HIPOCLIDES EN SICIÓN
En la siguiente generación la familia se hizo mucho más famosa que antes gracias a la distinción conferida por Clístenes, el amo de Sición.
Clístenes... tenía una hija, Agarista, a la que deseaba casar con el mejor hombre de toda Grecia.
Así, durante los juegos olímpicos, en los que él mismo había ganado la carrera de carros, realizó un anuncio público al efecto de que cualquier griego que pensara que era lo suficientemente bueno como para convertirse en el yerno de Clístenes se presentara en Sición en el plazo de sesenta días -o antes si lo deseaba- porque pretendía, dentro del año que siguiera al día sexagésimo, casar a su hija con su futuro esposo.
Clístenes dispuso un lugar para realizar carreras y luchas especialmente preparado con este propósito, e inmediatamente los pretendientes comenzaron a llegar -todo hombre de nacionalidad griega que tenía algo de lo que enorgullecerse, o bien a causa de su país, o bien por sí mismo-...
Clístenes empezó preguntando a cada uno (de los numerosos pretendientes) que señalara su país y parentela; después los mantuvo en su casa durante un año para conocerlos bien, conversando con ellos a veces a solas, a veces todos juntos, y probándolos a todos por sus cualidades y temperamento masculino, su educación y sus modos...
Pero la prueba más importante de todas fue su comportamiento en la mesa. Todo esto sucedió a lo largo de su estancia en Sición, y durante todo este tiempo los trató de la manera apropiada.
Por una razón u otra fueron los dos atenienses los que impresionaron a Clístenes más favorablemente, y de los dos, el hijo de Hipoclides llegó a ser el preferido...
Al final llegó el día que había sido fijado para la boda, y Clístenes tuvo que hacer pública su elección. Señaló el día mediante el sacrificio de cien bueyes, y después de un gran banquete, al que no solamente los aspirantes, sino todas las personas importantes de Sición, fueron invitadas.
Cuando concluyó la comida, los aspirantes comenzaron a competir entre sí en música y en la conversación en compañía. En estas dos competiciones fue Hipoclides el que demostró con mucho ser el campeón más valiente, hasta que al final, a medida que se consumía cada vez más vino, pidió al flautista que le tocara una melodía y empezó a bailarla.
Aunque era obvio que bailaba para su propia satisfacción, Clístenes, sin embargo, que estaba observando el espectáculo, comenzó a tener serias dudas acerca de todo el asunto.
Finalmente, después de una breve pausa, Hipoclides pidió una mesa; le fue llevada la mesa e Hipoclides, subiéndose a ella, bailó primero algunas danzas laconias, después algunas áticas, y acabó por ponerse sobre su cabeza y mover las piernas al aire.
Las danzas laconias y áticas ya eran bastante malas; pero Clístenes, aunque ya había rechazado el pensamiento de tener un yerno como ese, no obstante, se controló y se las arregló para evitar un estallido; pero cuando vio a Hipoclides agitando las piernas, ya no pudo soportarlo.
"Hijo de Tisandro -gritó-, has perdido tu matrimonio gracias a la danza".
LAS HISTORIAS
Heródoto, Siglo V a.C.
March 21, 2014
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