¿Ignoráis acaso que todos a quienes el bautismo ha vinculado a Cristo hemos sido vinculados a su muerte? En efecto, por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo quedando vinculados a su muerte, para que así como Cristo ha resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. Porque si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección. Sabed que nuestra antigua condición pecadora quedó clavada en la cruz con Cristo, para que, una vez destruido este cuerpo marcado por el pecado, no sirvamos ya más al pecado; porque cuando uno muere, queda libre del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, confiemos en que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no vuelve a morir, la muerte no tiene ya dominio sobre él. Porque cuando murió, murió al pecado de una vez para siempre; su vivir, en cambio es un vivir para Dios. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios, en unión con Cristo Jesús.
Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal. No os sometáis a sus apetitos, ni prestéis vuestros miembros como armas perversas al servicio del pecado. Ofreceos más bien a Dios como lo que sois: muertos que habéis vuelto a la vida, y haced de vuestros miembros instrumentos de salvación al servicio de Dios. No tiene por qué dominaros el pecado, ya que no estáis bajo el yugo de la ley, sino bajo la acción de la gracia.
Entonces, ¿qué?¿Nos entregaremos al pecado porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?¡De ninguna manera! Sabido es que si os ofrecéis a alguien como esclavos y os sometéis a él, os convertís en sus esclavos: esclavos del pecado, que os llevará a la muerte; o esclavos de la obediencia a Dios, que os conducirá a la salvación.
Rom 6,3-16
En otro tiempo erais esclavos del pecado y no os considerabais obligados a buscar la salvación. ¿No os avergüenza ahora el fruto que entonces cosechasteis? Porque el resultado de todo aquello fue la muerte. Ahora, en cambio, liberados del pecado y convertidos en siervos de Dios, tenéis como fruto la plena consagración a él y como resultado final la vida eterna.
En efecto, el salario del pecado es la muerte, mientras que Dios nos ofrece como don la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.
Rom 6,20-23
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