14 También la atormenta que esta pena es tan crecida, que no querría soledad como otras, ni compañía, sino con quien se pueda quejar. Es como uno que tiene la soga a la garganta y se está ahogando, que procura tomar huelgo. Así me parece que este deseo de compañía es de nuestra flaqueza; que como nos pone la pena en peligro de muerte (que esto sí, cierto, hace: yo me he visto en este peligro algunas veces con grandes enfermedades y ocasiones, como he dicho, y creo podría decir es éste tan grande como todos), así el deseo que el cuerpo y alma tienen de no apartarse es el que pide socorro para tomar huelgo, y con decirlo y quejarse y divertirse, buscar remedio para vivir muy contra voluntad del espíritu, o de lo superior del alma, que no querría salir de esta pena.
15 No sé yo si atino a lo que digo, o si lo sé decir, mas a todo mi parecer pasa así. Miré vuestra merced qué descanso puede tener en esta vida; pues el que había, que era la oración y soledad, porque allí me consolaba el Señor, es ya lo más ordinario este tormento, y es tan sabroso y ve el alma que es de tanto precio, que ya le quiere más que todos los regalos que solía tener. Parécele más seguro, porque es camino de cruz y en sí tiene un gusto muy de valor, a mi parecer; porque no participa con el cuerpo, sino pena, y el alma es la que padece y goza sola del gozo y contento que da este padecer. No sé yo cómo puede ser esto, mas así pasa; que, a mi parecer, no trocaría esta merced que el Señor me hace (que viene de su mano y, como he dicho, nonada adquirida de mí, porque es muy sobrenatural), por todas las que después diré, no digo juntas, sino tomada cada una por sí. Y no se deje de tener acuerdo, que es después de todo lo que va escrito en este libro y en lo que ahora me tiene el Señor. Digo que estos ímpetus es después de las mercedes que aquí van, que me ha hecho el Señor.
Vida de Santa Teresa de Jesús escrita por ella misma, Capítulo XX
September 07, 2014
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