Yo ya estoy entre los
elegibles para la muerte,/ la misma Muerte que pasa por mi calle,/ si no fuera
porque hay que ser respetuoso con el proceder de los pasos,/ te diría que me
voy hoy mismo al juicio luminoso,/ y que mañana no me esperes,/ porque no me verás
más.
Ves tanta gente en el
intercambiador que no sabe dónde va, que no sabe concretamente dónde quiere ir,
y se dejan llevar a un punto muerto de su existencia.
Los coches siempre moviéndose
de un lado a otro,/ unos ojos que te miran,/ con unas piernas que pinchan en la
tierra,/ tú tienes que estar orgullosa de lo que eres y de lo que representas.
Cuando te salen canas/ sobre la frente dices,/ esta mierda de cuerpo que me ha abandonado/ nosotros nos vamos quedando sin pelo que rascar,/ y ya no hay un canto al amor,/ es como el metro que no funciona
Se trata de no dar la nota y de no tener identidad,/ una toma de conciencia de la nada y una opción por el vacío,/ de no tener que significarse ante nadie ni de que nadie pueda pedirte cuentas,/ una materialidad abstracta y anormal de desarticulación del sujeto,/ de un carácter leve y fantasmal .
El Metro remueve la mayonesa
famélica de Madrid/ y yo me desmayo al suelo al sonsón de los escalones y
pasadizos/ donde deambulan los rostros de la crisis,/ buscando al salir una
explanada de sol donde airear la claustrofobia de mis penas,/ porque me acuesto
llorando todas las noches ante tanto paro y desahucios,/ y no sé si llegaremos
a resistir al palo de mayo,/ y pongo todo mi sentimiento de majo en lo que te
he dicho amigo/ que esto es castigo divino/ por tantos y tantos vientos
madriles de los líos.
Se apagará el Sol y terminará
el mundo y no veremos a Dios después de tantos siglos sin quitarnos esa Idea
Magna de la cabeza por la que hemos incluso dejado pisotear nuestros derechos
democráticos y nuestra dignidad para que se nos haga justicia real en esta vida
y nos consoló la vana y vaga idea de otra vida después de muertos.
Con eso de que la justicia se alcanza en el cielo no la vamos a establecer aquí, porque si uno no se corre en el asiento y ocupa dos o una mujer se pinta las uñas en el autobús, vamos a seguir amando a nuestros enemigos aunque nos fastidien el día y no vamos a poner unas normas municipales de estricto cumplimiento.
La línea 6 del Metro es la más embarazosa donde los niños pueden
perderse y los mareados caerse a las vías en que viene otro tren rápido,
y la marabunta no espera a entrar aunque se ponga de moda el comer naranjas en
los vagones, y dejar ese olor ácido que no es el de la flor de azahar ni el de
los limoneros de aquella Granada.
Donde todas las fieras están desatadas y todos los pasmados se yerguen en
las esquinas y los pasos zambos suben las escaleras de las casonas del casco
histórico, y me encuentro en la metagénesis chamiza de un molusco con una
borracha francesa en la barra del Museo de Jamón que ha perdido su sombra y va
a perder su alma.
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