Veo en la Biblioteca Nacional la cantidad de libros que me quedan por leer/ en esa terraza de Madrid parece que te va a salir un espartano o un griego,/ se descubren los escondrijos de la ciudad,/ en Madrid siempre parece que va a suceder algo inesperado,/ está el Retiro con tanta gente que parece una piscina,/ a Madrid se viene a trabajar,/ y cuando los niños se reincorporan al colegio la ciudad cobra sentido.
No hay nada como ponerse a un polvo para deshacer los malos hados, la cantidad de tipos raros que ves por las mañanas por el casco urbano que no es más que una fuga de sexo, esos ejecutivos que llevan el ataúd encima junto con su mercedes, esas furgonetas que venden pavimentos de preservativo, a veces son peores los niños mayores en rancherías de Plaza Familia, el mal genio de los dependientes de los hipermercados demuestra que hablamos de cartillas de racionamiento/
Los problemas que nos liamos a la cabeza/ en el calorcete de la línea 5 del metro del infierno del Rastro a los pies de las Catedrales/
Madrid sería impensable sin una visita a sus iglesias,/ se mueve el pueblo a hacer algo,/ las chicas valen mucho más,/
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