El libro que escribí en la cárcel, Des dels turons a l´altra banda del riu, constituye una apelación constante al honor.
El libro incluye una narración que titulé "El clot" ("El hoyo"). Se explica en ella la historia de un muchacho que vive en un oasis que poco a poco va siendo invadido por la arena del desierto. Un día el muchacho les dice a los suyos: "Alguien tendría que intentar llegar al mar". Y se va, solo. Y anda que andarás:
"Entonces fue cuando divisó a lo lejos a unos bandidos del desierto montados en meharis que avanzaban hacia él. Veía que estaban cada vez más cerca y percibía el destello de sus espadas y lanzas. Se dijo que de poco le serviría su vieja y mellada espada. Solamente para defender su honor, el suyo, el del imperio antiguo y el de los que todavía no habían nacido. Solo por eso decidió luchar, solo por eso sostuvo un breve combate. Breve, pero de verdad. Hasta que cayó preso y los bandidos se lo llevaron consigo... Había un hoyo del que era imposible salir. Y fue allí donde le descolgaron los bandidos...
Y pensaba: "He dejado una hilera de pisadas. Pero ¿la habrán seguido? ¿Habrá emprendido alguien más (nota de Jorge: Artur Mas?), después de mí, la ruta del mar? ¿Habrá salido alguien más del oasis?. Estaba seguro de que los suyos le recordaban muy bien, pero eso no era ningún consuelo. "Yo no quiero que me recuerden, quiero que sigan mis pasos." [...] Le habría gustado que hubieran descolgado a uno de sus compañeros del oasis, en su hoyo o en otro: habría sido una prueba de que el oasis estaba vivo, de que los pasos de los hombres seguían avanzando en dirección de la esperanza y que en ellos persistía la voluntad de no morir.
El prisionero pensaba. No tenía nada más que hacer. Y se decía que pretender llegar al mar había sido una locura. Era algo que le superaba. Y no le superaba un poco, sino inmensamente. Y se preguntaba: "¿Y qué haces tú en el fondo de este hoyo? Si acaso los demás no han seguido tus huellas, ¿de qué habrás servido lo que has hecho?" Y al principio no hallaba ninguna respuesta. Pero más adelante se percató de que no se habría cambiado por el compañero al que imaginaba acurrucado en el umbral del oasis, con la vista fija en la hilera de sus pisadas, pero sin atreverse a seguirla. El compañero al que imaginaba con aire pensativo rascándose las costras. No, no se habría cambiado por él. Eso ya era una respuesta.
Pero además se decía: "Era preciso que Dios no se avergonzara de nosotros. Que no nos vomitase. Que no llegara a lamentar habernos creado. O que no llegase a olvidarnos. Que no llegase a olvidar que en aquel rincón había un pueblo... Había que salir y levantar los brazos al cielo. Para que nos viera. Era preciso salvar nuestro honor ante Dios. Y también ante los hombres [...]
En el fondo del hoyo puede pasar esto: que el hombre sea cercenado. Que el hombre sea eunuquizado. Que el hombre sea destruido. Pero también puede suceder que el hombre sea magnificado [...] O, más exactamente, que el hombre se dignifique" [...]
Algún día publicaré de nuevo el libro Des dels turons a l´altra banda del riu. No sé qué les parecerá a los jóvenes de hoy, pero por lo menos será un testimonio.
MEMORIAS (1980-1993)
Jordi Pujol
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