aun disfrutó tan buena lectura que por milagrosa no se atreve a descifrar ni siquiera la Enciclopedia Británica donde en nuestra humildad los santos no son más que prosélitos y el pueblo que les da culto la sensibilidad de tan maravillosa verdad.

Debiéramos tener fe en que no somos nada, nunca pasa nada y todo tiene solución e intrínsecamente en Dios.

Cantaré los oasis de Madrid, todas las calles dolorosas y perdidas para mí, quizás esotro de anoche en los altercados de la cena.


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