I
El "arte escénico".
El teatro no nos muestra la cotidianidad, la rutina, las costumbres en paz y armonía, sino el ser que surge en "la batalla" de la vida. Crear esas luchas en escena y mostrar a los seres que se dibujan y definen en ellas, es la principal tarea del creador dramático.
Más empatía: escribir en primera persona.
Stefan Bollmann autor de Las mujeres que leen son peligrosas, retoma el tema con Las mujeres que escriben "también" son peligrosas.
(esta novela aunque parece estar escrita por Maite está escrita por Jorge que en su imaginación da voz femenina)
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EL CHARCO DE BARRO
No me deja nada. Es corto. Pero el euro es el euro. El dinero lo vale todo. En el paseo de la Castellana se agarran al autobús con fuerza. Todos son enemigos. Hay prisas para coger el Cercanías.
Me decidí a trabajar en exceso, a llevar un ritmo de acuerdo con la naturaleza.
-Te las tiran.
-Los que madrugan y los que no madrugan.
Los que comen en casa y los que llegan tarde a casa. Dicen que la Cibeles está preciosa iluminada de noche. A la gente le gusta ir en coche por la Castellana para ver el Bernabéu.
Se trabaja lleno de líos, locuras y enredos. Te lo piden regalado.
-A todos nos meterán de cajón en la nueva política...
-Eso dicen... No sé si llegaremos.
-No será una revolución.
-Quizás sea una huelga de brazos partidos.
Discusiones por aquí y pasiones por allá. Mujeres progresistas que empujan en los autobuses.
No hay cuerpos cansados ni hechos polvo. Nada más agradable que escuchar la voz amada. Además de que tu novia hace pipí y caca, toma nueces, infusiones, tiene unos valores que arrostrar y te quita las penas, quiere que ganes dinero.
Inmigración que gana menos que los mileuristas y te miran mal.
El otro es diferente. El otro es otro. Ya no intento cambiarlo. Paso. Tomo distancia. Su envidia es Eso. Odio.
Odio las arrugas de los viejos, me incordian. Y sin dientes. Nuestro próximo futuro a cambiar. Pasos lentos en un mundo de prisas. Y pasos rápidos con un cuerpo movedizo. Mi cuerpo ya no quiere responder. Ya no puedo confiar en él.
Metro, mucho coche y muchas autovías. Las ideas circulan. Los adultos mienten y el mundo también. Bancos y farmacias son el negocio. Están por doquier. No veo la belleza en la calle en formas ni en texturas. Café, tabaco y estrés.
La ilusión semanal de la lotería de que te tocará en un despacho de tómbola. Yo era parte de la nada.
El mar,
la mar,
como está el estado de la mar diaria
así estoy yo;
y a veces gano a brazadas;
y hay días que no apetece,
ni salir a navegar.
Dosis mínimas de los neurolépticos y a dormir bien. Así hasta que me haga viejo y ya veremos. Trabajo, sudor, rudeza y encuentros penosos hasta el sábado. Viernes de vértigo.
Atascos y más atascos. Pecados y más pecados. Cansancio y mal humor. Es un deber sagrado sacrificar la verdad. Las estrellas nos miran desde el Cielo. En este sistema habla el dinero y calla la verdad.
-Mi cuerpo es mi propia empresa.
Mis pensamientos empeoran. Tengo afaxias. He perdido riqueza de lenguaje. No tengo contextos. Y no me salen las palabras ni en el círculo familiar.
-Educación es ceder el paso y no atropellar.
-Y la limpieza de palacio en mi casa.
-Te durará lo que te dure la nómina.
Atrás quedó el engorro de la empresa. Esos falsos enfermos que intentaban darme órdenes. Mi mujer dice que me la han jugado y que se han quedado con mi cara.
Burgueses, burgueses y más burguesía. Todos los hombres son mortales. No sabemos si hay Dios. Pero aumentan los centros comerciales.
Creía que con las oraciones sembraba en el Espacio. Pero la solución es de realidad. Dentro de nada, todos seremos cincuentones; y los sesentones irán desacelerando; y los setentones irán ocultándose; y los de ochenta irán cayendo... llegará la odiada Muerte. Espero morir antes. No soportaría la falta de su presencia en este mundo.
