Un columnista de temas religiosos ha publicado recientemente un artículo sobre el agnosticismo. Casi todo lo que en él se dice podría yo suscribirlo. Pero no algunas proposiciones, sobre las que me permito disentir. Por ejemplo, esta afirmación universal: "El creyente no puede demostrar con evidencia la existencia de Dios". Hubiera debido decir: Algunos creyentes no pueden demostrar con evidencia la existencia de Dios.
Está claro: la existencia de Dios es un problema metafísico y muchos creyentes ni han estudiado, ni están capacitados para estudiar la Ciencia metafísica. Pero los que hemos dedicado nuestra vida al estudio de los problemas metafísicos podemos afirmar, sin temor alguno a equivocarnos, es decir, con certeza absoluta, la posibilidad de demostrar racionalmente la existencia de UN DIOS PERSONAL Y DISTINTO DEL MUNDO. Basta analizar detenida y reflexivamente la realidad contingente, incluyendo a los seres inteligentes, y preguntarse por su última razón de ser. Si existen seres reales y realmente contingentes (que no tienen su razón de ser en sí mismos) no puede no existir un Ser Absoluto, razón y fundamento último de sí mismo y de todos los seres contingentes. Es verdad que NO TODOS ENTIENDEN este lenguaje ni LA CIENCIA METAFÍSICA. Habría que introducirles en ella, como cuando se estudia Física cuántica, o Biología molecular, ni todos pueden hablar de Metafísica.
Ya en el siglo XIX, muchos filósofos habían olvidado la Metafísica, obedeciendo a la dogmática kantiana (nota de Jorge: Dios como postulado de la razón). Kant había dicho que las pruebas de la existencia de Dios que da la Metafísica no son válidas, y, con bovina mansedumbre, muchos decimonónicos se lo creyeron. Pero lo cierto es que Kant ni tocó las verdaderas pruebas de la existencia de Dios que da la Metafísica del ser. Él, incomprensiblemente, se dejó convencer por el empirismo de Hume, y dio por supuesto que sólo conocemos lo empírico, lo demás lo pensamos pero no lo conocemos. Además combatía la Metafísica racionalista que va del pensamiento al ser, la de Descartes, Leibniz, Wolf, Knutzen. Ahí tenía razón: no es lícito pasar del pensamiento a la realidad. Pero Kant no conoció las obras metafísicas de santo Tomás, ni las de Francisco Suárez. Si las hubiera estudiado, no hubiera dicho lo que dijo. El Concilio Vaticano I, mucho más libre de prejuicios y mejor informado, definió: "la Santa Madre Iglesia retiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido por la luz natural de la razón humana con certeza, partiendo de las cosas creadas".
La expresión de Bruno Forte, a la que apela el articulista: "El creyente es un modesto ateo que se esfuerza por creer", supongo que no pasa de ser un scherzo italiano. Yo soy un modesto creyente que, como yo, muchos millones de hombres y mujeres, que, con estudios o sin ellos, por sentido común, intuyen que si existe algo existe Alguien. Porque si no, que nos lo expliquen razonablemente. Entendemos además que el hecho histórico Jesús de Nazaret y el hecho histórico Iglesia son inexplicables sin Dios. A fenómenos reales, explicación real. Nuestra fe se apoya en motivos razonables como para dar un asentimiento prudente, sin temor razonable a equivocarnos.
Leibniz piensa que, si de esta proposición: 2 +3=5 dependiese la vida humana tanto como depende de esta otra: EXISTE DIOS, habría quienes suspenderían su asentimiento a la primera, porque se diría que podía ser un modo subjetivo humano de organizar las sensaciones, o una idea mental sin referencia a la realidad, o efecto de una cultura, o signos-palabras sin referencia segura a la realidad, etc...
Henri de Lubac dice que si el gusto por Dios volviera de nuevo, estamos seguros de que las pruebas de Dios volverían a ser bien pronto ante los ojos de todos lo que son ya, en efecto, si nos fijamos en su alma: más claras que la luz del día. Y Teodoro Adorno, de la Escuela de Frankfurt, escribe: El pensamiento que no se decapita termina en la Trascendencia.
Carlos Valverde
January 08, 2014
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