Tú sabes quién soy yo,/ un
cuerpo dionisíaco que anda por el Retiro,/ un ser que no se impone y manso que
aparece con su pequeña cicatriz como una bendición en el centro comercial
Carrefour,/ y un cuerpo que tiene el alma y el espíritu pacífico de Alcobendas./
Perdida la gracia de la tranquilidad ya nada me salva.
Los dioses de la lluvia maya
están reclinados y la diosa azteca Chulchiutlicue del agua se confunde con la
mujer disoluta, y la ciudad de la ceguera de las riquezas y de los concilios y de
la serpiente no puede ser otra que Roma.
Atravieso la humareda y el
interior de los lazos de tu retrovisor y sé que hoy no será un buen día porque
nos hemos levantado espesos y atravesados con la reflexión de que todo se vive
según la hipocresía y hasta el Papa Sagrado hace dejación de sus funciones con
todo su poder mental sobre nuestras cabezas como representante de un Dios que
no hace lo mismo y nos quiere todos los días y en el que confiamos las fuerzas,
cómo voy a pensar en la divinidad del próximo cabeza de la Iglesia si cualquier
día dimite en ser la roca y la llave de nuestras conciencias toreras como si
eso no fuera esto un suicidio espiritual de qué valor le das al cargo de San
Pedro.
Discriminamos los datos
claros de la noticia vespertina como una luz blanca entre rejas, no te jode
puedes comer la noticia popular y comerla bien, y correr la cortina de las
pesadillas, como con el mapa de metro en las pasarelas de Nuevos Ministerios,
tomarte una camomila de formulario asiático, y llevar la guitarra a cuestas y
entonces sentarte a tocarla unos cuatro años más.
Si no fuera por los que
tocan la trompeta en el metro yo no llegaría casi sin aliento al final de esa
escalera en que se posan las damas rusas de nariz vanidosa y orgullosa, y sí ya
sé que suena la alarma de que va a llover cuando bajo por Doctor Esquerdo y
sube la policía con algún infortunio del que dar parte.
La línea 6 del Metro es la más
embarazosa donde los niños pueden perderse
y los mareados caerse a las vías en que viene otro tren rápido, y la
marabunta no espera a entrar aunque se ponga de moda el comer naranjas en los
vagones, y dejar ese olor ácido que no es el de la flor de azahar ni el de los
limoneros de aquella Granada.
Donde todas las fieras están
desatadas y todos los pasmados se yerguen en las esquinas y los pasos zambos
suben las escaleras de las casonas del casco histórico, y me encuentro en la
metagénesis chamiza de un molusco con una borracha francesa en la barra del
Museo de Jamón que ha perdido su sombra y va a perder su alma.
No sé qué tierras avistaron los españoles,/ pero no hay nada que hacer porque esto está lleno de tancredos,/ esto es una latinoamericanización de Madrid,/ la siempre villa de los faroles y las tascas charareras,/ nosotros somos muy normales y no tenemos nada que ver con eso/ hay mucha gente de muchas nacionalidades por las aceras/ yo creo que es una invasión de los tártaros,/ es como si tuviéramos aquí el Punjab,/ uno se tuvo que preguntar con la naturaleza del Ecuador el porqué de su mal.
No sé qué tierras avistaron los españoles,/ pero no hay nada que hacer porque esto está lleno de tancredos,/ esto es una latinoamericanización de Madrid,/ la siempre villa de los faroles y las tascas charareras,/ nosotros somos muy normales y no tenemos nada que ver con eso/ hay mucha gente de muchas nacionalidades por las aceras/ yo creo que es una invasión de los tártaros,/ es como si tuviéramos aquí el Punjab,/ uno se tuvo que preguntar con la naturaleza del Ecuador el porqué de su mal.
No comments:
Post a Comment