La oficina era un revoloteo económico y una locura de horarios. Me decidí tarde a ganar a los demás en inteligencia. Y eso que me consideraba guay. Pero la cuchilla cercenó todos los reposos de mi almohada. No tenía que haber denunciado que la gente se quedaba tarde y no se pagaban las horas extras, haberme dejado llevar por el jefe y guiar... Pero que se pagara al que más trabajara y mejor se organizara. Y se iban los mejores.
Los lunes es mejor no trabajar ni siquiera aunque te paguen. Llevo el anillo de matrimonio. Quitármelo me da mala suerte. Se me rompieron las gafas.
-No te preocupes, tú sabes entrar y salir del laberinto todos los días.
No pasa nada cuando discuto con mi mujer. Eso ya pasó. Mucho ruido y pocas nueces.
-Puerta y que se vaya.
Ella siempre lo ha administrado todo. Y yo como un tonto. Un desinteresado por todo.
Pero la verdad, no me apetece ir de tiendas comerciales. Y si he dormido mal, y a mí me ha dado el puntito, y a ella le ha dado el subidón por la regla, la cosa se complica y literalmente no salgo.
Pero mañana domingo, después de una esmerada comida, y hechas de nuevo las paces, no me libro: ¡Y el amor, qué hacemos con el amor! Dos palmos semanales como menos.
El jefe se esconde. Multiplicación de panes y peces con mi salario. Comían y bebían, y tenían hijos y vino el diluvio. Tengo compañeros de rapiña. Mi cruz son las pesadillas de la noche.
Han puesto el Metro a la puerta de mi casa. Lo mejor que puedo dedicarle a mis hijos es tiempo. Todo para la familia. Jugar al baloncesto con el mayor y un correpasillos con el pequeño. Nada para los de fuera.
-Y que se sientan amados.
Tuve un amigo que fue justo. Y lo despidieron. No te ilusiones por nada. Si yo no te tuviera a ti me subiría por las ramas.
-En el fin del mundo, los buitres buscarán lo que sea cuerpo.
Las autobuseras son simpáticas. Cómo buscar el sentido de la vida. Tienen el corazón duro, lleno de odio y veneno. El cura hace mapas de realidad en la misa. Sigo sin tener miedo a la muerte.
La jefa de administración me rebaja, menosprecia y ridiculiza. Envenena los oídos de mis colegas.
Accidentes, carretera y circulación. A gusto de noche en la vida de salón. Disminuir el número de problemas. Pero qué problemas tengo yo. Pasar. Tomar distancia.
El que más trabaja, que más gane, y que más organice. Líos y caos en la empresa. Cojas y cojos por la calle. Pecado y qué no es pecado. La lluvia nos purifica como un nuevo bautismo.
EL SOL AL ATARDECER EN SOMOSIERRA
Estaba semiescuro. Me metí para adentro. Pasé la barrera, torcí a la derecha y acabé aparcando cerca de las escaleras mecánicas. Íbamos a comprar muchas cosas y a pasar el rato en el centro comercial. Hacía frío y no nos apetecía ir a ningún otro sitio. La gente como loca con carros y con bolsas, subía y bajaba, y se cruzaba e interrumpía el paso. Era toda una marea con lujuria para adquirir objetos. Hacían amagos de atropellarte y esos martinos pustulosos casi te rozaban. Todavía no había llegado la crisis. Yo llevaba en el bolsillo de la camisa el tique del aparcamiento y ella me dijo que no estaríamos más de cinco horas. En el centro de la Cúpula del Plaza Norte unos payasetes regalaban globos azules a los niños con forma de penes. Comimos de montaditos y luego tomamos café en la plaza céntrica. La gente sorteaba las alarmas y cuales pajuelos iba a los cuartos de baño. Nos entretuvimos hasta la hora del baño de nuestro bebé. Al llegar a casa estaba tan cansado que ya solo me quedaba cenar y acostarme. Mi mujer Maite estaba ahora relajada con la tele en el salón y leyendo un tocho de novela. Yo me había desgastado. Daba el día por perdido. Al menos habíamos echado gasolina al coche y comprado algunos alimentos necesarios. El próximo fin de semana iríamos a por las cosas que nos habían quedado pendientes. Yo al menos sugeriría que fuera a otro centro comercial. Tampoco quería hacer una excursión por los alrededores. El ladrillo lo había contaminao todo. Los pueblos fantasmas quedaban lejos. Pero ella había remarcado claramente el hecho de que no nos quedaríamos en casa a ver las musarañas. Iríamos a cualquier parte donde pudiéramos presumir. Yo ya estaba harto de tanto meneo.
