La literalidad de la ley sólo se da en un caso, en el imperativo "no les hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti". Engaños, hurtos, novatadas nos hacen esclavos y no nos dejan respirar. Nuestro pacto reside en la libertad, atributo del bien.
Pero este imperativo categórico kantiano, principio del bien y de la razón, empieza con "no". Y en este laberinto de pillastría, nos entrecogemos, ¿una jueza que se encuentra con que la ley la obliga a condenar, cuando lo que quiere es indultar a un insumiso? O el caso del ginecólogo Sáenz de Santamaría. Si la literalidad no se da, puesto que la ley es en relación consigo misma, está fundamentada en la utilidad y la realidad, y no nace de un juicio de gusto, lúdico o de juego ("aborto sí, aborto no"), sino de una necesidad ("mili" sí, "mili" no"), es mejor que nos dejemos de virutas ajadas acabaremos acudiendo a la justicia poética del padrino III.
CARTAS A EL INDEPENDIENTE, abril 1991
March 02, 2014
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment