Nadie debería sentirse nunca autosuficiente, dueño de su propia vida: cerrado en sí mismo, enclaustrado, inmóvil, seguro de sus convicciones, ante el misterio de Dios, todos somos pobres, sentimos que tenemos que estar siempre dispuestos a salir de nosotros mismos, dóciles a la llamada que Dios nos hace, abiertos al futuro que Él quiere construir para nosotros.
Finalmente, en nuestra peregrinación terrena no estamos solos: nos encontramos con otros fieles, a veces compartimos con ellos un tramo del camino, otras veces hacemos juntos una pausa reparadora.
Él está siempre a nuestro lado, no nos deja nunca solos. Por tanto no nos dejemos vencer por el miedo y la desesperanza, sino que con entusiasmo y confianza vayamos adelante en nuestro camino y en nuestra misión.
EL PAPA FRANCISCO
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