Mi mujer provocaba a las dependientas que acababan tirándole los perfumes a los pies y a las cajeras migrantes que no le picaban los esmaltes de uñas y luego la detenían los mismos de seguridad. Yo no dejaba de hojear las novedades de las bibliotecas en espera de que llegara algún iluminado revolucionario. Pero lo que ahora había era una crisis galopante por culpa de los que tenían casas grandes y las guerras del petróleo. A los ricos no los tocaba nadie y seguían confortables y consumiendo sus lujos. Pero la tarta no se repartía y no se oteaba ningún cambio. Es más, la política olía a pota. Lo mejor que podía otorgarles a mis hijos era mucho afecto y que fueran respetuosos, y un nivel alto de inglés, hablado y escrito. Saber estar.
Pasada la rotonda, todas las mañanas veía un campo de golf umbroso y vacío. Estaba detrás de las tiendas del Moraleja Green. Por ese túnel y puente pasábamos Maite y yo cuando nos cogíamos un día libre en nuestros respectivos trabajos y veníamos a desayunar y a perder el tiempo viendo moda. ¡Cómo disfrutábamos después de dejar al mayor en el colegio! Luego venía la monstruosa ciudad que habían construido en Sanchinarro y Las Tablas los nuevos ricos como tapón de la A-1 y que parecía un desierto que no terminaban de rastrillar. Eran muy caros los pisos y tampoco eran la Hélade Alcobendense. Como vino la crisis no hubo muchos atascos. Y al final estaba siempre la misma subida peligrosa y tediosa de Manoteras sobre el cruce de líneas de la Estación de Chamartín. Con el nuevo intercambiador de la plaza de Castilla nos íbamos a ahorrar los nudos de tráfico desde el Hospital La Paz y llegaríamos menos diezmados al trabajo. Goteaba el pulso de sangre como pasaba el tiempo en esta zona norte. Pero luego había que coger el Metro y la gente era muy guarra y no sabía estarse tranquila sino encontraban asiento en los vagones que eran como otro túnel troquelado. Los técnicos de recursos humanos subían las escaleras del subterráneo del Bernabéu muy disciplinados y creyéndose con éxito e importantes. ¡A mí me daba ganas de gritarles!¡Trabajáis cuarenta horas para lo que ellos quieren y no para vuestros compañeros! Fuera nos esperaba el Estadio Cohesión de los madridistas que daba sentido a toda esta farándula como las futuras Cuatro Torres emblema del Real Madrid.
En la administración del estado los funcionarios públicos vivían de la sopa boba. No había brío en sus vidas. Algunos días se ausentaban de sus puestos. Eran los llamados días moscosos. Así podían hacer una larga carrera comprándose pisos.
Me gustan los vaivenes del autobús, sus pitidos, sus curvas y sus circulares. Y si encima, lo cogía en una hora que va de vacío, ¡genial! Sin embargo las mujerucas en la parte delantera no paraban de opinar con el sin solucionar nada con el conductor.
La Castellana es el tomavistas de la ciudad. De joven en mi primer empleo tiraba a dar. Este empleo familiar de mi padre me duró hasta casi la jubilación.
LAS MARUSAS MUSARAÑAS
Desde que Maite estaba embarazada yo ya estaba seguro de que todo iba a ir bien. La gente opina por opinar. Una vecina de la calle cuesta arriba me dijo:
-Si el primer hijo salió bueno y guapo, el segundo sale malo, no falla.
- No tiene nada que ver. No será así por Dios.
Era domingo. Veníamos cansados de la Gran Manzana. Una maruja estaba enredando y picoteando como una cotorra con su marido que iba cargado con las bolsas del aperitivo.
-¡Cuidado Javier, para la moto, que vas a atropellar a esa Señora!
-¡Huy, todos los niños que se llaman Javier son nefastos!
-No tiene que ser así, señora, Javier acaba en R, lo mismo que VER.
Ahora mi mujer me enreda en casa:
-¿Vas a cambiar las sábanas?
