En la guerra del Golfo la casa se cayó (toda la paz se disuelve en el conocimiento de formas de la no paz). A los que asomaron por la ventana los llamaron infantiles, ¿acaso no nos tocó ver cómo se caía la casa vecina? Nuestra tarea es la de reconstruirla.
El filosofar de la paz no es producir sólo una retórica de verdades triviales. ¿Acaso el mensaje moral de mirar por la ventana sin que te caiga una bomba no vale? Si unos han conseguido la paz por medios violentos, al desplomarla antes -que es como la zancadilla traidora-, nosotros, los pacifistas, lo que queremos es darla, pero levantada, la vida. Es una tarea seria.
Fue ridícula la sociedad de naciones, es ridícula la ONU y el derecho internacional colonialista, que siempre perjudicó a los árabes. Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo por el principio de la no contradicción. La paz deja de ser paz. El mensaje de Anguita es de tipo moral en esta sociedad. La paz en sí misma es un principio y no un fin, no se puede imponer por una guerra.
Toda guerra es injusta y dañina; no puede ser condición para la paz. Esta es otra cosa, es racionalidad, confirmar la democracia, es urbanizar la civilización, y quienes durante la paz fabrican armas (CASA) o propalan ejércitos es que están pensando en un día no muy lejano secuestrarla. El presente de la sociedad tiene que aparecérsenos como el límite al que los esfuerzos pacifistas procedentes del pasado han llegado. Ya de por sí si en esta evolución el que no es pacifista es pacífico, y el que no es pacífico es una bestia.
CARTAS A EL INDEPENDIENTE, abril 1991
March 03, 2014
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