En un lugar de la Edad Media había un señor feudal que perdió a su amada y quiso recuperarla. Un mago le dio una pócima y le dijo: "Lee esto y bebe la pócima". Y en el papel que leyó ponía:
"Pa rriba
pa abajo
pal centro
y pa dentro".
Y entonces sucedió un milagro. En el Museo de la Cosmocaixa de Alcobendas había una exposición sobre las Cruzadas Medievales y de una copa de cristal surgió el caballero Percebal.
El caballero Percebal se extraña de un castillo tan raro. Él piensa que se encuentra dentro del salón principal del torreón y que el mago lo ha llenado de joyas y tapices para la ceremonia.
En cambio, desde una ventana ve a un enorme Dragón.
Baja las escaleras corriendo y va a matarlo, blandiendo su espada, va gritando: "¡A mí Dragón, morirás, honor y victoria!¡El valor es nuestro credo!
Y acercándose al Dragón, que no era otro que el Dinosaurio que existe en la Cosmocaixa, le dio tan fuerte golpe con la espada que lo derribó al suelo.
Y me encontró a mí, escritor de este relato, que pasaba por allí, y lo guié por Alcobendas.
Lo primero que hice fue llevarle a la Menina a ver si era su amada. No lo era.
Luego le llevé al Polideportivo, vio una carrera, y me preguntó cuándo sería la próxima justa.
Luego le llevé a mi colegio Los Sauces, le presenté a mis amigos: "Son hijos de nobles, trátalos bien caballero Percebal, éste se llama Alberto, éste Rubén y éste Manuel".
Le enseñé a mi profesor Felipe, señor de esta clase.
Me preguntó si él era un mago y quién era el Rey de este Castillo. Le dije que era una Reina: la señora Directora.
Se encontraba cansado. Entonces lo llevé a mi casa y le hice una pócima.
Llené un vaso de plástico la mitad de agua fría y la otra mitad con agua caliente, y lo dejé reposar. Quité un poco, eché jabón, pasta dentífrica, champú, crema de afeitar que parecía un sorbete de nata, agua oxigenada, líquido de microlentillas, loción bronceadora, anti-envejecimiento capilar, gomina, quitaesmalte de uñas, colonia Pour Elle, gel hidratante rosa, agua de colonia y laca fijadora.
Olía todo a mil demonios. Lo removí con el pincel con el que había estado pintando las figuras del Señor de los Anillos y recité: "Cinco, diez, quince, pócima buena, pócima mágica, que Percebal vuelva a su casa".
Y se lo dí a beber y desapareció dejando un manto negro de humo.
El caballero Percebal regresó a su mundo. Abrió los ojos. Su amada estaba con él.
Andrés Domínguez
8 años
August 19, 2012
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