-Están limpias, podemos esperar dos días más. Hay que cuidar el medio ambiente.
-Es que la lavadora la tengo medio llena.
-Bueno son dos sábanas, si quieres cógelas y mételas.
-Bueno pues mañana haces la cama.
-¿Pero no ibas a poner las sábanas en la lavadora?
-No, he puesto otra ropa.
-Pues alarga la frase, a mí me da igual hacer la cama hoy que mañana, que dentro de dos días.
EL NIÑO FERRARI
-No le dejes solo a Javier, te lo he dicho ya.
-Que no le dejo solo, que acabo de salir de ahí.
-¡Maite, se iba a meter la ficha blanca en la boca!
-¡Por eso hay que vigilarle!
¡Quítale el juego!¡Estate quieto, puñetas!
-Te ha cogido tus gafas. Si se le llegan a caer te las rompe.
-Por eso no hay que perderle de vista.
-¿No estará abierta la ventana de su habitación?¡Es que va para allá, mira a ver!
-No. Está en el salón.
Maite está recogiendo la ropa de la plancha. Yo estoy recogiendo la aspiradora y la fregona y voy a colgar en las cuerdas una lavadora.
-¡Eres trabajadora como la abeja y la hormiga!
-¡Toma!
-Gracias, molto gratchie, estoy molto necesitado de calzones e calzas...
-Jorge, debemos recoger ese rincón.
-¿Cuál?
-¡El del salón!¡Venga hombre!
A Javier le gusta mucho ver cómo centrifuga la lavadora. Y tiene un macuto de colonias de bebé con el que hace lo mismo, introduciendo mudas de aquí y de allá, mezclando las limpias con las sucias, y no parando de voltearlo.
-No he metido, el calzoncillo... en la lavadora. Está vacía.
-Pues mañana lo ponemos.
-Y echo jabón y...
A última hora, después de cenar, Javier se vuelve un poco alocado porque tiene ya que dormir y no para de darse golpes en el suelo y de caerse.
-Habría que acostarle.
-Pero piano piano man non troppo...
-¡No me pintes mis cosas que te doy! Estoy trabajando en tu abecedario-le digo.
-¡Píntame un coche!
-Javier, no.
-Javier, Sí.
-¡Javier, mira cómo te has puesto las manos!¡Cochino!-le grita Maite.
Y sale corriendo al cuarto de baño. A Javier le gustan las fuentes de agua, y él mismo dice que es una fuente de saliva y le regañamos por eso. La presidenta de la comunidad Espe se queja del coste del recibo del agua. El Estado debe ayudar a las familias. Me quedo con la conciencia tranquila. Ahora Javier se lava los dientes y se ducha conmigo. Somos dos foquitas.
-Mira lo que está haciendo.
-No se le puede dejar solo...Javier, por favor, deja de tocar eso.
-Quiero hacer caca
-No se tira más veces de la cadena. Ya está bien.
AGUAS DE MAR BRAVA
Me he despertado con la ventana abierta. No sé cómo apagar el despertador. Hoy el calor me tiene aturdido. Cuando salía del trabajo me he enganchado el anillo de casado del pomo de la puerta. No supe acertar lo del viaje de mi jefe, ni si yo estaba en junio o en julio y tampoco me he dado cuenta de que hoy es viernes fin de semana. El calor me atenaza. Ayer noche mandé por fax publicidad de mi autónomo freelance de gestiones externas. Nos vamos a pegar los curritos por el mismo puesto de trabajo. y encima los salarios han descendido. Y dicen que los inmigrantes lo harían por menos. Cómo pagarán el alquiler mis vecinos y si comerán algo, me pregunto.
El sol arde en la Castellana y la gente anda muy cabreada. Hay que saber bailar para moverse en el autobús. Esta conductora quiere que todos le saluden. Algunos autobuses tienen aire acondicionado y se va muy fresquito. Ahora van a dejar de ser rojo y se van a convertir en azul. Nuestra bandera carpetana es roja y tiene las siete estrellas de su carro celeste. Tenemos la sangre roja y la piel de toro y el corazón a la izquierda. Las noticias no son buenas. Queremos que acabe la monarquía. La gente está quejumbrosa y salta. El panorama es desolador. Los machos serranos están que pisan y a las supuestas jefas también se les ve el plumero. Poco aguantan las esculturas de la Torre Picasso. Los niños saben que la estatura lo decide todo. La dignidad se rifea en el mercado de Bravo Murillo. Los gitanos se mueven por doquier con sus ramitas de olivo.
