El camino está triturado,
las piedras pasan frío,
la oscuridad regenta la montaña,
el viento sopla al más allá.
La oscuridad del frío
se mete en los nichos del cernícalo,
en el pedregal del Cid.
La piedra labrada por el viento,
el cardo soleado
y el espino espumoso
se esconden ahora,
piedra sobre piedra,
en forma de muro
del Castillo de la morería.
EL GUIJARRO REGADO
Mi pecho es un currusco
crustrado de pan
y con piedra pulida al sol
es arrojado a los Campos de Castilla
deseando ser guijarro regado
por las riberas del Duero
con vino de sus monasterios,
y el polvo y sudor
en la piel del rostro
del Dios Cristiano
en los caminos burgaleses del Cid.
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