Hace doce años, de no haber sido por mi ángel tutelar, me hubiera casado en Viena con una joven locuela. Actualmente, con setenta y dos años, me creo al abrigo de locuras de este género pero, por desgracia, eso mismo es lo más que me molesta.
La fortuna desprecia a la vejez.
Frecuentaba entonces algunas cortesanas que apagaban mi deseo antes de que éste pudiera nacer o por lo menos antes de que me diese tiempo a que languideciese.
Hoy en mi vejez lo único que anhelo es vivir en paz lejos de todos aquellos que puedan pretender que tienen algún derecho sobre mi libertad moral, ya que no es posible que tras esa pretensión no se esconda sino la tiranía.
¡Feliz juventud, te echo de menos porque me ofrecías frecuentes novedades, lo que me hace aborrecer la vejez, que solo me ofrece cosas conocidas!
Cuanto más avanzada era mi edad, mayor atracción sentía por las mujeres de ingenio, sin tomar en cuenta cualquier otra de sus prendas: se había convertido en vehículo de mis sentidos debilitados. En los hombres de temperamento opuesto al mío sucede lo contrario: el hombre sensual, cuando envejece, solo persigue lo material, mujeres doctas en el servicio de Venus y ningún discurso filosófico.
El final del primer acto de mi vida acaeció en Londres.
El del segundo en 1783 en Venecia, y el del tercero, al parecer, tendrá lugar aquí en Dux, donde me distraigo escribiendo mis memorias.
Entonces acabará mi comedia en tres actos y si me silban, como bien podría suceder, espero no oírlo, lo cual es una satisfacción que más de un autor, al igual que yo, debería reservarse.
BREVIARIO
Giacomo Casanova
August 02, 2014
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