GUADALIX DE LA SIERRA
Las últimas lluvias convirtieron la llegada al pueblo en un paisaje muy lusitano. Fátima tenía en su casa retratos y estatuillas de la Virgen en patronómica. Era mi compañera de equipo en las oficinas. Tardaba cada día más de media hora en llegar al trabajo en coche. Había a la entrada del pueblo un stop rojo muy peligroso con un ramo de flores.
-Tendrías que veniros con nosotros de vacaciones a Portugal, estamos a tan solo 47 kilómetros de ese Santuario.
Habían decidido tener un chalé, una barbacoa e invitar a los amigos todos los fines de semana para emborracharse en el porche. Tenían la parte de atrás sin terminar y un perro mastín del que se quejaban los vecinos y que les defendía de los extraños.
Su marido perteneció a la secta de los jóvenes rondadores y noctámbulos del pueblo "los masturbadores" y ahora era voluntario de protección civil para impedir que se quemara el monte y acudir inmediatamente con la ambulancia en el caso de que surgiera un accidente de carretera. Tenía un cuarto lleno de juguetes y de maquetas experimentales de siniestros para niños.
-Otro año sin irnos de vacaciones, porque él tiene que estar pendiente del móvil y salir disparado con el casco, las botas y el traje de bombero que tiene arriba. Y eso que ya hay alguien que le está sustituyendo. Pero a él le gustan las llamas del fuego.
Fátima ya quería tener hijos y él no paraba de estar movilizándose. Como no se quedaba preñada ahora él tenía que hacerse las pruebas de esterilidad. En el mercadillo del pueblo todo el mundo les saludaba porque él tenía más de sesenta primos. Hasta la concejala de seguridad le saludaba. Parece ser que él también había dado el braguetazo.
-¿Sabes como llaman a los del pueblo? "Cebolleros", y aquí las cebollinas son muy malas cuando las pruebas.
-No dejes que te mande, como a un operario de la cota, y te diga, haz esto o aquello... implícale más y que te ayude en casa, acudiendo también aquí con el primer cubo de agua.
UN ACTO HEROICO
Fue un anhelo hecho realidad. Volvía a presenciar un acto romántico. Salí de la oficina y me sorprendió el revuelo. Miré con mas atención y me sorprendió la visión de un coche nuevo pero... con un enorme lazo blanco que lo envolvía por entero. Y a su lado sonriendo con orgullo el autor de la sorpresa y sus hijos.
-¡Hortensia, Hortensia!
El encorbatado cincuentón y sus compinches no paraban de dar fogonazos con una cámara.
-¡Mamá, mamá!¡Mira!
Hortensia no prestó atención a lo que tenía delante de sus ojos.
-¡Mira cariño!¡Para ti, gracias por los maravillosos 25 años que me has dado!
Los mismos años que algunas de nosotras llevábamos compartiendo mesas en aquella empresa. Una empresa que ahora era tóxica y nos parecía cansina.
En cuanto llegué a casa, se lo conté a mi santo, toda emocionada, esperando encontrarme un cómplice, y esperando que algún día me sorprendiera igual. Se echó a reír.
-Pero... valiente idiota... ¿no me digas que ha hecho eso?¡Pues vaya estupidez!
Pero yo insistí toda mimosa.
-Cariño, pero si es un detalle precioso, ¿qué harías tú en nuestro veinticinco aniversario?
Él no piensa nunca cuando me habla.
-¡No voy a meterme en esos berenjenales!¡No quiero hacer de payaso!
Me salvó la campana, en este caso, la vocecita del cuarto de Javier, porque de seguro que le daría con la sartén antes de hacer la tortilla de patatas.
-Es una tontería.
Me echó un jarro de agua fría. Me quedé helada.
LA COMIDA FATAL
Al fin tras varios intentos fallidos, encontramos el tiempo y pudimos reunirnos para comer.
Rocío, más que amiga, es una obra caritativa, ya que en muchas ocasiones su comportamiento o lenguaje me enerva, pero a la que quizás por un mal entendido soy incapaz de rechazar; me propuso hace tiempo comer juntas y como en tantas ocasiones soy incapaz de decir, NO.
En el trayecto hasta el lugar escogido fuimos charlando de cosas intrascendentes, y una vez parapetadas tras unas cañas de cerveza y unos pequeños bocadillos, entramos en materia.
Fui "oreja más que nada", para sus continuas quejas sobre los hombres, el destino, la vida... casi se podría decir que me limitaba a escucharla a medias, tras una sonrisa estoica y cortés.
-No te lo he dicho, pero el otro día, me acosté con un chico.
-Un chico -me asombré.
-Sí, un chico, pero mucho más joven, tiene 24 años...
-Bueno, al fin y al cabo tienes derecho, no tienes que dar cuenta a nadie, ¡y eres libre!, pero eso sí, ¡ten mucho cuidado!
De nuevo me volví a sentir utilizada, siempre que hablo con ella, sea por teléfono o en persona, es para hablar sobre ella, sobre sus problemas, tanto económicos, como sentimentales, personales, con su familia... No creo conocer persona más negativa, a veces pienso en ella como en una vampira emocional, porque me agota, tener que estar dándole ánimo continuamente, pero después algo, no sé si caridad, o deseo de hacer el bien o simplemente pena, se impone y sigo siendo su amiga. Quizá porque es una mujer separada que no pudo rehacer su vida y salvase como yo. Siempre está diciéndome lo mucho que me quiere, como amiga, claro, y lo que valora mi amistad. Y esto me frena, siempre, a decirla, NO. Incluso dio un beso sorprendentemente en el cuello a mi esposo cuando la llevamos una noche de copas en que se enrolló a todos los de la barra.
Volví de nuevo a escuchar su voz, cuando recordé que habíamos quedado para entrar a comprar en un gran almacén.
-Se está haciendo tarde, ¿no? -la confirmé.
VIENEN DE LA FERIA
Quizás el viento de los Ángeles de San Rafael llegase a aquella terraza de Villalba en sus fiestas a finales de julio. Allí tres matrimonios amigos estábamos tapeando. Yo iba acompañada con el santo de mi esposo y el trasto de mi pequeño.
-¿Por qué no me ayudas y le das tú de cenar?
-Yo ya me estoy encargando de vestirle.
-Pero entonces apenas puedo hablar con los demás.
Esta vez el tullido de Ángel no bajaba la calle berreando y dando bastonazos. Después de aquel accidente perdió a su novia. Luis iba a su paso. Y nosotras tres ya los perdimos varias veces. Jorge llevaba en brazos al que a finales de año cumpliría tres años de lotero.
-Una noche me los llevo y hago "de sastre" -intervino Ángel.
Yo no me corto:
-Si tú eres buen "sastre", yo soy mejor modista y no doy puntada sin hilo.
Mónica se mantenía un poco aparte de nuestra conversación, embarazada de seis meses, Luis esa noche la iba a dejar sola para fisgar muchachas con Ángel. A Ángel le sonrió finalmente Dios y dio el consabido braguetazo con la trepisonda de Pozuelo. Ambos hombres acaban de quedarse en el paro del que salía mi esposo. También el hermano de Luis había seguido los mismos pasos mucho antes. Durante su juventud Fernando hizo "de mentor" e incluso se folló una gallina en un corral. A mi marido lo dejaron de lado con el rumor de que era un homosexual y un tipo muy raro. Esto hizo que lo dejaran al margen de sus correrías y que hasta que no cumpliera los cuarenta años no se casara conmigo. Y mi segundo hijo lo tuve con él.
-Javier, que es muy grande, sácatelo de la boca.
-Noo, es pequeño.
Javier provocaba las risas de los adultos. Mónica incómoda y Javier cansado, nos propusieron levantarnos para ir a su casa. Habíamos logrado aparcar en la misma calle emblemática y con embrujo, donde había un castillo de Franquestein y comenzaba la verbena. Subí con ella las escaleras hasta la puerta.
-No te preocupes, las cosas cambiarán con la llegada de las pequeñas y él se haga padre.
Mónica se desbordó y con lágrimas en los ojos, me comentó las disputas por la actitud infantil de su marido, que hasta se había operado de los ojos para no llevar lentillas.
-Insiste, no te preocupes, cambiará, lo sé, y para lo que quieras puedes contar con nosotros, nos podemos ver cuando quieras, por la dieta no te preocupes, tú me indicas lo que puedas tomar, y yo me encargo de ello.
-No te molestes, iremos por la tarde...
-No es molestia, no me importa.
Y con dos rápidos besos me despedí de ella. El tramo de la carretera al Hipódromo era el que peor se conducía. Jorge tenía dolor de cabeza. Su amigo le parecía esperpéntico y fatuo. Es verdad que Luis tuvo la ocurrencia de trabajar también de camarero en el Casino. Llegamos a la medianoche a Alcobendas. Cogí al niño en brazos, le subí a casa y lo acosté.
LA ENVIDIA EN LA PANADERÍA
Tú sales a comprar el pan y el periódico y no sabes que la envidia flota afuera. Algunas les da por hacerse las indiferentes. Pero otros están que no lo soportan más. Los domingos no se trabaja, los comercios están cerrados y hay menos autobuses. Pero la envidiabilidad sigue ahí. Cuando vas al banco a sacar dinero se alegran de que seas tan necesitado como ellos. Pero si transportas comida, llevas comida a casa, les duele saber que al menos en tu hogar se come. Y no hablo de provocar a la gente, que el pater familias debe abstenerse o no, si está en un pueblo no debe hacer ostentación aunque sea como un rico marrano en su dehesa salmantina. El precio del pan ha subido mucho y todos deberíamos negarnos a pisar una cafetería o un bar. Pero nos gusta que nos sirvan. De eso se trata. Somos importantes si alguien nos tiene que tirar una caña o echar leche medio caliente o templada como gustemos. Pero la propiedad estúpida es la propiedad. Y lo que es tuyo que no te lo toque nadie. Y tú mismo te sirves la gasolina. Y tantas colas para el ocio esto no es para hacer turismo.
LA TORMENTA DE PASEO
Hoy es día en que no tengo alma ni espíritu.
Me llevo a Javier de paseo para relajarme.
Saco un libro de la biblioteca Pablo Iglesias. Y enfrente le compro una galleta de coco a mi hijo.
-Mira, si se ha partido.
-Bueno, no pasa nada. ¿Me das una?
Con la cabeza me indica que no. Ya hemos llegado al parque y su impulso es asomarse a la fuente para sorbetearla.
-No me gusta. Voy a dársela... a los pájaros.
Luego empieza una tormenta de verano. Y le llevo a casa.
Es una tormenta seca. Maite trata de explicárselo.
Luego se arrodilla y está jugando en el suelo con una hoja amarilla que ha cogido del parque.
-Solo se oyen truenos mientras se pelean
-No pasa nada. Es un trueno.
-Mira qué ruido.
-Si vienen a por mí. Se está peleando un chico y una chica.
Un rayo relampaguea en los tejados. Empieza a llover. El patio es un aguacero.Los cristales se ponen calados. Ahora empieza a granizar.
Maite está en el ordenador cotilleando sobre la princesa Leticia. Le pongo a Javier la película Oliver y su pandilla mientras él detrás están rascándome la espalda. Se sienta pero él esta inmune: cómodamente en el sofá con las piernas recogidas. La tormenta da susto. Ha desconectado con el sueño de la fantasía.
EL TRAILER CON RUEDAS
Desde los dos años a Javier le gusta como conduce su papá. Le gustan las ruedas, las hormigoneras, los coches, los camiones y las grúas. En el cole, Ángeles la encargada de la guardería -casada con un camionero que se juega la vida en la carretera-, y que Javier es su ojito derecho por lo parlanchín que es, el primero en saber todos los números, letras y colores, les está enseñando círculos, cuadrados y triángulos.
Como no le pillaba en ningún error a Javier entonces le puso en la pizarra un rectángulo.
-¡A ver Javier, esto que es!
y Javier le dijo espetó:
Un trailer, ¡pero ponle ruedas Ángeles!
Javier saluda a todos los policías. Y cuando un coche está mal aparcado encima de la acera. Lo señala y exclama:
-¡Muy mal, que le pongan una multa!¡Va a venir la grúa y te va a llevar!
¡LA SANTA DINAMITA PABLEA AL SUELO!!
November 23, 2017
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